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El efecto de saber quiénes realmente somos

Del número de septiembre de 2006 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Los muros de Sacsahuamán en Cuzco, donde sus bloques de piedra unidos sin cemento calzan de tal manera que ni siquiera una hoja de afeitar puede entrar entre ellos. El paraje de Stonehenge en Inglaterra, cuyos bloques de piedra de más de 40 toneladas fueron transportados desde 30 Km hace 5000 años, y luego dispuestos en círculo. O La última Cena de Leonardo da Vinci, con un simbolismo que hoy despierta renovada curiosidad.

¿Qué tienen estas obras en común? Que no importa de cuántas formas se las interprete o especule sobre ellas no cambia en absoluto su esencia y propósito original, cualesquiera sean éstos.

En general, las varias interpretaciones nunca han cambiado la esencia de las cosas. Y lo mismo ocurre con el hombre, a quien se lo ha venido interpretando como un ser evolucionado de una célula, pasando por diferentes etapas animales, hasta llegar a lo que hoy consideramos que es su etapa final.

Sin embargo, a los ojos de Dios el hombre ha sido siempre hombre.

La Biblia, con sabiduría milenaria afirma que Dios nos conoce como ningún otro. Un salmo dice: “Tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentar me y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos.” (139:1, 2)

¿No será que debemos pensar de nosotros como Dios que somos y no como especulamos que somos? Los pensamientos de Dios no son nuestros pensamientos, ni nuestros caminos son Sus caminos, afirma la Biblia y agrega: “Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”. (Isaías 55:8)

“Pienso, luego existo”, nos dejó escrito el filósofo francés Descartes. Y esto encierra una gran verdad, aunque alguien podría preguntar: “¿Pensar qué?” Porque, aunque los humanos hemos venido pensando bastante a través de los siglos, no todos podríamos decir que estuvimos siempre contentos con el resultado de lo que pensamos.

Por eso, en linea con la Biblia, permítame que ofrezca una variación de este dicho: “Dios nos piensa, y por lo tanto existimos”.

Lo invitamos a que considere lo que Dios piensa de usted. Después de todo, la naturaleza de Dios es Amor inalterable. El Amor nos piensa, y esto hace que existamos.

En este número, vamos a ver el efecto que tiene en nuestra vida saber quiénes realmente somos partiendo de cómo Dios nos conoce, y la manera en que esto nos ayuda a superar temores.

Con afecto,

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