HACE ALGÚN tiempo, vi con unos amigos un programa cómico por televisión llamado "La Familia Temerosa". Siempre que sonaba el timbre o sucedía algo inusual, todos los miembros de la familia pedían auxilio a gritos y se abrazaban, con los pelos de punta. El programa presentaba el temor como algo tan ridículo que resultaba gracioso.
Sin embargo, para muchas personas el temor no tiene nada de gracioso, sino que es algo muy real, capaz de inhibir la capacidad natural de llevar una vida feliz y productiva.
Hace algunos años comencé a sentir un temor intenso, que se presentaba de manera repentina y sin razón aparente. A veces incluso tenía que hacer un esfuerzo para mantenerme consciente. En general, quienes me rodeaban no se daban cuenta de lo que me pasaba, pero yo me sentía tan avergonzada por la situación que a menudo evitaba el contacto con otras personas, pues no deseaba tener que interrumpir una conversación para explicarles que necesitaba estar a solas y orar. Algunas mañanas prefería quedarme en cama en lugar de levantarme y encarar las actividades del día. Sin embargo, no me di por vencida. Se me ocurrió tender la cama inmediatamente después de levantarme para no tener la tentación de volver a acostarme.
El temor continuó durante varios años, pero ante cada nueva batalla, encontraba los pensamientos justos que me ayudaban a superar la situación. Estudié en la Biblia y en los escritos de Mary Baker Eddy citas sobre temor, amor y mente.
El siguiente pasaje de la Biblia me resultó muy útil: "En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor". 1 Juan 4:18. Razoné que el "perfecto Amor" que echaría fuera el temor era Dios. Puesto que el Amor infinito y espiritual es perfecto, Su naturaleza y presencia destruyen el temor. No hay nada perfecto en el mal y por eso el perfecto amor del Espíritu lo echa fuera. Oré de todo corazón para reconocer y abandonar todo lo que me impidiera comprender y conocer este amor perfecto.
Aunque el temor persistía y se presentaba a menudo, mis actividades diarias no me permitían huir a la cima de una montaña a orar. En aquella época, mi esposo era capellán del Ejército y yo lo ayudaba a cumplir su tarea. Además, mi práctica como sanadora espiritual comenzaba a crecer, habíamos adoptado niños y yo tenía que cantar en público.
Paso a paso me di cuenta de que, a pesar del temor, podía continuar desarrollando mis actividades diarias. Yo sabía que Dios me mostraría que el miedo no tiene poder alguno. Cada vez que creía que no podría seguir adelante, la siguiente declaración de Ciencia y Salud me daba valor: "El temor jamás ha detenido al ser y su acción".Ciencia y Salud, pág. 151. Estaba aprendiendo que yo era la expresión del ser del Espíritu, por lo que no podía dejar de expresar ninguna actividad normal.
El momento decisivo llegó una noche en que me desperté sobrecogida de temor. Para no molestar a los demás integrantes de la familia, me quedé en mi habitación, a oscuras, orando con todo el corazón para ser liberada de tan horrible sensación. En esa época vivíamos en Texas y el cielo era particularmente hermoso por las noches. Mientras oraba, sentí el impulso de levantarme, abrir la ventana y mirar las estrellas. Al dirigir la mirada hacia el cielo, no pude ver ni una sola estrella, pues estaba completamente cubierto.
Al principio, creí que Dios me había abandonado, pero a pesar del pánico que me había invadido continué escuchando Su voz. Finalmente escuché la siguiente pregunta, hecha en un tono muy suave: "¿Están las estrellas allí arriba?" Yo contesté" "Sí". Luego escuché la siguiente explicación, tierna pero firme: "Las estrellas están en perfecto orden, al igual que tus pensamientos. Ni todas las nubes del mundo pueden alterar el perfecto orden estelar, así como, tus temores y ansiedades no pueden alterar los pensamientos que Yo te he dado, que están en perfecto orden en este mismo momento". De pronto, una gran paz inundó mi conciencia y todo el temor se desvaneció. Volví a la cama a dormir envuelta en los brazos del Amor divino.
Yo había creído, erróneamente, que podía elegir entre tener buenos o malos pensamientos. No había comprendido que, como hija de Dios, mis pensamientos y todo mi ser tenían su origen en el único Creador. Puesto que los pensamientos que Dios imparte a Su creación son totalmente buenos, espirituales, puros e invariables, jamás pueden volverse desemejantes a Dios, su fuente divina.
Yo había creído, erróneamente, que podía elegir entre tener buenos o malos pensamientos.
A medida que aumentaba mi comprensión espiritual, me di cuenta de que, si bien podemos recordar los pensamientos del pasado y anticipar los del futuro, Dios y Su creación viven en el eterno ahora. Allí es donde usted y yo realmente existimos porque somos seres espirituales que viven en la eternidad, no en el tiempo. Este hecho nos libera de creer que comenzamos con un proceso material y no con Dios. Dicho proceso quizás incluya un ADN heredado en la gestación o cualquier clase de antecedente familiar negativo. El sufrimiento causado por daños al medio ambiente por drogas, accidentes, tendencias antinaturales, etc., puede desaparecer cuando se entiende claramente que todo pensamiento real procede del Padre-Madre universal que llamamos Dios. Entonces comenzamos a percibir la vida como realmente es, como Dios la ha creado.
Mary Baker Eddy, cuya vida fue renovada, escribió en su autobiografía Retrospección e Introspección: "La historia humana necesita revisarse y el registro material borrarse".Retrospección e Introspección, pág. 22. Esto sólo es posible porque la historia material no es la historia de la realidad, sino de nuestras creencias acerca de la realidad. En ella, tanto el bien como el mal son posibles, pero lo que Dios conoce es la única realidad, y Dios es sólo el bien. Aun una pequeña comprensión de este hecho comienza a liberarnos de las cargas y los temores asociados con el pasado, el presente y el futuro. Los pensamientos que Dios nos ha dado son nuestros ahora, siempre lo han sido y siempre lo serán.
No tenemos que esperar hasta que hayamos superado todos nuestros temores para reclamar nuestra libertad. La Biblia dice que Dios adereza mesa "en presencia de [nuestros] angustiadores". Salmo 23:5. Dios es nuestra Mente intrépida, por lo que estamos seguros bajo Su cuidado, nos sentimos como en casa en Su amor.
Después de aquella noche en Texas, tuve algunas otras experiencias de temor, aunque menos intensas, hasta que, finalmente, todo vestigio de temor súbito desapareció por completo. Ahora me encanta contemplar las noches estrelladas, aun cuando haya nubes, porque sé que las estrellas están allí, en perfecto orden, al igual que los pensamientos que Dios me da.