Conozco la Ciencia Cristiana desde hace 36 años y he tenido muchas demostraciones del poder y del cuidado de Dios. Siempre oro para reconocer que soy un reflejo, la idea, de mi amado Padre, e insisto en que vivo, me muevo y respiro en el ambiente espiritual, para defenderme mentalmente de todas las noticias sobre enfermedad que transmiten por radio y televisión.
Oro mucho con los sinónimos de Dios que están en Ciencia y Salud: Principio, Espíritu, Mente, Vida, Verdad, Amor y Alma (pág. 465). Trato de identificarme con ellos y afirmar que son el único poder que está gobernando constantemente mi vida y el universo.
Hace varios meses tuve que enfrentar un desafío muy difícil y realmente aferrarme de todo corazón al amor de Dios para poder superar el repentino fallecimiento de mi hijo. No fue fácil. Lo quería mucho y me apoyaba mucho en él. Por eso me embargó un sentimiento de soledad y abandono, pero Dios me sostuvo. Oré con la Primera Epístola de Juan en la Biblia, donde dice: “El amor echa fuera el temor” (4:18). El Salmo 23 también fue de gran ayuda, especialmente este versículo: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo. Tu vara y tu cayado me infundirán aliento”. Necesitaba ese aliento y pude seguir adelante y comprender que la experiencia de mi hijo continúa espiritualmente, aunque yo no pueda verlo.
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