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Sana de epilepsia

Del número de noviembre de 2007 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Son muchas las evidencias del cuidado de Dios que he tenido en mi vida. Cuando tenía tres años me atropelló un automóvil y me golpeó fuertemente en la cabeza. Después del accidente comencé a tener ataques de epilepsia, y los médicos diagnosticaron que la condición era incurable. Cuando empecé el colegio, a veces me daban estos ataques en clase, así que era un gran problema para todos.

Un día, al verla tan angustiada, una amiga le prestó a mi mamá un ejemplar de El Heraldo de la Ciencia Cristiana y el libro Ciencia y Salud. También le dijo que había practicistas dedicados a ayudar a otras personas mediante la oración, entonces mamá decidió pedir ayuda. Fuimos a ver a una practicista y a la segunda visita sané por completo. La condición nunca volvió a repetirse. A partir de ese momento mamá y yo empezamos a estudiar esta Ciencia y nuestras vidas cambiaron por completo.

Hay un pasaje de un Salmo que me ha ayudado mucho recientemente. Dice así: “Como el ciervo brama por las corrientes de agua, así clama por ti, oh, Dios, el alma mía” (42:1). Esto me ha hecho entender que Dios es amor. Él no está en las guerras, no está en los terremotos, no está en los accidentes, no está en los crímenes. Y que cualquiera sea la situación que estemos enfrentando, ya sea de trabajo, salud, soledad, Dios es amor y una guía a nuestro alcance para ayudarnos a salir del problema y bendecirnos.

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