Cada cuatro años, el mundo observa con interés y entusiasmo cómo los atletas de todas partes del mundo participan en eventos deportivos con la meta de obtener las medallas de oro, plata y bronce. Relativamente pocos alcanzan el nivel de excelencia requerido para representar a su país en los Juegos Olímpicos. No obstante, las Olimpiadas de Adultos Mayores están abiertas para todos los atletas de mas de 50 años, quienes compiten en distintos grupos de edades.
Durante los últimos tres años, he disfrutado de la maravillosa aventura de participar en eventos de básquetbol y carreras pedestres, en las Olimpiadas de Adultos Mayores a nivel nacional, estatal y local. Y lo que es más importante, he estado aprendiendo valiosas lecciones espirituales.
Antes de comenzar mi entrenamiento diario de varias horas, me tomo el tiempo para prepararme mental y físicamente. Por la mañana, después de estirarme y hacer precalentamiento, practico básquetbol y tomo clases intensivas de aerobics en el gimnasio de mi pueblo. El otro aspecto esencial de mi preparación es la oración, animada por el estudio de las Lecciones Bíblicas Semanales de la Christian Science. De camino al gimnasio a menudo escucho las lecciones en cassette en mi automóvil. Después de estudiarlas de nuevo por la noche, selecciono una gema de sabiduría e inspiración para llevar conmigo para el día siguiente.
Una de mis declaraciones preferidas sobre el éxito es aquélla en la que Mary Baker Eddy compara las cualidades necesarias para ser buenos sanadores cristianos, con las que se necesitan para realizar otras empresas, como lo es para mí el atletismo. Ella dice: "Quienquiera que desee demostrar la curación por la Ciencia Cristiana, tiene que obrar estrictamente de acuerdo con sus reglas, tener en cuenta cada una de sus proposiciones y avanzar partiendo de los rudimentos establecidos. Nada hay de difícil ni penoso en esa tarea, cuando se ha señalado el camino; pero sólo la abnegación, la sinceridad, el cristianismo y la persistencia ganan el premio, como generalmente lo hacen en todas las actividades de la vida". Ciencia y Salud, pág. 462. Esto ha sido como un faro que me ha guiado y fue la base de todas las actividades que desarrollo.
Persistencia
Después de muchos años de permanecer en casa para criar a tres hijos (quienes hoy tienen sus propias familias), sentí que necesitaba hacer algo que me diera un renovado propósito en la vida. Sorprendentemente, el básquetbol resultó ser la respuesta a mis oraciones y es la pasión que incita mi alma.
De jovencita nunca practiqué este deporte, pero he sido una entusiasta desde que iba a la universidad. Cuando tomé un balón por primera vez hace tres años, no tenía ninguna habilidad, así que le pregunté a un jugador qué tenía que hacer. Me dijo que debía driblar sin mirar la pelota. "Imposible", pensé. Al día siguiente practiqué durante tres horas hasta que pude driblar el balón y al mismo tiempo mantener mi cabeza levantada. Como necesitaba sentir que la pelota era una extensión de mi cuerpo, comencé a driblar por todas partes — camino a la iglesia, al banco, a la biblioteca, a la oficina de correos, y de vuelta a casa. Nunca estoy sin el balón; incluso la llevo conmigo en el avión cuando mi esposo y yo visitamos a los hijos y nietos.
La otra habilidad básica es saber lanzar el balón al cesto. Mi amigo me mostró la forma correcta de hacerlo, y al principio me resultó muy difícil. Me sentí tentada a ignorarla porque no lograba acertar el cesto. Sin embargo, decidí insistir y hacer lo que se me había enseñado. Tuve que practicar constantemente por varias semanas para sentir como algo normal efectuar un lanzamiento sin tener que pensar en cada una de las posiciones a adoptar. La recompensa de este intenso trabajo es que ahora soy una excelente lanzadora, y puedo ayudar a otros a mejorar su técnica para lanzar el balón.
¿No es la vida, acaso, sino el continuo descubrimiento de nuestras habilidades latentes?
Tiempo después me afilié a los Wildcats, un equipo de básquetbol de las Olimpiadas de Adultos Mayores, en la categoría de 55 a 59 años de edad.
