Pensé que sería una mañana como cualquier otra en la City, pero no, ésta fue distinta. Apenas salgo del subterráneo en la estación Tribunales, frente al Palacio de Justicia, veo, como todos los lunes, a los familiares, amigos y ocasionales transeúntes que se reúnen para reclamar por el esclarecimiento del atentado contra la AMIA, la mutual de la comunidad judía que fue volada por los aires en la década del noventa. El resonar del “Shofar” y el grito de “Justicia, justicia, perseguirás”, caló nuevamente hondo en quienes anhelamos vivir en un mundo con amor, paz y justicia.
Seguí mi camino hacia mi oficina y al pasar veo una columna de gente que se dirige hacia la Plaza de Mayo. Van en protesta para hacer conocer su descontento con el gobierno y con la justicia social. No obstante, es a metros de mi lugar de trabajo donde el día cambió por completo. Miles de veces había visto las marchas de los ahorristas, cuyos ahorros quedaron atrapados en los bancos en el 2001 y hasta hoy esperan que se haga justicia.
¿Qué puedo hacer yo como periodista?
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