Conocí la Christian Science en un momento muy difícil de mi vida. En esa época se vivía a diario aquí en el Perú con la amenaza terrorista y todos los días explotaban coches-bomba. Siempre me despertaba con muchos temores y por la mañana cuando me despedía de mi esposo y de mis hijos no sabía si nos volveríamos a ver.
Sucedió que un día recibí la llamada de una querida amiga de los Estados Unidos y cuando le conté lo que pasaba, ella me empezó a hablar con tanto amor de Dios que me quedé tranquila. Poco después, vino al Perú y me invitó a ir a la iglesia, obsequiándome el libro Ciencia y Salud. Admito que, aunque lo recibí con mucho entusiasmo, no empecé a leerlo de inmediato. Eso sí, con mi familia asistíamos todos los domingos a los servicios religiosos. Nos gustaba estar en ese ambiente porque se respiraba mucho amor y nos recibían con mucho cariño. Así fuimos entendiendo poco a poco que la mejor medicina para todos los males es espiritual.
Tiempo después, una noche me desperté sobresaltada y con miedo, sintiéndome muy mal. Entonces le pedí a mi esposo que me leyera el capítulo de la oración de Ciencia y Salud, donde cita a Cristo Jesús cuando dice: "Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a ese monte, quítate y échate en el mar y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho, por tanto, os digo que todo lo que pidieres orando, creed que lo recibiréis y os vendrá. Vuestro padre sabe de qué cosas tenéis necesidad antes que vosotros le pidáis" (pág. 1).
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