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El poder de la Mente se manifiesta en logros académicos

Original en japonés

Del número de octubre de 1998 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Mi Mamá Empezó a estudiar la Christian Science cuando yo tenía 3 años. Algunos de mis primeros recuerdos es haber asistido a la Escuela Dominical de la entonces Sociedad de la Christian Science en Tokio, y haber aprendido los Diez Mandamientos. La maestra insistía especialmente en el Primer Mandamiento: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”. Una de las explicaciones que nos dio fue que la Christian Science define a Dios como Mente y que, por lo tanto, tener un solo Dios significa tener una sola Mente como nuestra propia mente. Si bien parece que la gente tiene muchas mentes, toda clase de maneras de pensar, en realidad Dios es la fuente de todo pensamiento y este Dios es Mente. Fuera de Dios no hay pensamiento y no hay mente. Esta enseñanza temprana ha sido invalorable para mí, y estoy agradecido por haber tenido muchas oportunidades de probarlo.

La demostración más inolvidable de esta verdad sucedió poco después de haber egresado del colegio de estudios superiores e ingresado al programa de estudios internacionales de una universidad de los Estados Unidos, que era una de las instituciones de enseñanza más prestigiosas del mundo.

El requisito principal era asistir durante todo un año a un seminario conducido por el profesor a cargo del programa. Cada estudiante tenía que escoger un tema especial de investigación y presentarlo al seminario para que se entablara un activo intercambio de ideas. Al final del año lectivo, teníamos que escribir una monografía que englobara estos debates y sacar nuestras propias conclusiones basándonos en nuestro trabajo de investigación.

Me llevó mucho tiempo decidir el tema de mi investigación. Aun después de estar bastante avanzado en ella, iba muy despacio y pensé con frecuencia en desistir. Traté de saber que la Mente era una y que yo no estaba compitiendo con otras mentes humanas, que todo lo que tenía que hacer era dar lo mejor de mí y dejar el resto en manos de la Mente. Pero cuando terminé la investigación y comencé a escribir la monografía, todavía mis pensamientos no habían tomado forma, no podía empezar con el tema ni desarrollar la discusión. Finalmente, cuando sólo me quedaban tres días para entregarla, recurrí una vez más a la explicación de Mente que se encuentra en la página 469 de Ciencia y Salud: “Lo que extermina al error es la gran verdad que Dios, el bien, es la Mente única y que el supuesto contrario de la Mente infinita —llamado diablo o mal— no es Mente, no es Verdad, sino error, sin inteligencia ni realidad”.

Me pregunté: ¿Qué significa para mí que Dios, el bien, es la única Mente? La respuesta fue inmediata: si Dios, el bien, es la única Mente, Dios llena todo el espacio y no queda lugar para que lo ocupen mentes humanas limitadas. Dios es la única Mente, la única inteligencia y Él es mi Mente, mi inteligencia. Dios es la fuente de toda inteligencia, de todos los pensamientos, y Él está impartiéndolos incesantemente a Su imagen y semejanza, el hombre, es decir, a mí, a mi profesor y a mis compañeros de estudio. Dios jamás está distante de Su amado Hijo, de Su imagen y semejanza. No existe un Dios ausente, un Dios alejado de mí.

A esta altura un versículo del himno 123 del Himnario de la Christian Science me vino al pensamiento: “Y si duras pruebas te hacen padecer, mediante Mi gracia las has de vencer”. Con esto, pude avanzar rápidamente. Me vinieron las ideas una tras otra, y a medida que las escribía empecé a descubrir que el trabajo comenzaba a tomar forma. Escribí toda esa noche y durante dos días, cambiando el orden de oraciones y párrafos para que estuvieran bien organizados y presentaran una estructura correcta, y lo terminé el día de la presentación.

Fue una experiencia sagrada. Sentí que lo que estaba escribiendo no salía de mi propia voluntad sino que estaba alineado con la voluntad de la única Mente, Dios. No fue éste un ejercicio de la inteligencia humana limitada, sino la manifestación del único Dios infinito, la Mente divina. Si bien no me preocupaban los resultados, mi monografía fue considerada la mejor que se había escrito ese año.

Desde entonces, toda vez que he enfrentado desafíos, la aplicación de la verdad de que Dios es la única Mente me ha guiado a soluciones asombrosas. Estoy profundamente agradecido a Cristo Jesús y sus enseñanzas, a la Christian Science, que se basa en estas enseñanzas, y a su Descubridora y Fundadora, Mary Baker Eddy.

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