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Crónica sobre pequeños héroes

Del número de febrero de 2003 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


LAS crónicas de los diarios colombianos abundan en información sobre los niños que han sido muy afectados por la pobreza, los defectos del modelo educativo estatal y el desplazamiento forzoso generado por la violencia armada.

El 29 de septiembre del año pasado, El Tiempo de Colombia publicó la crónica de su enviada especial, Lorena Muñoz Marrugo, sobre un caserío en la Costa norte llamado El Salado, vereda del municipio El Carmen de Bolívar. Los habitantes de la población, entre ellos maestros y alumnos, tuvieron que abandonar el lugar a causa de una incursión paramilitar. Los maestros, temerosos, nunca regresaron. Pero entre quienes sí lo hicieron estaba María Magdalena Padilla y su familia. María Magdalena es una niña de 12 años que dejó el colegio donde comenzaba su educación secundaria, en la cabecera municipal, para regresar a su pueblo.

Enfrentarse a la circunstancia de ver sus sueños de progreso y realización amenazados, despertó en esta jovencita su capacidad de liderazgo. Asumió que enseñaría a los niños de su pueblo donde es ahora protagonista de primer orden. A nivel nacional es un ejemplo aplaudido en todos los sectores de opinión en la comunidad. Se convirtió en la profesora que dicta matemáticas simples, geografía, y hasta ciencias naturales, a un grupo de pequeñitos, a la sombra de un rancho derruido. El grupo de la "seño Mayito", como han comenzado a llamarla sus alumnos, aumenta día a día. Principalmente, ha logrado enseñar a sus coterráneos a amar el estudio en vez de olvidarlo. Escasos centímetros diferencian la estatura de la niña profesora de la de sus estudiantes.

Ella es ahora un símbolo de temple, optimismo y superación en medio del desastre. Acaba de cumplir sus 13 años, esta líder natural con sentido social solidario, con vocación de servicio y movida por el amor desinteresado.

Indudablemente se fortalece la esperanza ciudadana en este trozo del universo, cuando son sus propios niños quienes con valentía inusitada asumen el reto de trabajar para la superación de dificultades que los adultos, insensiblemente, han provocado.

El programa de televisión "La Noche" entrevistó a la "seño Mayito" y a Eduardo, un chico de 8 años. Y en la transmisión se pudo conseguir ayuda por parte de las instituciones del Estado que demuestran gran empeño, muy loable por cierto, y de parte del gobierno actual, que ya está puesto en marcha para responder a la crisis de la deserción escolar, cuyas estadísticas del momento son de un millón de niños por año.

Pero Eduardo, el chico antes mencionado, que sueña con ser presidente, como a su misma edad lo soñara el Presidente Uribe Vélez, ve muy remota la cristalización de su sueño intuye tan precarias sus posibilidades. Entonces dice desesperanzado: "Sólo un milagro me haría cumplir mis sueños".

Mirando estas cosas desde otra perspectiva, con un enfoque espiritual, respondí en silencio a este niño: "El milagro ya existe. Es la maravilla del amor de Dios, Padre-Madre, Ministro, Médico". Estas son ideas que he encontrado en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy.

Esta pensadora espiritual fue escritora y maestra en su época, seguidora del maestro por excelencia, Jesús, el Cristo.

Sabios líderes desde su infancia, los dos amaron mucho a los niños. Les enseñaron sobre su origen en Dios, en el Espíritu, no en la carne. Y es por ese origen espiritual que a los niños y niñas, hombres y mujeres de todas las épocas y de todas las naciones, nos ha sido dada una herencia rica y abundante, apropiada para responder a las necesidades de la familia humana, en todo tiempo y cualquiera sean las circunstancias.

Las crónicas del Antiguo Testamento y de los Evangelios en la Biblia, registran la superación y curación de problemas en niños, cuando sus mayores buscaron ayuda en fuentes espirituales que, en contraste con las fuentes materiales, sí son infinitas y fluyen inagotables en lluvias de bendición sobre todo y todos.

Una de esas crónicas bíblicas dice así: "Entonces le fueron presentados unos niños, para que pusiese las manos sobre ellos, y orase; y los discípulos los reprendieron. Pero Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos". Mateo 19:13, 14.

Otro relato en el libro de Isaías dice muy claramente que somos, tanto niños como adultos, participantes de la naturaleza divina, hechos a Su semejanza y creados por Él. Se comprende allí que en vez de desplazados, somos Sus escogidos. ("He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento..." Isaías 42:1.)

Pedro, en su primera epístola, se refiere al pueblo de Dios de esta manera: "Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio..." 1 Pedro 2:9.

Los niños y niñas del mundo entero, de toda raza y nacionalidad, lo mismo que los adultos, somos las "ñañitas" de Dios, de estirpe espiritual y divina, por Su gracia y bondad. La herencia de los hijos de Dios es abundante y sin limitaciones en ningún sentido. Entonces, podemos esperar confiados y felices que como Sus escogidos, la seño Mayito, Eduardo, y todas las generaciones presentes y futuras, tienen asegurado el porvenir y la realización de sus justas y legítimas ambiciones, en el milagro o maravilla que es Dios, el Espíritu. Mediante su Cristo, Él está transformando, irresistiblemente, la masa fermentada de la problemática nacional y mundial.

Cuando este número iba a imprenta nos enteramos de que María Magdalena pronto va a ser alumna nuevamente. Las autoridades proveerán a su escuela de nuevos maestros.

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