Pensé que sería una mañana como cualquier otra en la City, pero no, ésta fue distinta. Apenas salgo del subterráneo en la estación Tribunales, frente al Palacio de Justicia, veo, como todos los lunes, a los familiares, amigos y ocasionales transeúntes que se reúnen para reclamar por el esclarecimiento del atentado contra la AMIA, la mutual de la comunidad judía que fue volada por los aires en la década del noventa. El resonar del “Shofar” y el grito de “Justicia, justicia, perseguirás”, caló nuevamente hondo en quienes anhelamos vivir en un mundo con amor, paz y justicia.
Seguí mi camino hacia mi oficina y al pasar veo una columna de gente que se dirige hacia la Plaza de Mayo. Van en protesta para hacer conocer su descontento con el gobierno y con la justicia social. No obstante, es a metros de mi lugar de trabajo donde el día cambió por completo. Miles de veces había visto las marchas de los ahorristas, cuyos ahorros quedaron atrapados en los bancos en el 2001 y hasta hoy esperan que se haga justicia.
¿Qué puedo hacer yo como periodista?
De repente, veo a dos abuelos frente a mí, sostenidos el uno del otro. Ella me mira a los ojos y me dice: “¡Ay hijo, nos robaron! ¿Qué vamos a hacer ahora? Se quedaron con todo. Toda una vida de trabajo, sacrificios; educamos y cuidamos a nuestros hijos, ahorramos dinero para ellos y para nosotros. Lo hicimos para poder tener una vejez sin apuros, y nos sacaron todo”. Y su llanto me traspasó, rebotó frente a las impertérritas puertas de los bancos de la calle Florida, de la que una vez llamaron “La Reina del Plata”, Buenos Aires. Las lágrimas que corrían por la cara de esta octogenaria señora, eran una barrera para poder ayudarla en ese momento. A su lado su marido, apoyado en su bastón, sollozaba pidiendo justicia. Me quedé en silencio, orando, y al cabo de unos minutos me fui hacia mi oficina, reflexionando. ¿Qué podía hacer yo? Al instante, recordé una frase de Martin Luther King: “Nuestras vidas empiezan su decadencia el día en que guardamos silencio sobre asuntos que tienen importancia”.Martin Luther King, Biography, pág. 145.
El mundo en el que nos toca vivir es un mundo en que la justicia parece estar desgarrada y sujeta, entre otros, a intereses políticos y económicos, alejándola de aquella definición que hace el diccionario de ella: “Justicia es derecho, razón, equidad; lo que debe hacerse según derecho o razón”.Diccionario de la Real Academia Española.
La justicia se caracteriza por la reestructuración y liberación externas y por el regocijo interno, tanto en el sentido de alivio personal al ver que se ha hecho lo justo, como al renovar las fuerzas para seguir adelante. La justicia es, pues, claramente una tarea en proceso. El regocijo que se asocia a la justicia no se debe simplemente al gozo por haber hecho lo correcto, sino al gozo por la tarea de promover lo justo, el gozo que brinda el esfuerzo mismo.
En un mundo que parece estar dividido por la injusticia, ¿qué posibilidades hay de recuperación? Mary Baker Eddy da la respuesta al escribir: “Una mente egoísta y limitada puede ser injusta, pero la Mente ilimitada y divina es la ley inmortal de la justicia así como de la misericordia”.Ciencia y Salud, pág. 36.
¿Qué puedo hacer yo, como periodista, al haber tenido esta íntima relación con la comunidad y sus pedidos de justicia?
La oración me llevó a orar por justicia y, ¿cómo responder a ella?, ¿cómo avanzar desde la injusticia hacia la justicia? Ciencia y Salud dice al respecto: “Dejad que la Verdad descubra y destruya al error en la forma que Dios determine, y que la justicia humana siga el modelo de la divina”. ibíd., pág. 542.
Me sentí reconfortado al pensar que mi oración pueda contribuir a que esta promesa se cumpla y que la justicia humana realmente siga la divina. Me enseña que no estamos solos, a la deriva, a la arbitraria voluntad de las olas del abuso del poder y de la ambición desmedida, sino que hay una ley divina y absoluta que, así como se aplica a todo el eterno universo, se aplica aquí también, en mi experiencia, en la experiencia de mi vecino, en la experiencia de cada persona que sufre injusticia en el mundo.
M.B. Eddy afirma que “La justicia es el significado moral de la ley” por lo que “la injusticia indica la ausencia de ley”. ibíd., pág. 391 ¿Acaso la ley absoluta y eterna de Dios puede estar en algún momento ausente? ¿Acaso esa ley se aplica tan sólo a unos pocos? Un rotundo ¡no! responde a estas preguntas; y trae esperanza, la esperanza de que mi oración y la de tantos otros puede traer soluciones a las injusticias que vivimos porque estamos recurriendo a un poder superior y siempre presente.
JUSTICIA
En los próximos meses ofreceremos distintos aspectos de la justicia
Enero
Justicia en la vida
Febrero
Justicia y los niños
Marzo
Justicia y la mujer
Abril
Justicia ante
el terrorismo
Mayo
Justicia en la política
y el derecho
Junio
Justicia y
la salud física