Cuando empecé a jugar en el equipo, nunca pensé que mi problema más grande iba a ser contacto físico. Los choques, los empujones y los golpes que me mandaban al suelo, que surgen al rechazar al contrincante, rebotar y hacer una buena defensa, me impresionaron mucho, tanto que a menudo me quedaba llorando, con cortaduras y moretones. Llegué a cuestionarme si iba a poder lidiar con este problema, e incluso consideré renunciar a este deporte. Yo era una abuela, ¿acaso se suponía que tenía que tener tanto contacto físico?
Mi hijo me dijo con mucha sabiduría que jugar con la intensidad y autoridad necesarias en la cancha, no significaba que me iba a volver una persona agresiva fuera de ella. Así que me tranquilicé un poco, aunque éste es un aspecto sobre el que continúo orando. Hay un consejo que me guía mucho en mi relación con mis compañeros de juego y con los otros equipos: "La ambición no egoísta, nobles móviles de vida y la pureza son los elementos del pensamiento que, al mezclarse, constituyen individual y colectivamente la verdadera felicidad, fuerza y permanencia". ibíd, pág. 58.
Negación de sí mismo
En las Olimpíadas de Adultos Mayores compito en carreras de 5 y 10 km, y de 1500, 800 y 400 metros llanos; y una vez al año también compito en el medio maratón de Houston. La nerviosa expectación que siento días antes de la carrera, cuestionándome si lograré alcanzar mi meta, me inquieta sobremanera. Saber que mis compañeros de atletismo y yo no esperamos menos que excelencia y buenos logros, me ha ayudado a ver camaradería y cooperación en los eventos, en lugar de competición. Como resultado, he sentido tranquilidad y relajación antes de las carreras.
Cristianismo
Realizo cada actividad para pasarla bien y con alegría, ya sea que se trate de la clase de danza, kickboxing, entrenamiento en el circuito, básquetbol, carreras, e incluso el estiramiento. Otros suponen que lo hago por mi salud y para estar en buena forma física. Pero yo he descubierto que mi bienestar corporal depende, ante todo, de poner primero a Dios en mi vida.
En una ocasión me lastimé un dedo, y la curación se produjo cuando abarqué con el amor de Dios a un amigo (y a mí misma). Durante un partido de básquetbol, el balón me golpeó un dedo con tanta fuerza que lo dobló mucho hacia atrás, dejándome la mano totalmente hinchada. Temí de que el dedo se hubiera quebrado. Esto ocurrió durante las fiestas navideñas, cuando yo ya no tenía programados ninguna otra práctica ni juegos. Me sentí agradecida por tener ese tiempo libre para orar y recuperarme, y agradecida por el respaldo que mi esposo y mi familia me brindaron. Sin embargo, el dedo no parecía mejorar mucho.
Una o dos semanas después, mientras enseñaba una clase para gente mayor, sin querer golpeé a un señor con el balón en la cara. Él estaba mirando en la dirección opuesta cuando le pasé el balón. Otros en la clase temieron de que podría tener la nariz rota. Me senté con él en la cancha, asegurándole que todo estaba bien, y sabiendo en mi corazón que, de acuerdo con la ley de Dios que jamás condena, era imposible que este apreciado señor pudiera sufrir durante una actividad llena de alegría. Me di cuenta de que lo mismo era verdad para mí también. Tanto él como yo éramos inocentes. Nunca habíamos estado fuera del cuidado de Dios. Aunque su nariz sangraba, estaba muy tranquilo. Luego, después de visitar al médico, le aseguró de que su nariz estaba en perfectas condiciones. Después de eso, mi dedo sanó rápidamente, y lo pude mover con total libertad.
Sinceridad
Para mí, lo mejor de todo es que los variados deportes que realizo puedan traer inspiración a otras personas, desde niños hasta adultos mayores. Hace poco, invité a una activa y vibrante señora de 83 años, a participar por primera vez en las Olimpíadas de Adultos Mayores de este año. Ella aceptó, tomó lecciones de natación dos veces a la semana para prepararse para las carreras, y terminó ganando medallas de plata y bronce en su grupo de 80-84 años. Me escribió una nota de agradecimiento, expresando su alegría por haber participado en esta experiencia inolvidable, rodeada de sus hijos y nietos, quienes estaban allí para alentarla con carteles que ellos habían hecho.
¿No es acaso esto lo que la vida debería ser para todos nosotros — un continuo descubrimiento de nuestras habilidades y posibilidades latentes?