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Ama a los niños

Del número de noviembre de 2007 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


DURANTE LA ÉPOCA DE NAVIDAD, EL PENSAMIENTO SE VUELVE A LA QUERIDA HISTORIA JESÚS, LA CUAL ENCIERRA UNA PROMESA DE CURACIÓN Y SEGURIDAD PARA EL MUNDO Y TODOS SUS NIÑOS. LAMENTABLEMENTE, EL ANHELO DE ATESORAR VERDADERAMENTE EL NACIMIENTO DE JESÚS Y SU MENSAJE, PUEDE QUE NO LLEGUE MÁS ALLÁ DEL UMBRAL DE NUESTRA PROPIA CASA, NI CONTINÚE DESPUÉS DE LAS FIESTAS.

Nuestras oraciones son suficientes para proteger a los niños del mundo.

Hombres y mujeres de todas las naciones y culturas, se esfuerzan por amar y proteger a los niños. Sin embargo, las duras realidades de la vida y sus temibles perspectivas pueden hacer que muchos consideren que proteger a todos los niños todo el tiempo, está fuera de nuestro alcance o es una tarea imposible de lograr. No obstante, las obras de curación de Jesús ilustran que Dios, nuestro Padre, nunca está fuera del alcance de Su creación. Dios protege la identidad de cada uno, sin excepción.

Por su lado, la sociedad tiene la preciada responsabilidad de cuidar de los niños. Ellos son portadores de la alegría y la esperanza para el futuro de la humanidad. A este respecto, es de destacar que Mary Baker Eddy, al escribir sobre esta responsabilidad, no mencionó que fuera algo exclusivo de los padres: "¿No es acaso la propagación de la especie humana una responsabilidad mayor, un deber más solemne, que el cultivo de vuestro jardín o la cría de ganado para aumentar vuestros rebaños y manadas? Nada indigno de ser perpetuado debiera transmitirse a los hijos". Ciencia y Salud, pág. 61. He aquí una inspirada guía para cada ciudadano. Y las posibilidades de seguirla son infinitas, cuando las buscamos con el profundo anhelo y disposición de escuchar la dirección divina. Esta actitud tiene un alcance mayor pues nos capacita para establecer comunidades arraigadas en el amor incondicional de Dios.

Consideremos el ejemplo de José, el marido de María. Aunque Jesús no era su hijo biológico, José lo amaba profundamente. Cuando la vida del bebé estuvo en peligro, él protegió tanto a María como al niño, buscando refugio para ellos en Egipto. Y Jesús prosperó. Aunque alguno podría argumentar que, como el ungido de Dios, él habría prosperado de todos modos, es importante destacar esta iniciativa de José porque demuestra que reconocía lo valioso que es nutrir esa inocencia infantil que nos hace a todos sanadores cristianos.

Al escuchar la voz de Dios en oración, y seguir Sus indicaciones, todos podemos cumplir con la responsabilidad que tiene la sociedad para con la generación más joven. Sea lo que fuera que uno sea movido a donar en términos de habilidades o dinero, debe prevalecer ante todo la convicción esencial de la identidad y valor espiritual de cada niño. Basada en el firme reconocimiento de la inteligencia y presencia bondadosa de Dios, esta convicción es suficiente para producir el cambio necesario.

La Biblia está llena de relatos que inspiran oración e iniciativa hacia los niños de hoy. He aquí tan solo una muestra de lo que estos relatos pueden decirnos:

Acepte que Dios escucha la voz de los niños donde se encuentran. Cuando Agar fue enviada al desierto con su hijo Ismael, Dios le aseguró a su desesperado corazón que Él estaba escuchando el llanto del niño, y que lo ayudaría. Ambos fueron protegidos, e Ismael prosperó. Véase Génesis, Cap. 21. Incluso en la oración, a veces tenemos que dejar de lado nuestro esfuerzo humano y confiar en que Dios le está hablando directamente a un joven, quizás diciéndole que no vaya por cierto camino, que evite un sitio Web en particular, que busque ayuda, o cómo escapar de una situación peligrosa.

Vea a los niños del mundo dentro de la canasta de Dios. Cuando la madre de Moisés trató con desesperación de salvarlo de un infanticidio, ella usó las habilidades y conocimientos que tenía. Preparó una canasta para que llevara al niño flotando por el mismo río que estaba destinado a llevarlo a la muerte, después de lo cual la hija de Faraón lo encontró, lo crió y educó. Véase Éxodo, cap. 2. Él también prosperó, guiando a los israelitas fuera de la esclavitud y dando al mundo los Diez Mandamientos. La oración que usted haga hoy por los niños del mundo es suficiente para ayudarlos a mantenerse a flote en medio de las aguas del abuso, la delincuencia en las grandes ciudades, la falta de hogar, la esclavitud, la violación y la apatía de los gobiernos.

Respete la integridad y habilidad innata de los niños para distinguir entre el bien y el mal. De acuerdo con la ley mosaica, la propiedad de un hombre era heredada por sus hijos varones. Cuando murió Zelofehad, él no tenía hijos varones, pero sus hijas se negaron a aceptar que no podían hacer nada al respecto, y le pidieron a Moisés que les diera a ellas su heredad, y su pedido fue otorgado. Es más, se cambió la ley. Véanse Números, Caps. 26 y 27. Todos los hijos son uno con su Creador. Cuando Lo escuchan, tienen el derecho a ser oídos y a que se reconozca que tienen algo para decir. Nos podemos regocijar con confianza en ese hecho espiritual.

Ame como el padre del hijo pródigo: profundamente, con interés y generosidad. A pesar del comportamiento de su hijo —quien le pidió la herencia como si su padre ya hubiera muerto (craso insulto), desperdiciándola en vez de multiplicarla, y regresando a su casa con las manos vacías— el padre en la parábola de Jesús ama sin condiciones, como si el camino que el hijo había elegido no los hubiera tocado a ninguno de los dos. Él lo deja ir, confiando la vida de su hijo a algo más grande, y acepta a su hijo con los brazos abiertos cuando regresa a casa lleno de arrepentimiento. Véase Lucas, Cap. 15. Incluso, cuando parece que los niños expresan muy pocas cualidades que valga la pena amar, podemos negarnos a pensar que alguno pueda estar perdido, ser vulnerable o indigno, e imposible de ayudar. Podemos verlos siempre desde una perspectiva espiritual, como la creación de Dios, donde cada uno ya es sano, ya es Su expresión inteligente, y como tal, es un regalo de Dios al mundo.

Tomemos la determinación de hacer todo lo que podamos, dando lo que nos sea posible, y orando a diario por los niños del mundo, un compromiso que no podemos descuidar. "He aquí, herencia de Jehová son los hijos". Salmo 127:3.

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