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PARA NIÑOS

LA MEJOR NAVIDAD

Del número de noviembre de 2007 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Esa Navidad las cosas no andaban bien. A Susana no le habían traído ninguno de los regalos que quería. En lugar de la radio que tanto esperaba, encontró bajo el árbol un trineo de metal muy infantil que decía “Alas de Nieve”. Ni siquiera había caído nieve ese año, afuera solo se veía barro congelado. Para colmo, sus hermanitos habían recibido lo que habían pedido y estaban jugando felices.

Sintió unos celos muy desagradables cuando vio a su hermana jugando feliz en la sala con su nuevo y brillante palo saltarín. Susana tenía ganas de poner el pie para que se cayera.

“Susana”, le preguntó su mamá, “¿te pasa algo?”

La niña negó con la cabeza. Se sentía avergonzada de tener esos pensamientos tan malos, teniendo en cuenta que sus padres habían hecho un gran esfuerzo para que todos tuvieran una linda Navidad. Pero no podía apartar esos sentimientos. Su mamá, que siempre parecía saber lo que ella pensaba, se sentó junto a Susana en el sofá. No le dijo nada del trineo, ni del tiempo, ni de la cara de enojada que tenía. En cambio le susurró: “Creo que éste sería un buen momento para que le dieras a Papi el regalo que le preparaste”.

Susana se sintió mejor. Estaba muy contenta con el poema que había escrito y dibujado para su papá. Entonces corrió hacia el árbol, tomó el rollo de papel atado con una brillante cinta roja y se lo entregó. Su papá quedó admirado con los dibujos y luego leyó el poema en voz alta para que toda la familia lo escuchara. Susana sonreía de oreja a oreja, y no pudo dejar de reír cuando vio que su hermana saltaba en su palo al ritmo de las estrofas.

Después de eso, Susana tenía más regalos para dar: unas bolsitas con dulces que había comprado para sus hermanitos, y el portamacetas que le había hecho a su mamá en el campamento de vacaciones. “Combina perfectamente con los nuevos colores de la cocina”, le dijo su mamá. “¿Cómo supiste?” La Navidad volvía a brillar como antes.

“Tomemos fotos, cada uno con sus regalos”, dijo papá.

Juan sostuvo en alto la locomotora de su trencito. María mostró sus botas nuevas, y Amanda posó con su palo saltarín. Susana no sabía muy bien qué hacer con su trineo. Entonces se le ocurrió una idea. Lo que más le gustaba era hacer reír a su familia.

Se sentó en el trineo, y se amacó hacia adelante y hacia atrás. Al amacarse compuso una canción que decía: “Alas de Nieve, Alas de Nieve, te deslizas por esta alfombra y ¿quién te detiene?”

Amanda se reía tanto que tuvo que bajarse del palo. Mamá corrió a buscar una gorra y una bufanda para que Susan se los pusiera para la foto. Juan y María se subieron detrás de ella fingiendo como si fueran muy rápido colina abajo. Cuando papá quitó el papel a la foto instantánea para que la vieran, todos comenzaron a reírse mucho más fuerte. A Susan se la veía con la boca abierta, cantando a todo lo que da con su gorra, sus mitones, bufanda y pijamas, en el trineo ¡en medio de la sala! También se veía a Juan y a María sujetándose bien fuerte y fingiendo estar aterrados...

Más tarde esa noche, cuando vino su mamá a acostarla y a decir sus oraciones, Susana todavía se preguntaba por qué se había sentido tan mal al comienzo del día, y tanto mejor después.

“Susana”, le dijo su mamá, “¿te acuerdas del himno de Navidad que cantas en la Escuela Dominical?”

Susana dijo que sí con la cabeza. Sabía que la letra de esa canción era de un poema de Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana. Susana se acordaba muy bien cómo empezaba: “¡Bendita eres Navidad...”, pero no estaba segura de qué se trataba el resto del himno.

Mamá leyó la primera estrofa en voz alta:

¡Bendita eres Navidad!
Tu luz nació
donde jamás podrá triunfar
la tempestad. Himnario de la Ciencia Cristiana N° 23.

Mamá le explicó que tempestad significa “oscuridad”. “La oscuridad de la tristeza o del mal humor, o cualquier otra nube oscura, desaparece ante esa luz”, le dijo.

Susana empezó a comprender mejor lo que querían decir esas frases. Pensó que la Navidad era la celebración del nacimiento de Jesús, quien nació en la oscuridad de la noche en un mundo lleno de problemas.

“La luz del Cristo, el espíritu de Verdad y Amor, brilló a través de la noche, y todo aquel que la vio fue transformado”, dijo su mamá.

Susana se imaginó a los pastores, a los tres reyes magos, a José y María, y a todos los que sintieron el amor de Dios y fueron rodeados de la luz, cuando visitaron el establo para ver al nuevo bebé. Allí se dio cuenta de que no sólo esa noche era importante. Jesús nos enseñó a todos a expresar amor, a sentirnos alegres y a traer curación al mundo siempre. “Ese espíritu del Cristo se siente cada vez que expresamos generosidad y alegría”, continuó su mamá.

Al día siguiente, cuando Susana estaba pegando su foto con el trineo en su álbum de recortes, se rió otra vez al verse tan graciosa. Siempre le haría recordar aquella mañana de Navidad que le enseñó que brindar amor y alegría —en vez de recibir más juguetes — hace que esa celebración sea realmente brillante y llena de bendiciones.

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