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Curación renal

Del número de noviembre de 2007 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Desde que era adolescente yo había sufrido de los riñones, y cuando nació mi primera hija, debido a ese problema, los médicos me dijeron que yo no viviría más de 10 años. Esto me hacía sentir lástima de mí misma, pensando que no merecía tanto sufrimiento.

Un día comencé a leer las primeras líneas del Prefacio de Ciencia y Salud, libro que mi esposo me había regalado y al que no le había prestado mucha atención. Allí dice: “Para los que se apoyan en el infinito sostenedor, el día de hoy está lleno de bendiciones” (pág. vii). Esto me traía mucho consuelo pues, además de sentirme atada a muchos medicamentos, estaba llena de temores, sobre todo el de quedarme sola cuando mi esposo salía de viaje por negocios.

Cuatro años después, mi salud se deterioró considerablemente. Fue entonces cuando acepté asistir a una conferencia de la Ciencia Cristiana y me encantó tanto que empecé a leer Ciencia y Salud con más seriedad. Pronto comprendí que esa lectura era lo que había estado buscando pues anhelaba encontrar seguridad, tranquilidad y paz.

Esta otra cita me abrió los ojos: “Estad conscientes por un solo momento de que la vida y la inteligencia son puramente espirituales, que no están en la materia ni proceden de ella, y el cuerpo no proferirá entonces ninguna queja. Si estáis sufriendo a causa de una creencia en la enfermedad, os encontraréis bien repentinamente. El pesar se convierte en gozo cuando el cuerpo está gobernado por la Vida, por la Verdad y por el Amor espirituales” (pág. 14).

Al leer esto fui comprendiendo que la enfermedad no viene de Dios, y también al orar el Padre Nuestro, percibí que Él no nos castiga, sino que nos ama, nos guía y nunca nos abandona.

Al ir entendiendo más profundamente a Dios y mi relación con Él, fui viendo que, en realidad, nunca podía estar sola. Poco después, perdí mi dependencia en los medicamentos. Pasó el tiempo, y sané por completo del problema que tenía en los riñones.

Además, mi carácter ha cambiado totalmente, pues solía ser una persona muy irascible y ahora soy mucho más paciente y afectuosa.

Mi gratitud a Dios crece día a día al ser testigo de Su amor por toda la creación.


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