AL INICIARSE la década de los sesenta, los continentes latinoamericano y europeo estaban bien provistos con varias ediciones de El Heraldo de la Christian Science. Era hora de que las naciones del vasto subcontinente asiático recibieran el Heraldo.
En enero de 1960, La Junta Directiva de la Christian Science le pidió a Helen Wood Bauman, en ese entonces redactora de las publicaciones periódicas de La Sociedad Editora de la Christian Science, y a George Nay, Redactor Adjunto del Heraldo, que consideraran la posibilidad de producir una edición asiática semestral de la revista.
A continuación se hizo una investigación sobre los diversos idiomas que se hablaban en la región, y se hicieron reuniones para determinar cuáles de ellos debían incluirse en esta nueva publicación. La cantidad de idiomas a elegir era importante porque afectaría el número de páginas dedicado a cada lengua, si se le daba igual tratamiento a cada una de ellas. Hubo propuestas de entre tres y cuatro idiomas, aunque el informe que Bauman y Nay enviaron a los Directores dejaba bien en claro que no sería posible cubrir una parte tan vasta del mundo con sólo cuatro de ellos.
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