UN DÍA, fui al supermercado después del trabajo y de pronto perdí casi totalmente la vista en el ojo izquierdo. Al principio me sentí tentada a cuestionar lo sucedido. "¿De dónde vino esto? ¿Por qué ocurrió así de repente?" Entonces me vino el pensamiento: "No trates de responder a esas preguntas. No aceptes lo ocurrido. En lugar de eso, concéntrate en las verdades espirituales que pueden sanar el problema".
Cuando regresaba caminando a casa, me mantuve mentalmente con la idea de que yo no tenía por qué aceptar la situación. Pensé en una línea del Padre Nuestro que dice "Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra" (Mateo 6:10). La interpretación espiritual de Mary Baker Eddy de esa oración dice: "Capacítanos para saber que — como en el cielo, así también en la tierra — Dios es omnipotente, supremo". (Ciencia y Salud, pág. 17). Cuando oro con esta frase, a menudo agrego los atributos y sinónimos de Dios. Aquella noche oré diciendo: "Dios, el bien, es omnipotente, supremo. Dios, la Vida, es omnipotente, suprema". Yo sabía que era y siempre había sido la manifestación de esa Vida omnipotente, que sólo es buena y desconoce toda descomposición o pérdida.
También de camino a casa, pensé en una parte del poema de Mary Baker Eddy llamado "Alba de Navidad": "Verdad [infinita] que por encima estás de lucha y mal, de toda mancha o credo cruel... (Himno No 25 del Himnario de la Christian Science) El poema dice "Verdad infinita", pero yo pensé en ella como "Visión infinita". La visión infinita siempre ve la realidad espiritual de la perfección, no ve la lucha material. Yo tenía que "enfocar" mi pensamiento en la realidad espiritual, o sea, en el bien de Dios. Si bien esa realidad ya estaba a mi alrededor, yo necesitaba usar la visión espiritual, no la material, para verla.
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