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Para Teens

“Dios mío, ¿estás aquí?”

Del número de junio de 2002 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Estoy estudiando en la universidad, y a veces, después de un día largo me siento como desorientada. Me tengo que preparar para los seminarios, hacer la tarea y mantenerme al día con los amigos. También de vez en cuando tengo que comer. Siempre hay algún rincón de mi departamento de estudiante, de 12 m2, que tengo que arreglar, y con frecuencia me llaman para ver si puedo trabajar por la noche; cuido niños. Hay veces que mis semanas están tan llenas de cosas por hacer que no sé si voy a poder terminar con todo. ¿Te resulta conocido?

Casi todos saben lo que es estar hasta la coronilla de trabajo. Algunos puede que, para distenderse, salgan a caminar un rato, otros hablen por teléfono con sus amigos, o entren al Internet. Cuando tengo mucho que hacer me gusta recordar algo que leí en el libro Momo de Michael Ende. Él describe al personaje llamado Beppo, que limpia las calles, y el lema de él es “Nunca se ha de pensar en toda la calle de una vez. Sólo hay que pensar en el paso siguiente, en la inspiración siguiente, en la siguiente barrida”. Desde un punto de vista práctico, ésta es una de las mejores estrategias. Si piensas en toda la calle, o en la gran montaña de trabajo por hacer, pierdes el tiempo en eso en lugar de comenzar a trabajar.

Para mí es importante saber que Dios provee todo lo necesario a Sus hijos. Uno de los libros que leo con frecuencia es la Biblia, porque te dice que Dios está siempre con nosotros y nos rodea. Y que Él tiene un buen plan para nosotros. Me siento muy reconfortada cuando leo “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos y Él enderezará tus veredas”. Proverbios 3:5, 6.

Dios tiene el mejor plan para mí

Pero ¿quién es este Dios en el que debemos apoyarnos? ¿Podemos acaso verlo o tocarlo? ¿Existe acaso? ¿Y qué relación tiene Dios con nosotros y nuestros problemas?

Mary Baker Eddy escribió un libro que explica exactamente todas estas cosas. Se trata de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras. Y este libro me enseñó a orar. Me ayudó a comprender que Dios es Amor, y que cuida de nosotros de la mejor manera, con mucho amor. El hecho de que Dios nos ama es una ley divina. Y las leyes de Dios funcionan igual que las leyes de las matemáticas: se encuentran en todas partes del mundo y se pueden aplicar a cualquier situación.

¿De qué manera pueden estas leyes de Dios ayudarnos en la vida diaria? ¿Cómo nos pueden ayudar a enfrentar situaciones difíciles? Bueno, permíteme contarte lo que me ocurrió a mí.

Hace poco tuve una semana caótica. Por las noches caía en la cama exhausta después de un día lleno de actividades, pero me dije a mí misma que Dios, quien es Amor, de ninguna manera me abandonaría. Él ama a Sus hijos todo el tiempo, y no más un día que otro. Estos pensamientos me ayudaron a hacer mi trabajo con calma y confianza. Para cuando llegó el fin de semana había podido terminar todo el trabajo. No obstante, el viernes tenía que asistir a una reunión de jóvenes, y debía tomar cierto tren para llegar allí.

Luego recordé que antes de tomar el tren tendría que sacar algunas fotocopias importantes para la reunión. Hice los planes para ver qué autobuses tenía que tomar para llegar a la reunión, y cuánto tiempo tendría para sacar las copias. Era un buen plan.

Pero entonces el autobús quedó atrapado en un embotellamiento de tránsito. Me dio un poco de miedo. Pensé: “Y ahora ¿qué hago?” Pero entonces recordé que Dios tendría que estar allí a tiempo también. Miré la hoja que debía copiar. Decía: “El corazón del hombre piensa su camino; mas Jehová endereza sus pasos”.1 Pensé: “Muy bien, Dios mío, Guíame, porque yo no sé cómo hacerlo”.

Al rato el autobús pudo salir de esa calle y me bajé y caminé hasta un negocio para sacar las fotocopias. Me sentía muy confiada. “Dios tiene el mejor plan para mí”. Me hicieron las copias muy rápido y cuando salí, el autobús seguía allí en medio del tráfico.

“Por lo general, los conductores no te permiten subir cuando no estás en la parada”, pensé. “Y todos los conductores tienen una mala actitud”. Allí me di cuenta de que tenía cambiar “mi” actitud. Pensé que Dios amaba mucho al conductor del autobús también. Pasé corriendo entre los coches haciéndole señas para que me permitiera subir. Y el conductor abrió la puerta.

Muy poco después el tránsito se normalizó. Cuando llegamos a la estación tuve el tiempo suficiente para comprar el boleto. El tren ya estaba en la estación pero yo le grité al conductor: “Tengo que tomar este tren”. Él me sonrió. El tren acababa de llegar y todavía había gente bajando del mismo.

Estoy muy agradecida a Dios por hacer todo tan oportunamente. Cuando me senté en el tren sentí la presencia de Dios. Él cuida de Sus hijos, si ellos se lo permiten. Ahora sé con toda seguridad, que Dios está siempre con nosotros.


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