Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

En la cancha sin temor a las lesiones

Del número de junio de 2002 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Con Mucha frecuencia escuchamos hablar de los beneficios de practicar deportes. Debido a ello, millones de personas en todo el mundo, incluso quienes no gustan de las actividades físicas, tratan de caminar, correr o andar en bicicleta por las calles y parques de la ciudad, en un intento por preservar la salud.

Paradójicamente, también se dice que todo deportista está expuesto a sufrir lesiones; que el correr sobre superficies duras puede perjudicar la columna y las articulaciones, que las canchas de césped artificial pueden afectar las rodillas y que los atletas de mayor edad se lesionan con más frecuencia y necesitan más tiempo para recuperarse.

Yo juego al fútbol “5” y al básquetbol, soy corredor amateur y asiduo concurrente al gimnasio. Muchas veces me he preguntado ¿cuál es la mejor forma de preservar mi salud? La respuesta es: la oración.

Dios: la mejor protección para el deportista.

Orar, con el reconocimiento de la identidad espiritual del hombre, brinda protección segura. Me he dado cuenta de que la pregunta fundamental que debo responder es: ¿qué es el hombre?, y por consiguiente, ¿qué soy yo? ¿Soy acaso un ser material, con una determinada edad, características físicas y herencia genética?

Yo encuentro inspiración y aliento en esta parte de la definición de lo que es el hombre, que aparece en el libro Ciencia y Salud: “La compuesta idea del Espíritu infinito; la imagen y semejanza espiritual de Dios; la representación completa de la Mente”.Ciencia y Salud, pág. 591:6.

Cuando comprendemos este revolucionario concepto, podemos observar una completa transformación en nuestra experiencia. De ella se deduce que la sustancia de nuestro ser es espiritual y que, por lo tanto, nuestro ámbito natural no es la materia y sus limitaciones, sino el Espíritu y Sus posibilidades infinitas.

Toda la inteligencia, fortaleza, belleza y libertad inmortales que son características de la Deidad forman parte de nuestro ser espiritual, porque el hombre es la expresión de Dios. Reconocer este hecho ayuda a mantener la salud y el bienestar y nos permite ver que no son los genes ni la edad los que determinan la flexibilidad de nuestros huesos y articulaciones ni la fortaleza de nuestro cuerpo. Dios no ha establecido leyes materiales que limiten a Su creación, sino que sus leyes espirituales e invariables preservan la vida y la salud de Sus hijos. Este razonamiento espiritual nos resguarda de lesiones y accidentes y beneficia el cuerpo humano.

En una ocasión, después de jugar un partido de fútbol sobre césped sintético, me empezó a doler mucho una rodilla y por algún tiempo no pude jugar. Yo había visto a jugadores de fútbol “5” retirarse de la cancha con problemas en las rodillas y pasar varias semanas en recuperación. Sin embargo, bien sabía que la oración podía mantenerme separado de las opiniones tan arraigadas sobre las lesiones, y sanarme.

Las leyes de Dios no limitan a Su creación.

Le conté lo que me pasaba a una amiga muy querida, quien me sugirió que leyera varias citas de la Biblia que hacen referencia a la palabra “rodilla”. Una de ellas dice: “A mí se doblará toda rodilla, y jurará toda lengua”. Isaías 45:23. Me di cuenta de que debía inclinarme únicamente ante Dios, el Principio divino de mi existencia, y no ante las teorías humanas. Así fui comprendiendo que si vivo en el universo de Dios, la sustancia de mi ser es espiritual e inalterable. Durante las siguientes semanas procuré estar más consciente de mi invariable relación con Dios, en lugar de pensar en mi rodilla.

Gracias a ese razonamiento espiritual y a la ayuda mediante la oración que recibí de mi amiga, pronto pude volver a jugar con absoluta libertad.

Desde que tuve esa experiencia vigilo más mi pensamiento. Lo hago antes, durante y después de cada partido, y estoy más consciente de mi propia identidad espiritual, así como la de todos mis compañeros y rivales.

Los deportistas pueden encontrar en Dios la mejor protección contra toda clase de lesiones y accidentes. Y quienes no practican deportes, a su vez, pueden saber que no es indispensable realizar actividades atléticas para mantenerse sanos, pues su salud está gobernada por leyes espirituales, las mismas leyes que gobiernan al más consumado deportista.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / junio de 2002

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.