Muy preocupada por una hemorragia vagina, hace aproximadamente un año decidí tomar una vez más el libro Ciencia y Salud y estudiarlo. Cuando lo abrí leí bajo el encabazamiento marginal “Conceptos insidiosos” que en parte dice: “la sangre nunca dio vida, y nunca la puede quitar” (pág. 376).
Esto me ayudó a calmar el temor que sentía y afirmarme en Dios con la seguridad de que sanaría por completo. Asimismo, fue de gran ayuda el pasaje en el Evangelio según San Mateo donde se cuenta de una mujer que llevaba doce años con un flujo de sangre y acercándose a Jesucristo tocó el borde de su manto y quedó sana (9:20). Me identifiqué con la fe que esa mujer debe haber tenido en el poder de Dios para sanar, tan bien expresado en la vida de Jesús. En mi oración en silencio busqué comprender más esa unión que tenemos con la Mente divina y como resultado de esto a los pocos días dejé de sangrar. Este problema no ha vuelto a presentarse y la curación ha sido completa.
Tiempo después, el dueño de la casa donde me acababa de mudar hacía dos meses, decidió dividirla para hacer apartamentos. Cuando se acercó para preguntarme qué iba a hacer yo, me dio la impresión de que quería que me fuera.
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