Hace un par de años, me ocurrió algo que me dejó una gran enseñanza y un mayor crecimiento espiritual.
Pasó cuando gradualmente comencé a caer en un pozo profundo. Mi pensamiento se hizo errático y estaba totalmente descontrolada. Fui perdiendo el gusto de vivir, dejé de comer, de dormir, y llegué a bajar más de 20 kilos. Además estaba sugestionada por el temor de tener una enfermedad incurable. Fui perdiendo la paz y la capacidad total para orar por mis propios medios, por lo que le pedí a una practicista de la Christian Science que me apoyara con su oración, y así lo hizo por un tiempo. Yo ansiaba sentir amor, que me abrazaran, que comprendieran la terrible lucha que libraba interiormente. No obstante, mi conducta continuó cambiando y poco a poco fui perdiendo la razón.
Mi esposo, estaba muy asustado. La gente que me veía decía que estaba tan delgada que no iba a poder seguir viviendo, y le dijeron a mi esposo que si no hacía algo al respecto alguien lo acusaría de "abandono de persona", y podría terminar en la cárcel. Por todas estas razones y tras consultar con un juez, una abogada, sicólogos y siquiatras, decidió internarme — sin decirme nada — en un instituto siquiátrico situado a 100 km de mi casa. Lo bueno fue que en el instituto respetaron mi deseo de no ser medicada en ningún momento.