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Artículo de portada

El Heraldo continúa con su enfoque especial sobre el tema de la Justicia, este mes con su aplicación en la política, en la práctica del Derecho y en nuestra vida diaria.

JUSTICIA

Justicia y Derecho: La Regla de Oro

Del número de mayo de 2004 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Qué es la justicia? A primera vista simplemente un vocablo. Sin embargo, en el fondo, es un sentimiento del corazón, una necesidad, una idea, algo innato en el hombre como imagen de un Dios justo.Ciencia y Salud, 465:17. En un sentido teológico es, a la vez, un atributo del Creador y un mandato de la Divinidad. Dios habló a Moisés ordenándole que, con justo juicio, juzgara a su pueblo, sin torcer el derecho y sin hacer acepción de personas. Deuteronomio 16:18-19. La imagen plástica, que de la justicia nos ha legado la antigüedad, constituye una definición sublime: la justicia es equilibrio, proporción, pureza de ojos que no ve le desigualdad.

Históricamente se ha pretendido definir la justicia para encorsetarla dentro de los límites del lenguaje humano. Pitágoras, con una concepción metafísica de los números, considera la justicia como una relación aritmética, una ecuación o igualdad, a través de la cual se deduce la retribución que cada uno se merece por su comportamiento.

Sócrates, con su máxima “conócete a ti mismo”, se caracteriza porque siempre busca lo universal, la idea por encima de la opinión, la ciencia de las cosas; en última instancia, la ciencia del ser. No dudó de una justicia superior, divina.

En el cristianismo la justicia tiene un sentido ambivalente: es un atributo de Dios y un modo de obrar al mismo tiempo; resalta la buena fe como eje de la conducta humana y regla esencial del derecho. Tiene su raíz en las propias Escrituras; es una consecuencia del segundo gran mandamiento: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Levítico 19:18; Mateo 22:39-40. Y tiene su mejor expresión en la regla de oro: “Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos, porque esto es la ley”. Mateo 7:12; Lucas 6:31 Esta regla de oro es el derecho mismo, el eje central sobre el que gravitan el resto de las normas que constituyen cualquier ordenamiento jurídico. Y esto exactamente se contempla en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy que incluye la regla de oro en uno de los artículos de fe de la Christian Science: “hacer con los demás lo que quisiéramos que ellos hicieran con nosotros”.Ciencia y Salud, pág. 497. Esta regla moral, que da un sentido de unidad y de compleción a toda la ley, constituye la regla jurídica fundamental, el principio mismo del Derecho, que no es un simple precepto o mandato, sino que constituye el desiderátum de una convivencia humana en armonía.

La experiencia profesional (una vida dedicada al mundo del derecho en el aspecto práctico, docente y científico) me mostró en variadas instancias la eficacia de apoyarme en Dios para la resolución de problemas, y aquí me permito compartir dos experiencias.

Una, fue con motivo de una nueva reestructuración de los estudios jurídicos sobre el Derecho de la Empresa. La Universidad, de la que fui profesor de Derecho Mercantil, propuso a los componentes del departamento de dicha asignatura que, a título particular y con carácter voluntario, presentáramos algunos provectos de nuevas asignaturas que se ofrecerían a los alumnos como de libre elección. Personalmente presenté como asignatura, con su programa completo, Ética y Responsabilidad de los Administradores de Empresa. El proyecto se centraba en dos ideas básicas: honorabilidad y profesionalidad de los Gestores. El concepto de honorabilidad, expresión de la buena fe como regla de conducta, se sustentaba en la regla de oro, que exige del gestor, aparte del conocimiento del objeto de su actividad, que en su proceder subordine su interés personal al interés general de la empresa como centro polarizador de múltiples intereses. La asignatura fue de las pocas que mereció su aceptación por la autoridad docente. Durante los años que la impartí hasta mi jubilación, el cupo máximo de alumnos previstos siempre se cubrió y lo más gratificante fue que muchos de ellos, de procedencia muy heterogénea, expresaron que para ellos había sido un descubrimiento que la Biblia fuera una fuente inagotable de inspiración.

Ninguno debería desear para el otro el resultado que no quisiera para sí.

La otra experiencia que quiero relatar, es la de dos amigos, vinculados por una estrecha amistad desde su juventud, quienes crearon una empresa que comenzó con un éxito imprevisible. No obstante, al poco tiempo, surgió entre ellos una animadversión recíproca que hacía inviable su continuidad. Uno de los socios interesó mis servicios como abogado. Después de un gran esfuerzo conseguí que los dos accedieran a mantener una reunión en mi despacho para analizar la naturaleza del problema e intentar un arreglo amistoso. La reunión comenzó con una recíproca agresividad inaudita, muy cerca de la violencia física. Con calma y apoyándome en lo que había aprendido a través del estudio de la Christian Science, de una manera firme y convincente, les hice ver que las características del conflicto aconsejaban una solución amistosa, que para llegar a ella no era cuestión de vencer sino de convencer; y que para convencer ninguno debería desear para el otro un resultado que no quisiera para sí. A partir de ese momento cambió el sesgo de la reunión y ésta terminó con una solución amistosa en la que se fijaron las bases de su separación. Lo más importante fue que ambos sinceramente expresaron su agradecimiento por una forma de pensar que supuso un cambio en su actitud y que hizo posible la solución armoniosa del problema restableciendo al mismo tiempo su relación de amistad.

Siento una enorme gratitud por haber llegado al convencimiento de que la regla de oro es una fuente inagotable de inspiración para elaborar la ley humana con visos de intemporalidad, para interpretarla armoniosamente dentro del contexto de cualquier ordenamiento jurídico positivo y para aplicar el derecho certeramente a la hora de juzgar y resolver cualquier conflicto jurídico.

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