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La curación metafísica

Momentos de iluminación

Del número de noviembre de 2007 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En muchas ocasiones había leído acerca de la iluminación del pensamiento, pero no fue sino hasta que comencé a estudiar Ciencia Y Salud que sentí en mi propia vida el efecto de dicho entendimiento.

Conocí este libro hace más de 27 años, gracias a una señora, practicista de la Ciencia Cristiana, que me pidió asesoramiento como abogado. En aquella época yo sufría de sinusitis y de cólicos nefríticos, tenía una osteoporosis avanzada que me afectaba la columna vertebral, además de una artrosis degenerativa en rodillas, piernas y hombros. Los médicos ya me habían dicho que éstas eran enfermedades progresivas, sin posibilidades de curación.

Resultó que un día, tuve un cólico nefrítico y mi mujer me sugirió que llamara a la practicista. Ésta, ante mi situación, me indicó que mi esposa me leyera Ciencia y Salud, mientras ella oraba por mí. Así lo hicimos y al poco rato me quedé profundamente dormido.

Cuando me desperté, a la mañana siguiente, me asomé a la ventana y el cielo me pareció como nuevo; y, aun la ciudad, mucho más iluminada. Sentí como si mi cuerpo no pesara. Es decir, no tenía ningún sentido de cansancio ni temor, sino una felicidad que es difícil de explicar. Esto me sorprendió mucho puesto que anteriormente, cuando había vencido cólicos nefríticos a través de narcóticos, normalmente morfina, siempre quedaba una molesta secuela, y no lograba restablecer mi normalidad hasta después de una semana. Pero, en este caso, fue todo lo contrario y los cólicos no han vuelto a aparecer jamás.

Ante esta curación, lo primero que hice fue leer Ciencia y Salud, y me causó una gran impresión. Yo había leído bastante en las diversas ramas del conocimiento, pero nunca había visto a nadie como esta autora, Mary Baker Eddy, que escribiera con tanta autoridad y convicción.

Desde un principio, me llamó mucho la atención la Declaración Científica del Ser. En especial esa idea de que “Todo es Mente infinita y su manifestación infinita, porque Dios es Todo-en-todo”. Ciencia y Salud, pág. 468. Esa afirmación puso de manifiesto en mí la unidad del ser; es decir, que nada existe en forma independiente, sino que todo es uno. Si Dios es Todo-en-todo y Dios es bien; y, al mismo tiempo, Dios es Espíritu, entonces todo ser, toda manifestación es espiritual, y toda existencia que pueda parecer material, no es real, porque la única realidad es la creación espiritual.

Lo cierto es que con el estudio de Ciencia y Salud y de la Biblia, sané por completo de la osteoporosis y la artrosis. Incluso unos cinco meses después de estas curaciones, mi hijo mayor, quien tenía frecuentes problemas de garganta y oídos, también sanó totalmente.

Para mí, esto fue como un despertar. Me llevó a estudiar más profundamente la Biblia y todos los escritos de Mary Baker Eddy.

Otro pensamiento, muy interesante, que me causó una profunda impresión, se encuentra en el Evangelio según San Juan, donde dice: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Juan 8:32. Esto me hizo ver que el conocer la Verdad es la iluminación. Ciencia y Salud dice: “Sólo por la iluminación del sentido espiritual puede arrojarse sobre esta Ciencia la luz de la comprensión, porque la Ciencia invierte el testimonio de los sentidos materiales y da la interpretación eterna de Dios y el hombre”. Ciencia y Salud, pág. 461.

Las curaciones mediante la oración son hechos naturales.

Así llegué a comprender que, a diferencia de la opinión popular, las curaciones que se producen mediante la oración, no son de ningún modo milagrosas, sino hechos naturales, resultado del conocimiento espiritual, de la iluminación. De hecho, Mary Baker Eddy escribe: “La misión de Jesús confirmó la profecía y explicó que los llamados milagros de los tiempos antiguos eran demostraciones naturales del poder divino”. ibíd., pág. 131.

Esto fue algo que comprobé, una vez más, cuando mi segundo hijo se golpeó contra una mesa de hierro y cristal y se hizo una herida inmensa en una ceja. A pesar de que sangraba profusamente, él estaba tranquilo. Entonces tomé el teléfono para llamar a la practicista de la Ciencia Cristiana; y, en el momento en que levanté el auricular, pude observar cómo la hemorragia se cortó automáticamente y de una manera total.

