Conocí la Christian Science cuando tenía cinco años. En aquel entonces yo no comía casi nada. Mi piel tenía un color terroso espantoso, y era muy delgadita, pesaba unos 25 kilos. Nadie sabía lo que tenía. Incluso un profesor de pediatría, muy famoso en Uruguay, le dijo a mi padre que yo ya estaba desahuciada, porque debido a mi extrema debilidad cuando llegara a la edad del desarrollo no lo resistiría.
Al enterarse de mi situación, un amigo de mi padre le comentó que la Christian Science había ayudado muchísimo a su señora. Mis padres entonces empezaron a orar y a estudiar el libro Ciencia y Salud, que enseña que el hombre es hijo de Dios, creado espiritual y perfecto. Y pronto comencé a mejorar. Ya tenía colores en la cara, podía comer, y de ahí en adelante seguí hasta que sané por completo.
Años después, los médicos me dijeron que no iba a poder tener hijos, y que tendrían que hacerme una operación. Me pronosticaban que tendría problemas para dar a luz. Entonces me puse a analizar que si los hijos de Dios ya son perfectos, yo no necesitaría ninguna operación.
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