Todavía me parece sentir la mano callosa de papá en mi hombro mientras nos dirigíamos hacia la quinta, esforzándome por sostener el compás de su caminar. Yo gustaba anticipadamente el sabor veraniego de peras e higos que los viejos árboles frutales ofrecían.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!