"Ha llegado la hora de los pensadores". Ciencia y Salud, pág. vii. Esta sorprendente afirmación aparece en la primera página de Ciencia Y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Una declaración así llama fuertemente a la puerta del pensamiento y nos hace preguntar: ¿Somos receptivos a nuevas ideas? ¿Estamos dispuestos a examinar nuestros puntos de vista, o tenemos miedo de aceptar el desafío de ver las cosas desde una nueva perspectiva?
Tengo que admitir que da cierta satisfacción aferrarse a lo cierto y probado. Nos sentimos cómodos con nuestros hábitos de pensamiento; nuestras opiniones y puntos de vista, lo que nos gusta y nos disgusta, que se han ido desarrollando a lo largo de nuestra existencia. ¿Por qué es necesario cuestionarlos, repensarlos o reexaminarlos?
No obstante, justo en la primera página, Ciencia y Salud admite que tiene la intención de sacudir nuestro pensamiento presentándonos un punto de vista revolucionario acerca de Dios y el hombre. Y no sólo eso, sino que da a conocer una nueva manera de vivir esa relación con Dios y Su creación. Este libro es una revelación de ideas divinas, que tienen el propósito de provocar una revolución en el pensamiento y en el comportamiento. De manera que es importante recordar que los términos revelación y revolución no son sinónimos. Revelación significa un nuevo e inspirado punto de vista; revolución significa un cambio drástico. Por lo general, la gente recibe con entusiasmo la primera, pero puede que le cueste mucho aceptar la segunda.
A medida que los lectores exploran Ciencia y Salud, pronto se dan cuenta de que los pensadores espirituales son activistas espirituales. Pensar espiritualmente nos impulsa inevitablemente a cuestionar la manera en que pensamos acerca de las cosas; nos hace verlas desde una perspectiva diferente. Literalmente cambia la base del pensamiento. No se trata de un mero ejercicio intelectual. Estos nuevos puntos de vista terminan cambiando nuestra manera de vivir. M. B. Eddy dejó claro que el que piensa y actúa de una forma honesta y espiritual llega a ser naturalmente un sanador espiritual, beneficiando a la humanidad.
Esta transición en la vida exige mucho más de lo que uno podría pensar. El Apóstol Pablo escribió acerca de traer cada pensamiento a "la obediencia a Cristo", y Mary Baker Eddy señaló que las enseñanzas de Jesús requerían que uno "deseche hasta las creencias y prácticas más preciadas; que deje todo por Cristo". ibíd., pág. 141. ¿Qué significa abrazar un punto de vista como el de Cristo, adoptar un proceso de pensamiento como el de Cristo, tener una meta como la de Cristo? Consiste fundamentalmente en vivir de acuerdo con el consejo bíblico de reconocer a Dios en todos nuestros caminos. Es decir, uno reconoce conscientemente Su presencia y el control que tiene sobre todas las cosas en todo momento. Reconoce que el hombre y la mujer son realmente la obra de Dios, sujetos sólo a Él. Se aferra con persistencia al punto de que no existe otro poder, influencia, actividad, presencia, excepto aquella que es de Dios, haciendo Su voluntad. Esto requiere un amor y una fidelidad a la Deidad que es lo suficientemente grande, lo suficientemente disciplinada, lo suficientemente determinante, como para esforzarse por seguir esta línea de pensamiento bajo cualquier circunstancia.
Para muchos, esto es más fácil pensarlo de una manera abstracta que llevarlo a cabo en la vida diaria. A pesar de que muchos desean tener un pensamiento espiritualizado, se encuentran reaccionando impulsivamente a los acontecimientos. Se sienten decepcionados o enojados por lo que ven o escuchan. Aceptan el punto de vista humano como lo muestran las apariencias. Muy pronto viven como si Dios no tuviera lugar, función, ni importancia alguna en la vida. No lo expresan abiertamente, pero el proverbial dicho es verdad: "Las acciones hablan más fuerte que las palabras". Nuestra vida, nuestras acciones, son un testimonio de nuestra manera de pensar; ya lo hagamos de una manera genuina como la de Cristo, o básicamente sin espiritualidad.
