Estoy feliz de sentir una vez más la presencia y el cuidado inagotable del Altísimo. Estoy convencida de que realmente toda necesidad es respondida y cada respuesta encuentra su necesidad.
Por lo tanto, en la casa del Altísimo siempre hay equilibrio y armonía. Un verano, el techo de nuestra dacha rural comenzó a gotear. Después, en el invierno, otra parte del techo voló durante una tormenta. Unos obreros que vivían cerca, prometieron conseguir los materiales para construir un techo nuevo. Con nuestra modesta entrada, mi familia sólo pudo ahorrar la mitad de la suma necesaria para pagar el trabajo. Mientras tanto, los obreros, con mucha paciencia, esperaron el resto del pago.
Comprendí que el Omnipresente conoce toda necesidad y que el Principio no conoce la escasez. No obstante, llegó la primavera, y debido a la deuda nos sentíamos avergonzados de hasta siquiera estar en presencia de nuestros vecinos.
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