En los estados unidos donde yo vivo la obesidad es común. En Honduras donde nací hay un dicho: "Me quiero ir a los Estados Unidos porque allá la gente pobre es gorda". Es un dicho verídico pues una buena parte de los pobres en los Estados Unidos quieren ponerse a dieta.
Los medios de comunicación nos advierten que hay una epidemia de obesidad en este país: la mayoría de los adultos tienen sobrepeso y uno de cada tres niños y adolescentes es obeso. Esto genera millones para los negocios dietéticos, aunque muy pocas dietas funcionan a largo plazo.
Las sugerencias comunes para contrarrestar la obesidad son comer menos y hacer más ejercicio. Pero son pocas las personas que tienen la disciplina de hacerlo. Los psicólogos y médicos dicen que las personas obesas son así por muchas razones. Entre las más discutidas, se dice que tratan de satisfacerse psicológica y emocionalmente con la comida, o que su metabolismo es ineficiente, o que ingieren alto contenido de grasas. La buena noticia es que éstos y otros argumentos tienen curación en la Christian Science.
Como hijos e hijas de Dios, no somos esclavos de los alimentos y no hay necesidad de tenerles miedo. El enemigo no es la comida, sino los malos hábitos. Gracias a Dios que nos creó con dominio sobre el sensualismo, tales como la glotonería y las otras clases de apetitos dañinos. La teóloga, Mary Baker Eddy, nos alienta: "Las pasiones, el egoísmo, los falsos apetitos, el odio, el temor, toda sensualidad, se someten a la espiritualidad, y la superabundancia del ser está del lado de Dios, el bien". Ciencia y Salud, pág. 201. Porque el Amor divino es nuestra sustancia espiritual y es la superabundancia de nuestro bien, Él nos llena y satisface. Comer en exceso no tiene atracción o placer cuando nos identificamos correctamente como las ideas espirituales del Creador.
Tampoco somos esclavos del cuerpo físico, porque éste no identifica nuestra esencia verdadera. Dios nos creó como reflejos de Su sustancia espiritual y no de carne y hueso. Nuestra identidad espiritual es la idea compuesta de la Mente divina, que incluye Sus cualidades puras. Dios no permite falta ni exceso en su reflejo. La Mente exceso en su reflejo. La Mente expresa completa armonía, balance y salud en hombre espiritual y en toda Su creación divina. Esta verdad espiritual es una ley que armoniza las funciones del cuerpo (como el metabolismo) y purifica nuestros hábitos.
Paso a paso podemos descubrir que la materia no delinea nuestro ser espiritual, ni tampoco satisface nuestros deseos más profundos. El hambre interna es por lo divino, y únicamente el Espíritu, Dios, puede satisfacerla. El Amor divino es quien sana nuestros cuerpos, responde a nuestras necesidades, purifica nuestro carácter y bendice nuestras acciones. Somos inseparables del poder y la provisión divina porque, como dice la Biblia, en el Espíritu "vivimos, y nos movemos, y somos..." Hechos 17:28.
La ley de Dios purifica nuestros hábitos.
¡Qué injusto es que en este mundo la minoría sufra de obesidad y la mayoría de falta de comida! Esta injusticia tiene respuesta de parte de Dios con la superabundancia espiritual con que nos bendice a todos. Cuando nos sometemos a Su voluntad, el Espíritu equilibra nuestros apetitos personales, y nos ilumina con soluciones eficaces para ayudar a los que les falta. Sin duda alguna podemos confiar en que "El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana". Ciencia y Salud, pág. 494.
Jesucristo nos aconseja: "No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?" Mateo 6:25. Este dicho no implica que no tenemos que pensar en el alimento, sino que entendamos que es la manifestación del bien espiritual que Dios nos da.
Yo disfruto cocinar platos deliciosos para mi familia y mis amigos, y planeo cuidadosamente lo que hago. Aun cuando tengo poco tiempo para cocinar, mi experiencia me permite preparar comidas sabrosas y fuera de lo común. Disfrutar de cocinar buenos alimentos no me dificulta la moderación en lo que ingiero porque lo que hago en la cocina tiene su origen en las cualidades espirituales que Dios nos da para expresar. Por ejemplo, requiere amor por los demás, así como disciplina, creatividad, inteligencia, paciencia, precisión, alegría, arte y demás. Cuando expresamos estas cualidades espirituales quedamos satisfechos, llenos y alimentados con la gracia de Dios.
También considero que mis ejercicios son otra manera de glorificar a Dios, quien es la fuente de todo lo que somos y de todo lo bueno que podemos hacer. La Mente infinita capacita nuestros pensamientos con vitalidad, flexibilidad, moderación, fuerza, determinación y enfoque; y estas cualidades se reflejan en cuerpos sanos, renovados, simétricos, proporcionados y enérgicos.
En su interpretación espiritual del "Padre Nuestro" M. B. Eddy escribe: "...El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy; Danos gracia para hoy; alimenta los afectos hambrientos". Ciencia y Salud, pág 17. La gracia de Dios es el "pan" que nos alimenta y nos delinea con salud, belleza y energía. Cuando por la oración diaria ingerimos este alimento divino, y lo digerimos con actos puros, benéficos e inteligentes, entonces nuestros apetitos y nuestros cuerpos son gobernados por Dios.