Inmediatamente, al haber con ella, sentí como su estuviéramos viviendo la experiencia de la mujer que tenía flujo de sangre, que al ver a Jesús dijo: “Si tocare solamente su manto, seré salva”. Mateo 9:21. Pienso que no es que ella meramente estuviera tocando el manto, sino que se estaba acercando a ese conocimiento espiritual, al manto de la Verdad.

Algo muy importante que resaltar es que a mi hijo mayor le había sucedido lo mismo antes de que conociéramos Ciencia y Salud. Tuvieron que darle varios puntos y le quedó una cicatriz, mientras que al que se curó mediante la Ciencia Cristiana, aunque su herida no fue menor, prácticamente no le dejó marca alguna.

Estas evidencias tan claras, de la importancia de espiritualizar nuestro pensamiento, me fueron preparando para una prueba que tuve más recientemente, cuando, después de casi treinta años de impartir clases en la Universidad Complutense de Madrid, me jubilaron en momentos en que, independientemente de la edad del calendario, yo me encontraba en plenas facultades para impartir esas enseñanzas. A consecuencia de esto comencé a sentir cierto vacío y me costaba mucho conciliar el sueño.

Poco después, asumí la defensa de una persona a la que le habían causado ilícitamente un perjuicio económico tremendo. Como él había sido muy confiado, no teníamos los elementos de prueba suficientes para fundamentar nuestra defensa. Me llevó más de seis meses estudiar y analizar muy críticamente el asunto para poder plantearlo. Aunque el pleito era complejo, la juez que se ocupaba del caso dictó una sentencia aceptando al cien por cien la tesis que yo planteaba, y condenando a la otra parte a indemnizar a mi cliente en toda la cantidad que pedíamos; además de imponerle las costas del pleito.

El demandado, que era una persona económicamente muy fuerte, no aceptó la sentencia y la recurrió. Pero resulta que en España, mientras que el juez de primera instancia es una sola persona, las apelaciones pasan a un tribunal colegiado. Es decir, que este asunto vino a ventilarse en una Audiencia Provincial que sentenció que había habido una infracción de normas procesales, y decretó la anulación de todo el proceso, ordenando al juez de primera instancia recomenzar todo el tema.

Aquello para mí fue insoportable. Había que ver todo el esfuerzo y el tiempo que yo llevaba trabajando en el caso, sin cobrar un céntimo. Me hice cargo del asunto por el firme convencimiento de que se trataba de un caso de estricta justicia, con la esperanza de que al final saldría a la luz la verdad y que mi patrocinado recuperaría lo que en justicia le pertenecía y que abonaría los honorarios de mi trabajo, cosa que en principio no podía permitirse ante su precaria situación económica.

Esto tuvo en mí un impacto tan negativo que, sumado al vacío que sentía, me produjo una gran depresión y prácticamente no podía dormir. Fue entonces, cuando decidí pedirle ayuda a una practicista, quien, gracias a su labor de oración, me llevó a ver la necesidad de comprender más a Dios.

Comencé a razonar considerando a Dios como Causa única y a ver que, si la causa es espiritual el efecto es también espiritual; si la causa es buena, el efecto es bueno. Si Dios es Todo-en-todo y Dios es el bien, entonces, dentro de esos parámetros, toda nuestra manifestación, toda nuestra actividad, es espiritual y es buena, y ésta es la única verdad acerca de la existencia del hombre.

A base de oración y estudio me fui restableciendo hasta que superé la depresión. Y resultó que cuando el asunto volvió al juzgado de primera instancia, el juez que se hizo nuevamente cargo del tema, desde un principio intuyó el grave error cometido por el tribunal colegiado, y el asunto empezó a encarrilarse. Finalmente, la parte contraria, percatándose de la opinión del nuevo juez, se mostró proclive a resolver la situación de manera amistosa, acatando virtualmente la decisión anteriormente pronunciada por esa primera instancia. O sea que, una vez más, prevaleció la justicia y la verdad. Y ese fue para mí otro momento de iluminación.

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