En 1992, el sur de Florida en los Estados Unidos fue azotado por el huracán “Andrew”, cuyo efecto fue desastroso. No obstante, a través de la oración tuve la oportunidad de ser testigo de la protección de Dios en todo momento.
En aquel entonces, yo vivía con mi esposa y mi hija en una casa en Miami, y el día anterior al huracán, reconociendo la presencia de Dios y escuchando Su dirección, hicimos los arreglos necesarios en la casa para su llegada.
Hacía unos días que yo había regresado de asistir a una clase sobre la Biblia y el libro Ciencia y Salud, de modo que guardé todas mis notas en un closet. Por la noche, cuando estaba cenando con mi familia se me ocurrió proteger esas notas, de modo que las envolví en una bolsa de plástico.
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