UNA TARDE, hace ya algunos años, llevé un libro sobre la curación espiritual a la Biblioteca del Centro Pompidou de París. Mi iglesia le enviaba ese libro como regalo a dicha biblioteca. Deseando que el libro fuera aceptado, yo había estado orando para que estuviera en un lugar donde fuera útil a la gente.
En el metro, ya de camino a la biblioteca, pensé que la donación de este libro era un acto de amor, y que todo lo que estuviera envuelto en ese acto estaba bajo el control de Dios y por lo tanto debía ser bueno.
Yo estaba sola cuando me dirigía a cambiar de línea, y ya en la plataforma, a punto de insertar el boleto en el molinete de entrada, oí ruido de pisadas rápidas detrás de mí. Entonces vi que dos hombres jóvenes saltaban por encima del molinete.