Son muchas las evidencias del cuidado de Dios que he tenido en mi vida. Cuando tenía tres años me atropelló un automóvil y me golpeó fuertemente en la cabeza. Después del accidente comencé a tener ataques de epilepsia, y los médicos diagnosticaron que la condición era incurable. Cuando empecé el colegio, a veces me daban estos ataques en clase, así que era un gran problema para todos.
Un día, al verla tan angustiada, una amiga le prestó a mi mamá un ejemplar de El Heraldo de la Ciencia Cristiana y el libro Ciencia y Salud. También le dijo que había practicistas dedicados a ayudar a otras personas mediante la oración, entonces mamá decidió pedir ayuda. Fuimos a ver a una practicista y a la segunda visita sané por completo. La condición nunca volvió a repetirse. A partir de ese momento mamá y yo empezamos a estudiar esta Ciencia y nuestras vidas cambiaron por completo.
Hay un pasaje de un Salmo que me ha ayudado mucho recientemente. Dice así: “Como el ciervo brama por las corrientes de agua, así clama por ti, oh, Dios, el alma mía” (42:1). Esto me ha hecho entender que Dios es amor. Él no está en las guerras, no está en los terremotos, no está en los accidentes, no está en los crímenes. Y que cualquiera sea la situación que estemos enfrentando, ya sea de trabajo, salud, soledad, Dios es amor y una guía a nuestro alcance para ayudarnos a salir del problema y bendecirnos.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!