Somos tentados a reaccionar: a estar enojados, amargados, temerosos, tristes, desalentados. El pensador espiritual supera esta tentación cuestionando lo que provoca dichos sentimientos. Se pregunta: ¿Es acaso ésta una evidencia de que Dios está obrando? ¿Tengo que actuar, o reaccionar, como si Dios estuviera ausente? Luego responderá: ¡No! Y levantará su protesta contra lo que ha sucedido o le han informado. Insistirá en su derecho divino de estar consciente de que Dios y Su Cristo están presentes en la vida y evidentes en las acciones de hombres y mujeres. Esta respuesta es clave para la vida y curación espirituales.
He aquí una prueba. ¿Qué tan fuertes son sus puntos de vista políticos? ¿Se considera usted conservador, moderado o liberal? ¿Ora a diario por que el líder de su país sea eficiente? ¿Es tolerante con los puntos de vista que difieren de los suyos? ¿Tiene el hábito de pensar que el gobierno está en manos de un grupo de gente — para o para mal— o que el "gobierno está sobre los hombros de Dios"?
Un sanador espiritual evita involucrarse en las opiniones o cuestionamientos políticos que tengan sus pacientes, ya sea con familiares, amigos o compañeros de trabajo, así como tampoco con asociaciones vecinales o la política nacional. El adoptar fuertes puntos de vista personales sobre estos temas debilita el fundamento de la demostración espiritual: la verdad de que todo está gobernado por un Principio divino siempre en operación.
Quizás uno vea o escuche cosas que afirman lo opuesto, pero la primera reacción de un sanador espiritual es elevar su protesta; declarar en este mismo momento, que Dios está siempre presente, siempre activo, y tiene total control. Un sanador cristiano se aferra firmemente a esto contra viento y marea si es necesario, hasta que la evidencia de esta verdad finalmente se manifiesta.
Quizás uno desapruebe las acciones de su gobierno, o no esté de acuerdo con aquellos que se oponen a las políticas de su gobierno. Al escuchar la radio o televisión, o seguir las discusiones en Internet, es obvio que muchos reaccionan prácticamente maldiciendo a los que están en desacuerdo con ellos, y muestran suma intolerancia. Tal vez haya usted recibido un efervescente correo electrónico de alguien que está en desacuerdo con sus ideas. Muchos hacen eso, critican acaloradamente a los demás, sin saber que este proceso de pensamiento es una forma de mala práctica maliciosa. Es una tendencia mental corrosiva que hace daño a quien piensa así. Esto produce el hábito de pensar con odio o intolerancia, y debilita grandemente nuestra capacidad para sanar cualquier situación.
El sanador cristiano, por otro lado, se esfuerza constantemente por ver al hombre y a la mujer como la obra del Creador: inspirada por Dios, animada por Dios, dirigida por Dios, gobernada por Dios. Esto capacita al sanador para negar que la tal llamada influencia de corrupción, ignorancia, voluntad ciega, pasión política o deshonestidad, pueda gobernar al hombre, la obra de Dios. La curación recibe apoyo cuando el pensador cristiano destruye el sentido equivocado al adherirse constantemente a la verdad espiritualmente científica de que Dios, la Mente divina, gobierna en los corazones y mentes de todos. El pensador entonces deja el resultado de los hechos en manos de Dios, sabiendo que Él hace que salga todo bien.
Somos tentados a reaccionar, a estar amargados, tristes, temerosos.
Vale la pena esforzarse por superar la tendencia de considerarse a uno mismo o al prójimo como conservador o liberal. Poder declarar: no soy ni uno ni otro, y afirmar "Soy un sanador espiritual y estoy decidido a ver la mano de Dios en operación en mi gobierno y en mis líderes", bendecirá más a nuestro mundo que todo activismo político. La política tiene su lugar legítimo, y los ciudadanos necesitan ejercer sus derechos, pero el mundo necesita mucha más pasión espiritual y menos pasión política.
En 1908, Mary Baker Eddy escribió esto que fue publicado en el Boston Post: "Me preguntan: '¿Cuáles son sus ideas acerca de la política?' En realidad no tengo ninguna, más que la de apoyar a un gobierno justo, amar a Dios supremamente y a mi prójimo como a mí misma". The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 276.
Ésta no es un una norma imposible de alcanzar. Requiere que seamos pensadores espirituales en lugar de partidarios políticos. Si uno adopta esta meta, encontrará que se libera de hábitos de pensamiento anticristianos, y que la capacidad para ser un sanador eficaz en este mundo aumenta significativamente.