Jer Master siempre se ha dedicado a sanar a la gente. En una época fue médico, y hoy es practicista y maestra de la Christian Science. Ella vive en Bombay (cuyo nombre oficial es Mumbai), centro económico, educativo y cultural de la India, situado en una isla similar a Manhattan sobre el Mar de Arabia. La ciudad cuenta con doce millones de habitantes, nunca duerme y se caracteriza por tener calles angostas y “tránsito y ruido” muy intensos, dice Jer [se pronuncia yer], quien vive en el centro de la ciudad en un apartamento grande de cinco habitaciones en un primer piso. “Si necesito hablar con alguien por teléfono y no quiero que escuche el ruido de la calle”, explica, dando a entender que a veces el silencio interior es más fácil de lograr que el exterior, “tengo que cerrar las ventanas y prender el equipo de aire acondicionado”.
Como integrante del Cuerpo de Conferenciantes de la Christian Science, Jer ha viajado por más de 15 años por toda Norteamérica, Europa, Asia, Australia y África, diseminando el mensaje ancestral de que Dios está siempre presente para ayudar y sanar. Ella habló por teléfono con
de la revista The Christian Science Journal, acerca de la curación espiritual.Usted hizo un cambio; pasó del mundo de la medicina al de la curación espiritual, era médico y ahora es sanadora metafísica. ¿Por qué no nos cuenta cómo sucedió?
Obtuve mi título de Doctora en Medicina en la Universidad de Bombay. Luego estudié durante dos años en el Hospital del Centro Médico Universitario Cornell en Manhattan, Nueva York, para especializarme en cardiología pediátrica y en el tratamiento de bebés prematuros. En 1960, regresé a Bombay, y durante los siguientes 17 años trabajé como pediatra en el hospital de niños más grande de la India. Fui fundadora de la unidad de tratamiento neonatal de la maternidad de un hospital cercano.
Un dia, una vecina me trajo un ejemplar de la revista Christian Science Sentinel para que lo leyera. Yo no estaba en la ciudad en esos momentos así que se lo dejó a mi madre. Ella estaba preocupada porque yo nunca oraba y pensó que tenía que leer la revista.
Yo no quería leerla y se la devolví a mi vecina. Pero ella insistió: “¡Por favor, inténtelo! Así que pensé: “Está bien, lo haré”. La hojeé pero inmediatamente me di cuenta de que cada artículo y cada testimonio expresaba de alguna manera que existe un solo Dios y que es bueno. Él es nuestro Padre-Madre y nos ama y bendice a cada uno de nosotros. Ésta es Su ley.
Asimismo, en ninguno de esos artículos se pretendía asignar poder al mal y en cada uno se mencionaba el libro Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras. Así que, poco después, mi vecina me trajo un ejemplar de este libro. Yo tampoco estaba interesada en leerlo y lo puse a un lado. Pero en ese entonces, yo sufría de frecuentes migrañas, así que empecé a leer el libro y ni bien terminé de leer el primer capítulo titulado “La oración”, me di cuenta de que había sanado. Eso sucedió en 1966. Esa curación dio origen a un cambio radical en mi vida. Poco a poco, durante los siguientes 11 años, mi punto de vista acerca de la curación y de mi papel como sanadora cambió. Dejé de practicar la medicina en 1977. Durante los siguientes dos meses, alguien me solicitó ayuda por medio de la oración. Después, en 1978, tomé Instrucción en Clase Primaria, La Instrucción en Clase Primaria es un curso de dos semanas sobre la curación espiritual, enseñado por un maestro de la Christian Science. y a partir de allí, inicié mi práctica de la curación espiritual.
En los últimos 26 años, deben de haber surgido un sinnúmero de intuiciones y revelaciones que contribuyeron a que sea usted más eficiente como sanadora espiritual.
Hace algunos años, una mujer me llamó muy tarde por la noche. Hacía mucho tiempo que ella padecía de asma, pero en esa oportunidad el ataque fue excepcionalmente grave, al punto de que apenas podía respirar. Su esposo e hijos estaban muy asustados. Le dije que oraría por ella y que me llamara dos horas más tarde.
Al principio, no sabía por dónde empezar. Yo la había ayudado en algunas ocasiones. En ese momento, recordé que un miembro cercano de su familia siempre tenía miedo de que: “sucediera algo malo. ¿Qué pasaría si ocurriera esto? Supongamos que sucede tal cosa...” Siempre esperando que algo desastroso pasara, nunca algo bueno. Entonces pensé: “Eso es una de las expectativas del mal”.
