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Un juego limpio

Del número de junio de 2002 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¡El Primer Campeonato Mundial de Fútbol del Siglo XXI está aquí! Qué magnífica oportunidad para comenzar con ideales renovados y actitudes honestas. El mundo espera ver un despliegue de destreza futbolística dentro de un marco de hermandad, equilibrio emocional y juego limpio.

Anfitriones, jugadores, seleciones y asociaciones se preparan con lo mejor del deporte y una buena organización. Eventos de esta naturaleza nos dan la oportunidad de buscar y reconocer, una vez más, la presencia y el poder de Dios. La confianza en Su supremacía y cuidado nos permite disfrutar de estos encuentros futbolísticos y ser testigos del entusiasmo de las selecciones y de los árbitros y sus colaboradores que demuestran precisión, objetividad e imparcialidad.

Todo el poder y la actividad pertenecen a Dios, que es el Principio creador. Este Principio es la Vida que anima la creación, que es totalmente espiritual. El hombre es la imagen y semejanza de Dios y refleja Su energía, que jamás se agota. Toda la actividad emana de Dios, no de los elementos materiales. El reconocimiento humilde y devoto de que el hombre es el reflejo de Dios le da la confianza, la agilidad, la coordinación, el vigor y la flexibilidad que son tan esenciales en el mundo de los deportes.

El atleta que admite la presencia de Dios como Principio divino espiritualiza su propio pensamiento y llega a percibir que la fortaleza, la plasticidad y la resistencia no dependen del tamaño ni de la musculatura del físico. Reconoce que el hombre es enteramente gobernado por Dios, y este reconocimiento eleva e inspira su conciencia, impartiéndole la fuerza para soportar el duro entrenamiento. Cuanto más aplica este discernimiento con honestidad y persistencia, tanto mejor es su actuación en el ardor de la competencia.

En el mundo del fútbol hay modelos de integridad moral que sirven de inspiración para los jugadores que irán a las canchas este año. Es el caso de Juan Alberto Schiaffino, un futbolista uruguayo que fue ejemplo de caballerosidad y de juego limpio, que comenzó su carrera en el año 1946. Durante su trayectoria deportiva se impuso por su serenidad y por no recurrir a la agresión física para hacerse respetar; esto le valió el reconocimiento mundial por su humildad y hombría de bien. Hace poco fue elegido como el mejor jugador extranjero que haya actuado en el fútbol italiano.

Cuando me interesé en el periodismo deportivo tuve el privilegio de tenerlo como profesor de tácticas de fútbol en el Círculo de Periodistas Deportivos del Uruguay. Allí pude comprobar su capacidad intelectual, su habilidad técnica y su amor por el deporte. Resulta alentador saber que ejemplos como el de Schiaffino abundan en el escenario deportivo mundial, porque esto indica que los valores honorables son de carácter universal.

Preparémonos entonces para disfrutar del espectáculo. No importa en qué parte del mundo vivamos, nuestras oraciones antes, durante y después de los partidos contribuirán a que éste sea un acontecimiento memorable en un ambiente de seguridad, orden, respeto y armonía, dentro y fuera del campo de juego.

Será verdaderamente una fiesta deportiva.

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