, de Lima, Perú, fue testigo del poder sanador del Amor cuando su hija fue diagnosticada con una grave enfermedad. El Heraldo condujo esta entrevista y luego obtuvo copias de los certificados y diagnósticos médicos que corroboran la autenticidad de la curación.
¿Qué fue lo que sucedió?
Fabiana nació con hidrocefalia severa. A los dos días la llevaron de emergencia a un hospital del estado para operarla y colocarle la válvula que usualmente se le pone a los niños en ese caso. Pero no se lo pudieron efectuar porque tenía una hemorragia cerebral y era imposible hacerlo en esas condiciones. Poco después, Fabiana presentó una infección generalizada en la sangre, y el doctor me dijo que era difícil que viviera porque estaba muy avanzada.
Justo ese día, llegando a mi casa por la noche me encontré con mi vecina, quien, al contarle lo sucedido, me explicó la palabra de Dios. Me dijo que Él no manda las enfermedades y que nos hizo a todos espiritualmente. Me habló mucho de Dios y me dijo que iba a orar por Fabiana, junto con su familia. También me dio unos Heraldos para que los llevara al hospital y le leyera a la niña. Después de esto ya no me sentía tan deprimida, sino que comentcé a estar un poco más fuerte.
A los tres días la infección había desaparecido. El doctor se sorprendió mucho, pero no dijo nada más. Poco tiempo después me informó que además de la hidrocefalia, la niña había nacido solamente con el 20% del cerebro en la parte frontal, muy delgada, y que carecía del 80%. De modo que no tenía el cerebelo ni la parte del cerebro que hace que funcione parte del cuerpo como la vista, el equilibrio y el habla.
Lógicamente, me dolió muchísimo saberlo. Pero a pesar de eso, seguí orando y leyendo los Heraldos. Fue entonces cuando mi vecina me regaló el libro Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras.
Mientras tanto, los doctores le dijeron a mi esposo que Fabiana no podría vivir por mucho tiempo en esas condiciones.
Mi esposo y yo pensamos en llevarla a España para que la operaran, pero el doctor nos dijo que no se hacen transplantes de cerebro y que simplemente le diéramos todo nuestro afecto.
Seguro que usted le dio mucho amor a la niña.
Claro que sí. Le cantaba, le leía, la hacía reír, la acariciaba, le daba masajes, le llevaba juguetes al hospital. Mi fe estaba cada vez más fuerte. Sabía que todo iba a salir bien. Mi esposo también estaba seguro de que Dios no nos iba a abandonar y que Él no había hecho que Fabiana naciera así. Lo mismo nos decía nuestra vecina.
Otra cosa importante fue que, a los dos meses de edad, ella empezó a tener convulsiones y los médicos me dijeron que iba a tener que tomar un anticonvulsivo de por vida. Sin embargo, Fabiana tiene hoy tres años y medio, y ya hace dos años y medio que no toma esa medicina. Un día el médico me preguntó si la tomaba y se sorprendió cuando le dije que ya no la necesitaba porque había dejado de tener convulsiones.
Cada vez que tengo que llevarla a la visita médica el doctor se sorprende porque Fabiana entra caminando, saludando a todos los doctores, dándoles besitos o la mano, cantando o haciendo sus payasadas como la caracterizan, porque ella es muy amena, muy chistosa, muy palomilla...
¿Le han hecho más radiografías a la nena?
Sí. Al ver a mi hija tan normal, tan sorprendentemente recuperada, mi esposo quiso que le hiciéramos otra tomografía computada para ver si el cerebro le había crecido. Yo le decía que no se interesara en lo físico porque lo que importaba era el Espíritu, Dios. Pero insistió tanto, que lo hicimos. Recuerdo que mientras se la hacían, el técnico de pronto salió asustado y me preguntó si le habían hecho este examen antes a la niña y si sabíamos lo que tenía. Yo lo tranquilicé deciéndole que ya estábamos enterados. Él no podía comprender lo que pasaba. El resultado fue que seguía todo igual.
Es decir que no se explican cómo es una niña normal.
Claro, no sabían cómo una niña que entró caminando tuviera lo que habían visto en la tomografía.
Entonces le dije a mi esposo que si bien según el examen todo sigue igual, no interesa lo que tiene físicamente, porque ella es espiritual. Dios la ha salvado.
Y hoy en día Fabiana está yendo a la escuela, ¿no es esi?
Sí, está yendo a inicial de tres años, la escuela donde asiste su hermano. La evaluaron, la matriculé y ya entró al colegio. Está muy bien. Las profesoras me dicen: “Es una niña muy hábil y muy, muy cariñosa”. Ella tiene un carácter fuerte a la vez, pero cuando entran niños nuevos llorando ella se les acerca y los consuela. Eso es lo que a las profesoras más les sorprende.
Es que todo es debido al amor que ha recibido en el hogar. Y ¿qué dice su esposo de todo esto?
Mi esposo me dice que su fe siempre le ha hecho entender que Dios nunca nos deja solos, que la niña es un regalo que Dios nos ha dado; un angelito que tenemos que cuidar. Y que es una gran muestra de que Dios está siempre escuchándonos, que lo que le pedimos con amor, con fe, siempre nos lo va a dar.
Luego El Heraldo tuvo la oportunidad de hablar con Fabiana, quien después de saludar lo primero que dijo fue: “Diosito me sanó”. Ella confirmó que asiste a la escuela y luego preguntó si podía cantar una canción, haciéndolo con mucha soltura y alegria. También comentó que tiene un osito polar y una piscina para bañarse. Cuando El Heraldo le preguntó a la mamá si la niña sabia contar, ella dijo que podía hacerlo no sólo en español, sino en inglés y japonés también. Entonces Fabiana contó hasta diez, primero en japonés y luego en inglés, y al despedirse tiró besos. La mamá comentó que hace tiempo que sabe decir el Padre Nuestro.
El Heraldo también ha incluido esta entrevista en su programa radial.