Hasta ese entonces, yo nunca había estudiado el significado de la palabra mal en Ciencia y Salud. Así que esa noche lo hice. En todas las citas que encontré, Mary Baker Eddy deja muy en claro que el mal es nada y no tiene poder, mientras que el bien es omnipotente y todopoderoso. Percibí esto muy claramente. Diez minutos después, me sentí en paz, no obstante, continué leyendo y orando por alrededor de una hora.
La señora me llamó dos horas después diciéndome que estaba sana, que se sentía muy bien y que podía respirar perfectamente. Le pregunté: “¿Cuándo sucedió esto?” “Aproximadamente unos diez minutos después que la llamé a usted”, respondió ella.
La compasión es amor genuino.
Por cierto que la experiencia fue maravillosa, pero lo que realmente me enseñó es que el mal en verdad no es real, no fue creado por Dios y no tiene poder. Además al orar, uno enuncia la dificultad e inmediatamente eleva su pensamiento a Dios, a Su presencia, a la presencia de Su idea, Su hijo, gobernado total y absolutamente por Él, que incluye todas las ideas correctas y no la creencia de enfermedad y sufrimiento.
Cuando leí aquellas referencias acerca del mal, inicialmente pensé: “¿Por qué quiero buscar el significado de esta palabra?” Pero me di cuenta de que es necesario encarar el error y vencerlo sin temor. El error debe desaparecer. La Verdad es suprema. Pero para darse cuenta de esto debemos reconocer aunque sea en cierto grado que el mal es nada.
Como dice Mary Baker Eddy: “Tenemos que aprender que el mal es la horrible decepción e irrealidad de la existencia. El mal no es supremo; el bien no carece de poder; ni son primarias las llamadas leyes de la materia y secundaria la ley del Espíritu. Sin esa lección perdemos de vista al Padre perfecto o Principio divino del hombre”.Ciencia y Salud, pág. 207. Esta afirmación siempre me ha resultado muy útil.
Lo que usted describe es un enfoque de la curación que requiere de mucha firmeza mental y compasión. Me recuerda los relatos de la Biblia, donde dice que Jesús “vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos”. Mateo 14:14. ¿Qué ha aprendido usted sobre la relación entre la curación y la compasión?
Al principio, no tenía muy clara la diferencia entre misericordia y compasión. Ésta última significa sentir lástima por alguien que tiene un problema, dificultad o enfermedad de alguna clase. Sin embargo, ese sentimiento no ayuda porque se está contemplando el problema como si formara parte de la persona.
La misericordia, en cambio, significa que uno está haciendo algo para ayudar a la gente. Se piensa en ellos de tal manera, que la dificultad es separada del individuo. Uno reconoce y admite que su identidad espiritual es la imagen de Dios, en la cual no puede haber elemento material ni problema físico alguno porque es pura y enteramente espiritual.
La misericordia es amor genuino. Tiene detrás de sí todo el poder de Dios, el Amor divino, que es la base de toda curación en la Christian Science.
Antes usted mencionó la palabra ley, diciendo que la bondad y el amor representan la ley de Dios. Así que la clase de misericordia que sana, ¿es acaso aquélla que confía en que la ley divina tendrá un efecto tangible y sanador en la vida diaria?
Exactamente. La misericordia elimina el temor y creo que esto es lo que más ayuda en la curación. Ciencia y Salud dice: “El cuerpo mejora bajo el mismo régimen que espiritualiza al pensamiento; y si la salud no se manifiesta bajo ese régimen, eso prueba que el temor está gobernando al cuerpo”.Ciencia y Salud, pág. 370. El temor encadena el pensamiento a un cuerpo material y es eliminado al sentir el Amor perfecto, o Dios, que lo echa fuera. Cuando uno se siente amado, no tiene temor. Cuando se está en la presencia de alguien que nos ama, no se tiene miedo. Cuando se comprende que se está siempre en la presencia del Amor divino, nuestro Padre-Madre, entonces ya no se siente temor. Una vez que éste se desvanece todo el problema desaparece con él.
Más de 12 años después de la curación inicial de migrañas, comencé a sufrir de agudos dolores de cabeza otra vez. Comenzaban por la mañana y se iban por la noche. Un día, fue particularmente fuerte. Yo había pasado la tarde en una Sala de Lectura de la Christian Science y luego, apenas logré conducir hasta casa. Había estado recibiendo tratamiento de una practicista de la Christian Science. Cuando llegué, lo único que pude hacer fue tratar de centrar mi pensamiento en el Amor divino. Recordé que el Amor es la única presencia; el Amor es el único conocimiento; el Amor es el único poder; y el Amor es la única acción. Me recordé esto a mí misma una y otra vez hasta que ya no hubo lugar para el dolor en mi pensamiento porque estaba vívidamente consciente de la presencia, el poder, el conocimiento y la acción del Amor divino. Y sané. Aquello terminó allí mismo.
