Un cielo estrellado, un abrazo sincero, una buena película, un chiste gracioso, son cosas que, inevitablemente, producen un sentimiento cálido en nuestro corazón. Después de todo, el buen humor y la alegría son también cualidades espirituales.
Siempre he pensado que Cristo Jesús debe de haber tenido muy buen humor, un humor sano. No obstante, creo que los discípulos al escribir los evangelios y epístolas, se concentraron tanto en sus enseñanzas y en los acontecimientos, que dejaron de lado otras maravillosas anécdotas que deben de haber tenido con el Maestro. De hecho, en ninguna de las obras de arte y figuras de Jesús que he visto, aparece sonriendo. Muchas de ellas son de una solemnidad tal, que para mí no logran transmitir en su totalidad el amor y la calidez que él expresó en sus obras.
Mary Baker Eddy escribe que no hay día, sino en la sonrisa de Dios. "Los oráculos de los cielos, la tierra que verdea —pájaros, arroyos, flores, brisas y bálsamos— están ricamente colmados de reflejos divinos. Acuden al llamado del Amor" (Miscelánea, pág. 129).
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