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'La sanidad de las naciones'

Del número de agosto de 2004 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Desde su inauguración en 1896, los Juegos Olímpicos "modernos" han reflejado las épocas en que se han celebrado.

Las guerras mundiales cancelaron los Juegos en 1916, 1940 y 1944. Boicots redujeron sustancialmente el número de competidores en Montreal en 1976, en Moscú en 1980, y en Los Ángeles en 1984. Y la seguridad de los atletas, espectadores, funcionarios y medios de comunicación, ha sido un tema de suma importancia para los organizadores desde los Juegos celebrados en Berlín en 1936.

Este año en Atenas otros factores se suman a la preocupación habitual sobre posibles perturbaciones externas. Se teme que activistas políticos — incluso terroristas — aprovechen la oportunidad para tratar de obstaculizar un evento que pareciera ser el antítesis de la lista de prioridades que ellos tienen.

A pesar de todo eso, mucha gente no espera la llegada de los Juegos de este año sintiendo temor, sino manteniendo bien presente el ideal Olímpico formulado por su fundador Pierre de Coubertin. Él concibió eventos cada cuatro años que pudieran cultivar el entendimiento internacional y generar la paz entre las naciones. Deseaba ofrecer oportunidades para que los atletas superaran las barreras físicas y mentales y compitieran, en las palabras del lema olímpico, "Citius-Altius-Fortius", o sea, "más rápido, más alto, más fuerte".

Este año, personas de fe en todas partes estarán orando para que la sabiduría, la vigilancia y el espíritu de cooperación que han prevalecido por más de cien años, se sientan una vez más dentro y fuera de los centros de competición; y para que nadie se sienta impedido de sentir el poder de la presencia de Dios.

La fundadora del Heraldo, Mary Baker Eddy, escribió en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, que las condiciones materiales simplemente no pueden superar "el poder de la Mente divina". Ciencia y Salud, pág., 128. De esto se puede deducir que estar consciente de esta Mente es la forma más elevada de seguridad que los organizadores y participantes de las Olimpiadas puedan tener.

Esto se volverá cada vez más evidente a medida que los pensadores espirituales alrededor del mundo se unan para orar para que los Juegos transcurran sin contratiempos y terminen con todo éxito; a medida que oren para saber que Dios nunca está con la guardia baja, y que permanecerá con cada persona durante el evento. Como en todo aspecto de la vida, nada puede disminuir la habilidad que tiene el Creador para mantener a Sus hijos e hijas a salvo de todo forma de mal. La oración es una fuente de protección poderosa, rápida y eficaz. Nadie necesita sentirse desamparado e inseguro, ni siquiera ante los rumores de una posible perturbación.

La rica diversidad de dones de Dios, florecen durante los Juegos.

Amenazas ocultas, conspiradores anónimos, el mal en cualquiera de sus disfraces, no tienen autoridad sobre la supremacía de Dios. Jesús reconoció y cedió al control de Dios en toda circunstancia que enfrentó, e invariablemente logró alcanzar el dominio espiritual. Lo mismo puede ocurrir con todos los participantes de estos Juegos.

A nivel individual, atletas y espectadores que permiten que la oración gobierne sus vidas, experimentarán lo que asegura el Apóstol Pablo cuando dice que los que se esfuerzan con la ayuda de Dios para obtener la victoria, de todo se abstienen. 1 Corintios 9:25, según versión King James de la Biblia. Apoyados por el amor de Dios — que es otorgado universalmente a todos, sin importar raza, nacionalidad o clasificación olímpica — verán a los demás con consideración y respeto. Los atletas encontrarán que incluso en medio de la intensa rivalidad, pueden competir limpiamente. Se verán menos tentados a usar drogas para mejorar su desempeño, y menos impulsados por alcanzar la celebridad.

La libertad que esta manera de pensar trae puede hacer que todos aprecien con renovado entusiasmo la meta de Coubertin, de ofrecer una tregua en los asuntos de las naciones y tener cada cuatro años, un festival de la "primavera" de la humanidad. Él pensaba que participar en los Juegos era más importante que la victoria.

Para Coubertin éstos eran algo más que una competición ambiciosa de dos semanas de duración. Pidió a los organizadores que glorificaran la belleza incluyendo "las artes filosóficas". De ahí el espectáculo de la ceremonia inaugural y los festivales de arte y educación que se celebran junto con los principales eventos deportivos. La rica diversidad de los dones de Dios florece también en ellos.

Estos Juegos Olímpicos prometen ser tan valiosos como cualquier otro para unir a gente de todas las edades y naciones en un compromiso para dar lo mejor de sí, no sólo con el fin de competir, sino también para lograr "la sanidad de las naciones". Apocalipsis 22:2.

Kim Shippey estuvo asociado con los Juegos Olímpicos durante más de 30 años; primero como periodista de radio y televisión y, luego, en su trabajo con el Congreso Olímpico de los Estados Unidos, que trata sobre el comercio y educación en los deportes.

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