UN SÁBADO decidimos con mi esposo visitar a una amiga que vivía a unos 100 Km, y luego de pasar una jornada agradable vimos la posibilidad de quedarnos hasta el día siguiente. Nos retiramos a descansar, y no había pasado mucho tiempo cuando repentinamente desperté con grandes dolores abdominales. Tanto me quejaba que mi marido alarmado, llamó a la dueña de casa y se preparó para llevarme al hospital.
Pero en un momento me di cuenta de que las quejas no me conducían a nada bueno. Entonces, me vino una idea que me ayudó mucho: la idea de que la Verdad espiritual restaura la armonía. Oré pensando en esta idea y tratando de razonar para ver que toda la vida es una manifestación infinita de Dios, que es el bien, y que todo lo que es real está en la Mente única, en la conciencia divina.
Mi amiga, que también estudia la Christian Science, corrió a mi cuarto y le pedí que me leyera en voz alta del libro Ciencia y Salud. Unas de las líneas que leyó decía así: "Sed firmes en vuestra comprensión de que la Mente divina gobierna y que en la Ciencia el hombre refleja el gobierno de Dios" (pág. 393).
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