De modo que la curación se produce cuando concentramos nuestro pensamiento en Dios y en nuestra relación con Él, y no en el problema. Esto no se logra mediante la fuerza de voluntad, sino pensando en lo que es espiritualmente verdadero. Mientras el pensamiento permanezca allí, no hay lugar para que el temor o lo discordante o doloroso penetre en la conciencia. Sólo hay lugar para la curación.
Se dio cuenta de que había una conexión entre su resentimiento y el sarpullido.
El reciente simposio Espiritualidad y Curación en la Medicina, auspiciado por Harvard, trató, por segundo año consecutivo, sobre el poder del perdón que afecta la salud y el bienestar de la gente. ¿Ha tenido usted algún caso donde el perdón jugó un papel preponderante?
Tuve un caso que entrañó, no sólo el perdón, sino el control de la ira. Un día, me llamó un hombre pidiéndome que orara por él porque tenía un grave sarpullido en ambas piernas. Una semana más tarde, seguía padeciendo de la misma condición. Me escribió una nota diciéndome que un pariente cercano lo había ofendido seriamente y él había estado abrigando un sentimiento de rencor hacia esa persona por más de un año. Dijo que en ese momento sentía tanto odio hacia ese familiar, que tenía cada vez más deseos de matarlo.
Poco después, recibió la visita de un amigo quien, al ver el estado de sus piernas, le dijo que conocía un caso semejante en el que había sido necesario amputarlas. Eso realmente atemorizó a mi paciente. De pronto, se dio cuenta de que había una conexión entre su resentimiento y el sarpullido.
Comprendí que podía ayudarlo entendiendo que él no era un hombre irascible y resentido, un mortal rencoroso que sufría de una erupción, sino lo que verdaderamente es: el hijo de Dios, libre de todo mal, inmortal, amado, amoroso, a salvo y en paz. Ésa era mi oración; afirmaba estas verdades sobre la naturaleza real de este hombre. Yo sabía que en lo más profundo de su corazón, como en el de cada individuo, está la idea de Dios. Eso es lo que él verdaderamente es, una idea de Dios, consciente solamente de lo que la Mente divina está pensando, experimentando sólo lo que el Amor está impartiendo. Mary Baker Eddy explica cómo sanaba Jesús: “Jesús de Nazaret fue el hombre más científico que jamás anduvo por la tierra. Penetraba por debajo de la superficie material de las cosas y encontraba la causa espiritual”. ibíd., pág. 313. Eso era lo que yo estaba haciendo: viendo a este individuo científica y espiritualmente.
Él oró usando los siete sinónimos de Dios que están en Ciencia y Salud: “Principio, Vida, Verdad, Amor, Alma, Espíritu, Mente, divinos”. ibíd., pág. 115. Mi paciente comenzó a entender que ese familiar tenía una identidad espiritual que reflejaba cualidades divinas. Por ejemplo: era amable y bondadoso, porque expresaba al Amor. Era puntual y preciso, porque expresaba el Principio. Era leal y justo en sus asuntos, porque expresaba la Verdad. Aunque la reconciliación llevó muchos años de oración, el rencor que había estado alimentando, así como la ira, desaparecieron rápidamente, al igual que el sarpullido.
¿Cómo ayuda usted a alguien que está sufriendo de dolores?
Una vez tuve que orar por una señora que estaba experimentando la obstrucción de una función corporal normal y sufría de un intenso dolor abdominal. Lo que me ayudó fue esta poderosa frase sanadora: “Dios es Mente, y Dios es infinito; por tanto, todo es Mente”. ibíd., pág. 492. Esta cita es tan importante, que M. B. Eddy la puso en letra cursiva. Permanecí pensando en esa frase hasta que percibí con claridad que hay una sola Mente, Dios, y que Él no está consciente del sufrimiento. En esa Mente no hay causa alguna para tener dolor.
A la mañana siguiente, temprano, la mujer me telefoneó para decir que el dolor había cesado y que sus funciones normales se habían restablecido. Me comentó que sentía mucha compasión por un familiar que le había estado causando problemas y agradecía sinceramente la eficacia de la oración científica. Así que, una vez más, usted tiene un ejemplo de la importancia que la compasión y el perdón tienen en la curación.
¿Cuál sería su pensamiento para finalizar?
En última instancia, el que sana es Dios, así que todo se reduce a tener confianza en Dios, en el poder de Su amor y en la expectativa de que se va a producir la curación.