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Sana de artritis reumatoide

Del número de noviembre de 2006 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


CUANDO SÓLO EL ESPÍRITU SANA

TESTIMONIOS DE TODAS PARTES DEL MUNDO

Cuando me diagnosticaron que tenía artritis reumatoide del tipo degenerativo me dijeron que llegaría a tener una debilidad muy grande y no podría moverme ni valerme por mí misma. Luego el médico me recetó un tratamiento para soportar los dolores mas no para curar la dolencia.

Las perspectivas no eran muy alentadoras. Siempre he sido una mujer muy activa y la imposibilidad de tener libertad de movimiento era inimaginable.

Al ver que no tenía esperanza alguna me fui hundiendo cada vez más hasta sumergirme en un hueco muy profundo. En medio de esa depresión decidí llamar a una gran amiga que es estudiante de la Christian Science y que siempre me había hablado de Dios. Me decía que Dios nos había hecho espiritualmente porque Él mismo es Espíritu y que de Su naturaleza, siendo el bien, no podían emanar las enfermedades. Lo que vemos como enfermedades son errores del pensamiento, una creencia en la ausencia de Dios. Yo la escuchaba atentamente porque me daba mucho ánimo espiritual y poco después empecé a leer el libro Ciencia y Salud.

El capítulo sobre la oración me pareció fundamental. Me llamó mucho la atención esta idea: "Para entrar en el corazón de la oración, la puerta de los sentidos errados tiene que estar cerrada. Los labios tienen que enmudecer y el materialismo callar, para que el hombre pueda tener audiencia con el Espíritu, el Principio divino, o sea, el Amor, que destruye todo error" (pág 15). A través de esta lectura pude ver que la oración es como tener una conversación de tú a tú con Dios. También me asombró descubrir que somos Su imagen y semejanza y que esa imagen está muy lejos de ser material. Asimismo fui entendiendo que no es suficiente tener una fe ciega, sino que es necesario comprender que Él es el Amor mismo y que nosotros somos ahora espiritualmente perfectos Así que la oración no es un mero pedir, sino reconocer el poder de Dios y agradecerle por todo lo que ha hecho.

Con esta nueva forma de pensar empecé a mejorar. Vi que podía caminar y que lo hacía más rápido. Ya no tenía que bajar las escaleras de espaldas como lo hacía antes, sino que subía y bajaba sin siquiera aferrarme del pasamanos. Además, podía agacharme y volver a levantarme sin dolor. La curación fue completa.

Han pasado unos años de esto y desde entonces mi vida ha cambiado por completo, en mi vida personal y profesional. Hoy siento que irradio felicidad y que ha regresado en mí la alegría de vivir.

Hace poco, este entendimiento espiritual de Dios como la Vida misma, me permitió también ayudar a mi esposo. El año pasado él tuvo una isquemia de pierna, es decir, le diagnosticaron trombosis irreversible en ambas piernas. Los médicos le dijeron que ni siquiera podían hacerle un by-pass debido a la naturaleza del problema. Hasta llegaron a hablar de amputación.

Cuando me enteré de esto empecé a orar por mi marido de inmediato. En la oración, insistía en que Dios lo había creado sano y perfecto. En Ciencia y Salud, había leído esto: "El hombre no es materia; no está constituido de cerebro, sangre, huesos y otros elementos materiales. Las Escrituras nos informan que el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios" (pág. 475). Y si Dios es Espíritu, pensé, la esencia de mi marido es espiritual.

Pasó algún tiempo y mi marido tuvo que someterse a un cateterismo. Al finalizar este procedimiento el médico reconoció que, a pesar de la trombosis, la sangre estaba circulando, aunque no se lo podía explicar. Después de unos análisis, el médico nos dijo que se habían formado nuevas arterias y venas en ambas piernas y por eso se había reanudado la circulación.

Para mí esto no fue sino obra de Dios, un verdadero caso de cirugía mental. Estoy convencida de que la oración y la Mente divina lo fortalecieron y lo ayudaron a salir adelante. Mi esposo volvió a jugar al fútbol, contrariamente al diagnóstico de que nunca podría volver a hacerlo. Ya hace más de ocho meses que juega alrededor de 30 minutos diarios y se siente muy bien.

Tengo la certeza de que es la fortaleza con que permanecemos firmes en el entendimiento de que somos espirituales y que Dios nos lo dio todo, lo que produce cambios en nuestra vida; lo que nos da nuestra provisión y nos permite vivir plenamente.


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