Un cielo estrellado, un abrazo sincero, una buena película, un chiste gracioso, son cosas que, inevitablemente, producen un sentimiento cálido en nuestro corazón. Después de todo, el buen humor y la alegría son también cualidades espirituales.
Siempre he pensado que Cristo Jesús debe de haber tenido muy buen humor, un humor sano. No obstante, creo que los discípulos al escribir los evangelios y epístolas, se concentraron tanto en sus enseñanzas y en los acontecimientos, que dejaron de lado otras maravillosas anécdotas que deben de haber tenido con el Maestro. De hecho, en ninguna de las obras de arte y figuras de Jesús que he visto, aparece sonriendo. Muchas de ellas son de una solemnidad tal, que para mí no logran transmitir en su totalidad el amor y la calidez que él expresó en sus obras.
Mary Baker Eddy escribe que no hay día, sino en la sonrisa de Dios. "Los oráculos de los cielos, la tierra que verdea —pájaros, arroyos, flores, brisas y bálsamos— están ricamente colmados de reflejos divinos. Acuden al llamado del Amor" (Miscelánea, pág. 129).
La felicidad se encuentra, realmente, en el cúmulo de pequeñas cosas. Recuerdo que un día, cuando yo era niña, fuimos a la casa de mi abuela a celebrar el cumpleaños de mi tío. Habían preparado un rico pastel cubierto de coco rayado. Mi hermanita, mi prima y yo nos acercamos felices al ver las velitas prendidas. Entonces, apagaron las luces para que mi tío las soplara, y cuando las prendieron todos se empezaron a reír. Nuestras cabecitas estaban blancas, ¡cubiertas de coco!
La gratitud es también fuente de felicidad. Es el diezmo del que habla Malaquías en la Biblia, (3:10) y abre las puertas de las bendiciones infinitas que nuestro amado Padre-Madre Dios nos tiene preparadas. Aunque a veces parezca difícil, siempre tenemos algo para agradecer y hacerlo nos brinda, indefectiblemente, una sensación de paz y satisfacción.
Otro aspecto que es muy necesario para nuestra felicidad, es espiritualizar nuestro pensamiento. Y la promesa con que comienza el libro Ciencia y Salud, es un buen punto de partida: "Para los que se apoyan en el infinito sostenedor, el día de hoy está lleno de bendiciones" (pág. vii). Esta hermosa declaración nos ayuda a poner nuestro pensamiento en línea con Dios, con los mensajes angelicales que recibiremos y que si escuchamos atentamente, nos guiarán para actuar con acierto y alegría, y pueden liberarnos de las creencias que muchas veces limitan nuestros anhelos y nos quitan el gozo.
Y hablando de ángeles, la Navidad se aproxima brindándonos nuevamente la oportunidad de renovar nuestros votos de afecto, de propósito, de realización, ayudándonos a dejar atrás las sonrisas y sueños perdidos, y a mirar hacia delante con esperanza y fe renovadas.
En este número del Heraldo, uno de nuestros colaboradores nos habla de los momentos de iluminación que lo liberaron para siempre de la osteoporosis, la artrosis y los cólicos nefríticos, que lo mantuvieron prisionero del sufrimiento durante años. Otra colaboradora nos habla de la gratitud y el amor que la ayudaron a perdonar y a sanar asperezas.
Lo invitamos a que comience cada día con alegría, con expectativa de bien y de paz, porque Dios nos ama, a cada momento, todos los días.
