Durante la guerra de Vietnam en 1969, fui piloto de helicóptero y a menudo me pedían que volara en medio de feroces batallas. Era miembro de la Compañía B del Batallón 158º de Helicópteros de Asalto, que daba apoyo aéreo a la División 101º de Infantería Aérea, transportando día y noche soldados y suministros a las zonas de combate, no importa cual fuere el estado del tiempo. No se podían cometer errores.
En esas situaciones sumamente peligrosas, era absolutamente necesario que fuera valiente y me mantuviera tranquilo y confiado. Para lograrlo, siempre que podía estudiaba los escritos de Mary Baker Eddy, en especial Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras. Este profundo estudio que hacía durante mi época de servicio tuvo un efecto significativo en el bienestar de los miembros de la tripulación y los pasajeros que viajaban en mi helicóptero, así como en mí mismo.
Aprendí que era muy importante que yo siguiera el consejo que la Sra. Eddy da a los Científicos Cristianos: "...mantened la mente tan llena de Verdad y Amor que ni el pecado, ni la enfermedad, ni la muerte puedan entrar en ella... Los buenos pensamientos son una armadura impenetrable; revestidos de ellos estaréis completamente protegidos contra los ataques de toda clase de error. Y no sólo estaréis a salvo vosotros mismos, sino que también se beneficiarán todos aquellos en quienes pensáis". The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 210.
La lectura de Ciencia y Salud me estaba haciendo comprender claramente que el "error" del que se hablaba no era en realidad una persona, lugar ni cosa, y nunca es parte de la creación de Dios. Me negaba a permitir que el odio y la venganza, tuvieran un lugar en mi conciencia. Esos pensamientos son los que están equivocados. Mantener mi "mente tan llena de Verdad y Amor" aseguraba que mi pensamiento se mantuviera incontaminado e inocente.
Descubrí que era importante sentir amor fraternal por cada soldado enemigo. Esto era un reconocimiento de que todos los envueltos en el conflicto eran los hijos amados de Dios. El saber esto neutralizó cualquier tendencia que pudiera haber tenido a identificar a los soldados enemigos como "malignos". Para mí, el Salmo 91 describe la protección constante y completa de cualquier mal que Dios promete a cada uno, porque todos somos Sus hijos amados.
Un día, apenas al sur de la zona desmilitarizada cercana a Quang Tri, volaba como copiloto llevando una patrulla de reconocimiento de largo alcance (PRLA) a una zona muy remota. Cuando llegamos al área encima de la zona de destino, fuimos forzados a volar manteniendo nuestra posición a unos 400 metros de altura, mientras esperábamos que dos helicópteros Chinook de la marina de los Estados Unidos despegaran y partieran con 18 Marines del PRLA, a quienes uno de los helicópteros acababa de recoger. Después de unos minutos, el jefe de nuestra tripulación le informó al comandante que no se sabía dónde estaban los dos helicópteros. Cinco segundos después, el Chinook que llevaba a los Marines chocó con nuestra nave. La colisión fue violenta y dañó seriamente el mecanismo rotor y los controles de vuelo de nuestro helicóptero. El comandante de mi nave entró en shock y yo me hice cargo de los controles de vuelo. El Chinook que nos había chocado comenzó a partirse en pedazos. Yo pude maniobrar el helicóptero lo suficiente como para evitar que me golpeara uno de los mecanismos rotores que se había desprendido del otro helicóptero.
En ese momento, miré más allá de la escena de muerte inevitable y con mucha resolución y tranquilidad puse mi completa confianza en Dios. Yo sabía que nuestro ser estaba en Su ser, y ya había tomado una decisión. Recurrí a Dios, sin reservas ni temor, y me puse atento para que me guiara. Y de tal manera sentí esa guía que los controles de vuelo se movieron sin ningún esfuerzo de mi parte. El helicóptero cayó ruidosa y pesadamente contra el suelo y las aspas quedaron enterradas. Pero todos a bordo estuvimos a salvo, y sólo una persona se lesionó levemente. Esta frase de Ciencia y Salud me ayudó a explicar por qué uno puede pasar por una experiencia así sin sufrir daño alguno: "Los mortales afirman que la muerte es inevitable; pero el Principio eterno del hombre es la Vida siempre presente". Ciencia y Salud, pág. 312.
