HACE UNOS meses, en medio de los días tan difíciles que se viven en la Argentina, en la sección "Cartas de Lectores" del diario La Nación de Buenos Aires, se publicó una carta que comenzaba de la siguiente manera: "En el Salón Blanco de la Casa Rosada, el gobierno fue nuevamente testigo del paso de innumerables nuevos funcionarios, que ponían su mano sobre un ejemplar de la Biblia, y juraban, por Dios, la Patria y esos mismos Evangelios, que cumplirían con sus responsabilidades. Pero una vez más, como todos sus antecesores, juraron sobre una Biblia cerrada. ¿No habrá llegado la hora — a juzgar por los resultados — de pedirles que antes de prestar juramento, no sólo lean la Biblia, sino que además mediten sobre su contenido?"
Es una reflexión muy atinada. Nos recuerda que deberíamos orar para que los funcionarios siguieran este consejo antes de adoptar medidas de gobierno.
Si bien los gobiernos democráticos, que hoy son mayoría en las Américas, han traído consigo una mayor libertad, aún encuentran difícil cumplir con la totalidad de su agenda, que tal vez incluya una economía más sana, justicia social, educación para todos, etc. Quizás esa dificultad se deba a que muchas veces se acepta que el poder, o la ley, proviene del hombre y, en consecuencia, puede ser controlado por él.
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