Mi Mamá Empezó a estudiar la Christian Science cuando yo tenía 3 años. Algunos de mis primeros recuerdos es haber asistido a la Escuela Dominical de la entonces Sociedad de la Christian Science en Tokio, y haber aprendido los Diez Mandamientos. La maestra insistía especialmente en el Primer Mandamiento: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”. Una de las explicaciones que nos dio fue que la Christian Science define a Dios como Mente y que, por lo tanto, tener un solo Dios significa tener una sola Mente como nuestra propia mente. Si bien parece que la gente tiene muchas mentes, toda clase de maneras de pensar, en realidad Dios es la fuente de todo pensamiento y este Dios es Mente. Fuera de Dios no hay pensamiento y no hay mente. Esta enseñanza temprana ha sido invalorable para mí, y estoy agradecido por haber tenido muchas oportunidades de probarlo.
La demostración más inolvidable de esta verdad sucedió poco después de haber egresado del colegio de estudios superiores e ingresado al programa de estudios internacionales de una universidad de los Estados Unidos, que era una de las instituciones de enseñanza más prestigiosas del mundo.
El requisito principal era asistir durante todo un año a un seminario conducido por el profesor a cargo del programa. Cada estudiante tenía que escoger un tema especial de investigación y presentarlo al seminario para que se entablara un activo intercambio de ideas. Al final del año lectivo, teníamos que escribir una monografía que englobara estos debates y sacar nuestras propias conclusiones basándonos en nuestro trabajo de investigación.
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