El procedimiento operativo normal en situaciones de tal seriedad hubiera sido ordenarme que me sometiera a un tratamiento post traumático, y regresar a los Estados Unidos por el resto del período de servicio que me quedaba. No obstante, sabiendo que en el amor y la protección que Dios me brinda no podía haber lugar para trauma alguno, mantuve mi calma y equilibrio. La evaluación que me hicieron después del accidente determinó que no tenía síntoma alguno de choque emocional, y en dos semanas me reasignaron al Mekong Delta, donde volé el resto de mi tiempo de servicio con la Marina Real Australiana/Aviación Militar de Estados Unidos, conocido como la Compañía 135º de Helicópteros de Asalto.
Llegué a tener muchas pruebas increíbles del poder y protección de Dios en situaciones difíciles. Entre ellas, sufrí una grave intoxicación; en medio de una espesa niebla el motor de mi helicóptero falló mientras me mantenía volando por encima de un área de almacenaje de municiones; el cable disparador de una trampa altamente explosiva ("booby trap") quedó enrollado en los patines de aterrizaje de mi helicóptero; fui derribado por fuego enemigo; y tropecé con una mina antipersonal que me lanzó por los aires. Cada una de estas situaciones extremas pudo haber sido fatal, pero yo sentí la protección de mis oraciones. Éstas eran a menudo tan simples y cortas como decir "Dios mío, ayúdame". Atribuyo mi salvación en estas situaciones al hecho de que estaba constantemente abastecido con la verdad espiritual por estudiar Ciencia y Salud en cada oportunidad que tenía, y haciendo todo lo posible para "vivir el amor". También se que mi esposa y mis familiares estaban orando por mí, sin mencionar los capellanes militares.
Volé por los aires, y caí al suelo, ileso.
En el caso de la intoxicación, de repente me sentí incapacitado de toda acción y caí al suelo doblado en dos por el dolor. Sin embargo, yo sabía que Dios estaba allí presente, y la oración me brindó la ayuda que necesitaba igualmente rápido. Un minuto después estaba bien y no volví a tener problemas. La mina con que tropecé una mañana me arrojó más de seis metros por el aire, y caí sobre mi espalda, ileso. Tuve tantos otros incidentes de este tipo, que sé que mi protección fue el resultado de la oración y no del azar.
Tal vez suene sorprendente, pero durante el tiempo que estuve en Vietnam nunca me sentí vulnerable ni indefenso. Cuando volaba en medio de una lluvia de balas, jamás me paralizó el temor. Por el contrario, mis pensamientos se elevaban más allá de lo que estaba ocurriendo en el campo de batalla pues mi mente estaba llena de ideas inspiradas por mi constante estudio de Ciencia y Salud.
Durante la hora final de mi último día en combate, comprobé la verdad práctica de esta declaración en particular: "Si estás revestido de la panoplia del Amor, el odio humano no puede tocarte". ibíd, pág. 571. Iba volando y escuché un pedido de auxilio en la radio de a bordo. Era un capitán del ejército a cargo de un puesto de avanzada en una zona remota de la jungla. Él y sus hombres estaban rodeados por una unidad del Viet Cong. Se les habían terminado las municiones, y sin duda serían aniquilados por el enemigo.
Volamos hasta el centro de suministros militares más cercano y cargamos la nave con municiones. Cuando nos acercábamos al puesto asediado, el Viet Cong nos disparó un fuego apretado con armas automáticas. Pero se veía que las balas trazadoras (de fósforo blanco radiante) se deviaban del helicóptero. Era como si un escudo invisible rodeara nuestra nave. Podíamos ver, a unos metros, cómo las balas se apartaban en diferentes ángulos. Mi copiloto se quedó asombrado al ver esto. Pero yo sabía que nuestro escudo era "la panoplia del Amor" de Dios. Así pudimos entregar los suministros con éxito y sin sufrir lesión alguna.
Mi continuo estudio de la Biblia y de Ciencia y Salud me ha traído infinitas bendiciones. No me es posible expresar con palabras la gratitud que siento por el privilegio de ver las asombrosas pruebas de la omnipresencia de Dios y Su protección.