La Biblia está llena de historias de gente que vivió oprimida por gobiernos injustos e incluso muy crueles. Entre ellos se encuentra el relato en el antiguo Testamento de los israelitas y la infinidad de desafíos que enfrentaron bajo el yugo egipcio.
No obstante, ellos fueron liberados. Más tarde, cuando Jesús nació, el rey Herodes, debido a los celos que sentía por el nacimiento de un nuevo “rey”, ordenó que mataran a todos los niños varones menores de dos años. Aún así, Jesús se salvó porque su familia huyó a Egipto. Herodes no pudo hacerle daño al Cristo. En otro caso, autoridades tiránicas comisionaron al Apóstol Pablo para que persiguiera a los cristianos, y así lo hizo, hasta que él mismo se convirtió en cristiano.
Algunos gobiernos todavía cometen injusticias en contra de sus propios ciudadanos, restringiendo su libertad personal y política. A pesar de ello, a lo largo de los siglos, el mal ha sido consecuentemente derrotado por el bien.
Pero surge la pregunta: ¿Puede acaso una sola persona producir un cambio positivo en un gobierno corrupto? Cualquiera que haya trabajado para una agencia gubernamental o corporación de envergadura sabe bien los sentimientos que las burocracias pueden fomentar: apatía, resignación para aceptar la situación tal como está, el temor debilitante de que la carrera y el bienestar dependa de las decisiones de los demás. ¿Es posible tener verdadera voz en el gobierno de las cosas — en el hogar, en la escuela, en la iglesia — así como en las decisiones que toma el gobierno?
Mary Baker Eddy dio una guía muy confiable sobre este particular. No incluyó estrategias para hacer maniobras coercitivas ni guías sobre el activismo político. En lugar de eso, ella recurrió al poder absoluto que gobierna el universo: la Mente divina. Y vio que era de vital importancia que cada uno orara por un buen gobierno.
En una ocasión, ella le dijo a los miembros de la iglesia que fundó, e indudablemente a cualquiera que haya hecho su cometido para tener un buen gobierno: “Orad por la prosperidad de nuestro país y por su victoria bajo las armas; que la justicia, la misericordia y la paz continúen caracterizando su gobierno, y que ellas gobiernen todas las naciones. Orad para que la divina presencia continúe guiando y bendiciendo a nuestro primer magistrado, a aquellos asociados con su cargo ejecutivo y a nuestro poder judicial; que dé a nuestro congreso sabiduría, y que sostenga a nuestra nación con la diestra de Su justicia”.La Ciencia Cristiana en contraste con el panteísmo, pág. 14.
¿Puede acaso una persona producir un cambio positivo en un gobierno corrupto?
Hoy se ve en los titulares que el concepto de buen gobierno en todo el mundo a veces está bajo ataque; actividad guerrillera, corrupción interna, tiranos que usurpan los recursos de una nación y limitan las libertades individuales, corporaciones que se destruyen internamente por la codicia y el engaño. Es muy fácil decir: “Yo no puedo hacer nada”. Sin embargo, esta actitud conspira con el mismo pensamiento que socava a un buen gobierno.
Aceptar la noción de que uno no tiene poder alguno para contribuir a mejorar una situación, tiene un efecto contraproducente y desmoralizador. Se pierde la valiosa oportunidad de ponerse, con firmeza y valentía, hombro a hombro con el resto del mundo, para demandar que “la justicia, la misericordia y la paz” caractericen a todas las naciones, así como a empresas, hogares, organizaciones cívicas e iglesias.
Una de las metas principales de esta publicación es alentar a que se ore desinteresadamente por el mundo. Tenemos la firme convicción de que por más desesperada que sea la situación en un país — o empresa — Dios no ha abandonado a Sus hijos. Sus leyes, basadas en el Principio que sustenta y da estructura a todo el universo, están en vigor en todas partes. Es natural orar y esperar ver que esas leyes sean cumplidas y puestas en práctica en la escena humana.
En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, Mary Baker Eddy nos asegura: “La oración que reforma al pecador y sana al enfermo es una fe absoluta en que todas las cosas son posibles para Dios — una comprensión espiritual de Él, un amor desinteresado”.Ciencia y Salud, pág. 1. Basados en esa verdad, nuestras oraciones pueden estar llenas de la confianza de que Dios llega a todos los corazones. Todos, sean líderes, déspotas, reyes, presidentes, directores de empresa, esposos, esposas, hijos e hijas, están en comunicación directa con la Mente divina. El Cristo, la influencia del bien en el mundo, está presente en toda conciencia. Con tal respaldo hacia quienes ocupan puestos de liderazgo, veremos el cumplimiento de las leyes de Dios en todas partes. Y, a su debido tiempo, veremos la evidencia de esta promesa del Padre Nuestro: “Venga Tu reino”.