UNA TARDE, hace ya algunos años, llevé un libro sobre la curación espiritual a la Biblioteca del Centro Pompidou de París. Mi iglesia le enviaba ese libro como regalo a dicha biblioteca. Deseando que el libro fuera aceptado, yo había estado orando para que estuviera en un lugar donde fuera útil a la gente.
En el metro, ya de camino a la biblioteca, pensé que la donación de este libro era un acto de amor, y que todo lo que estuviera envuelto en ese acto estaba bajo el control de Dios y por lo tanto debía ser bueno.
Yo estaba sola cuando me dirigía a cambiar de línea, y ya en la plataforma, a punto de insertar el boleto en el molinete de entrada, oí ruido de pisadas rápidas detrás de mí. Entonces vi que dos hombres jóvenes saltaban por encima del molinete.
Al principio, no les presté ninguna atención ya que mi pensamiento estaba centrado en Dios y en la manera en que Él regía lo que yo estaba haciendo. Los dos hombres caminaron delante de mí algunos metros y luego, súbitamente, me enfrentaron. Uno de ellos tenía un arma en la mano.
Inmediatamente me oí a mí misma decirles: "¡Qué lástima! Ustedes parecen unos jóvenes tan agradables".
Se miraron y echaron a correr. Continué mi viaje sin ningún inconveniente, aún sintiendo la presencia de Dios a mi alrededor.
Cuando llegué a la Biblioteca, la donación del libro se desarrolló con toda normalidad.
Siento una profunda gratitud cuando pienso en ese incidente. Estoy agradecida, no sólo por la protección que tuve cuando enfrenté la amenaza de violencia, sino por la perfecta calma que sentí. Desde entonces, nunca he tenido temor de tomar el metro y nunca he dejado de sentirme segura. Lo único que esa experiencia me dejó es una sensación de paz.
Saint-Cloud, Francia