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De la oscuridad a la luz abundante

Del número de agosto de 2004 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


A fines de los años 60, yo cantaba en un grupo de rock pesado, y no quería tener una vida sin realizaciones, una vida "convencional". Canté en el Fillmore, el Avalon y en el Teatro Circle Star, con muchos de los grandes; Jimi Hendrix, The Grateful Dead, Big Brother y The Holding Company, compartían el escenario con nosotros. Pero la confusión que yo tenía — quizás debida a problemas irresueltos de mi niñez y a una naturaleza artística indisciplinada — me llevó a pensar que la vida estaba constituída de unos pocos años sin sentido en los que había que tratar de sobrevivir. Yo no tenía ningún interés en orar a un creador que Había hecho una creación tan disparatada. Traté de determinar por mi cuenta que es la vida, pero me sentía como un barco sin timón. Y sin un timón, no es posible tener mucha dirección ni progreso, por más llamativo y bien construido que sea el barco.

Me sentía como un barco sin timón.

Empecé a cantar con grupos de rock cuando tenía 15 años. Al poco tiempo ya tenía mi propio grupo y estaba bien inmersa en el ambiente desenfrenado del rock pesado. Drogas, alcohol, adicción al cigarrillo y relaciones sexuales promiscuas, eran la norma. Mi comportamiento no estaba moldeado por ningún valor moral, sino por la conducta del día, que era: "Si te gusta, hazlo". La cantante Janis Joplin y yo nos sentábamos entre bastidores a beber licor juntas, sin encontrar ningún consuelo.

Muchos de los músicos amigos míos eran gente maravillosa y de gran talento. Pero la mayoría de las veces trataban de inspirar su pensamiento con la ayuda de sustancias químicas. Todo el que hoy quiera tener éxito en el mundo competitivo de la música, necesita ideas nuevas. Pero no se puede encontrar nada nuevo ni original en una mente que necesita drogas o alcohol para inspirarse; y la creencia decadente que afirma lo contrario ha llevado a muchos de mis amigos a la cárcel... o a la morgue.

Mi vida comenzó a cambiar un día en que me encontraba echada en el suelo en mi departamento, completamente fuera de control, drogada con LSD. Sentía que me estaba muriendo. Sola y desesperada, tomé una vieja Biblia... que no tengo ni idea de dónde apareció. La abrí al azar tres veces en la misma página, y cada vez mis ojos se posaban en la misma línea. No comprendí qué tenía que ver conmigo el mandamiento "No cometerás adulterio", hasta que abrí el libro por tercera vez. En esa ocasión me pareció que las palabras estaban impresas en negrita. Eso me hizo prestar atención.

"Muy bien. ¿Qué es adulterio?", pregunté en voz alta.

Las ideas que me vinieron eran tan claras que fue como si una voz me estuviera hablando. Nunca antes había tenido una experiencia así. Sorprendida de que hubiera allí en el cuarto conmigo alguien que supiera lo que yo estaba haciendo, me hizo prestar atención. Entonces escuché esta respuesta a mi pregunta: "Adulterio es vivir con un hombre cuando se está casada con otro".

Eso era lo que yo estaba haciendo. Como estaba leyendo la Biblia, pensé que era la voz de Dios la que estaba escuchando. Le prometí hacer lo que Él me indicara. Y allí mismo, escuchando nuevamente la voz, sané instantáneamente. Fue como si algo hubiera hecho desaparecer toda confusión y temor de mi pensamiento. De repente me sentí completamente en paz. Por lo general, las alucinaciones con el LSD duraban muchas horas, y una sobredosis aún más. Sentada allí, y con total admiración, me vi rodeada de un amor como nunca había sentido.

El hombre con quien estaba viviendo había sido criado en la Christian Science y expresaba un sentido maravilloso de paz, que yo anhelaba. Llamé a su madre y le pregunté que me contara acerca de él. Ella me dijo que él había aprendido acerca de Dios en la Escuela Dominical de la Christian Science. También me dijo que quería darme un libro que me permitiría comprender mejor la Biblia. Después de la experiencia que había tenido al abrir la Biblia al azar, yo estaba lista para leer cualquier cosa que me ayudara a comprender lo que había sucedido.

Cuando recibí el libro, que era Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, no podía dejar de leerlo. A menudo lo abría al azar y encontraba pasajes maravillosos que eran exactamente lo que necesitaba en ese momento. Me fascinó descubrir que otro término que describe a Dios es Mente, y que Dios no sólo es la fuente de todas las ideas buenas y creativas, sino que yo tenía esa misma Mente, porque estamos hechos a Su semejanza. De manera que mi inteligencia no dependía de un cerebro que podía estar dañado por el abuso de las drogas. Me puse a bailar por toda la casa ante esta revelación.

Me di cuenta de que lo más importante que podía hacer en esta tierra era comprender mi relación con Dios. Paso a paso, pensamiento tras pensamiento, mi vida continuó mejorando. Fui cambiando a medida que era receptiva, dispuesta a escuchar y a ser elevada espiritualmente. Dejé esa vida inmoral y abandoné las drogas, el cigarrillo y el alcohol.

Una y otra vez necesito detenerme a escuchar a Dios.

Más tarde, después de producir un álbum musical, y en la cumbre de mi carrera, fui guiada claramente a dejar la música y a terminar mis estudios. Encontré un nuevo empleo, un mejor hogar para mi pequeño hijo y para mí, pocos años después me casé con un capellán del ejército. Posteriormente, yo también pude ayudar a otros mediante la oración. El ejército y la religión organizada no eran mis favoritos en lo que consideraba mi estilo de vida, de modo que sólo un Dios todopoderoso pudo haber producido tal cambio.

Desde entonces he cometido muchas equivocaciones. Una y otra vez necesito detenerme a escuchar y ser elevada espiritualmente. De hecho, la necesidad de comprender la cercanía de Dios, de escuchar con humildad, y actuar conforme a lo que Él me dice, parece ir creciendo a medida que pasan los años, No obstante, me siento perdonada por los errores que cometí por ignorancia o pecado. Nada hay que sea tan malo o imperdonable que la presencia sanadora, cálida, tierna y poderosa de Dios no nos pueda guiar a abandonar.

He llegado a creer que muchos de los "pecados" o "equivocaciones" de la gente son en realidad oraciones, o deseos, expresados en acciones mal encaminadas. Son muchas las personas que están buscando respuesta a sus profundos anhelos y dolorosos traspiés. Las drogas, la promiscuidad, el alcohol, dejar el hogar, caer en excesos, y otros, parecen como cuerdas a las que aferrarse en un mar tormentoso, pero no estan asidas a nada sustancial y no pueden salvar a nadie. En mi caso, todas esas cosas parecían darme un sentido de seguridad temporal. Pero aferrarme a ellas, me impedía encontrar el consuelo de la fuente divina que me daría una solución permanente para sanar realmente las heridas.

El sufrimiento puede ser un amigo si nos ayuda a descubrir una mejor manera de vivir. No siempre significa que hemos hecho algo malo. A mí me gusta pensar que es una oportunidad para ver más de lo que puede hacer Dios. Un pasaje del poema "Cristo, mi refugio" escrito por Mary Baker Eddy dice en inglés: "La cruz yo beso, y despierto para conocer/ un mundo de abundante luz". Véase Escritos Misceláneos, pág. 397. Ese despertar es la parte maravillosa. Dios nos ama y está con nosotros, y puesto que somos Sus hijos amados, podemos despertar a vistas de abundante luz en un mundo donde gobierna el Amor divino.

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