Cuando las familias y los amigos se reúnen, especialmente durante las fiestas, con frecuencia dan gracias a Dios por las bendiciones recibidas durante el año. ¿Por qué es importante hacerlo? Porque cuando nuestras palabras son inspiradas por un amor profundo y sincero a Dios, esa gratitud es mucho más que una expresión tradicional de cortesía: trasciende lo superficial y se transforma en una oración sanadora de alabanza a Dios.
He aprendido en la Ciencia Cristiana que el agradecimiento genuino es mucho más que gratitud a Dios: es estar agradecido por la existencia misma de Dios. Más que una respuesta a las bendiciones que hemos recibido, esta acción de gracias surge de la profunda convicción de Su presencia, un reconocimiento de Su amor y una confianza en que Él conoce nuestras necesidades y cuidara de todas ellas.
Puede que surja este mismo sentimiento de gratitud en respuesta a una hermosa sinfonía, una obra de arte, un amanecer, un poema, a un acto de bondad, a la sonrisa de un ser amado. La belleza que hay en cada uno representa la realidad de que Dios está con nosotros. Él es la causa de la alabanza, el amor, la alegría que sentimos. La gratitud impulsada por Dios, que se basa en el amor, es poderosa y transformadora, disuelve los resentimientos, elimina los sentimientos heridos, erradica el dolor, hace desaparecer el miedo. La verdadera acción de gracias es humilde y se puede sentir incluso en la simple oración de un niño.
Pude comprobar esto una Navidad, cuando la oración de un pequeño me conmovió profundamente. Esta experiencia continúa inspirándome y me ha permitido alcanzar una comprensión más elevada de lo que significa dar gracias. En aquel entonces nuestros hijos eran pequeños y estaban en la casa de su abuela esperando el momento de la entrega de regalos. Como los niños estaban ansiosos, llegamos temprano y muy pronto estábamos todos sentados alrededor de la mesa anticipando las sorpresas que recibiríamos. Le pidieron a Mateo de cuatro años, que dijera la bendición. Su oración fue la siguiente: "¡Muchas gracias, Dios mío, por todos los regalos que recibimos y por todos los que vamos a recibir!"
Pero ¿qué ocurre si esa mañana de Navidad uno no se siente de ninguna manera como un niño? ¿Qué pasa si no tiene razón alguna para sentirse agradecido? Pensándolo bien, creo que esa sincera expresión de gratitud de Mateo encierra el mensaje que puede ayudar en ese caso. Tiene por lo menos tres características fundamentales: confianza, expectativa de bien y alegría. Aunque todavía no había visto nada, Mateo confiaba en que los regalos prometidos lo estaban esperando. Estaba totalmente seguro de que le darían los regalos. Después de todo, sus abuelos se lo habían prometido y él sabía que ellos lo querían mucho. Por ende, Mateo se sentía muy contento.
De igual manera, nosotros podemos sentirnos confiados en que nuestro Padre-Madre celestial tiene obsequios guardados para cada uno de nosotros, Sus hijos e hijas. No es demasiado esperar que, incluso en momentos difíciles, recibamos el Consolador que, según Cristo Jesús prometió, estaría con nosotros para siempre. Véase Juan 14:16.
Y nosotros podemos, y debemos, expresar gozo por este “espíritu de verdad”, como ese niño inocente, sin esfuerzo y con toda naturalidad.
El Amor divino está siempre con nosotros. No va y viene.
Jesús fue el ejemplo más grande de una vida llena de gratitud. La oración por su amigo Lázaro, quien había muerto, es un ejemplo supremo de cómo la confianza en la ayuda inmediata de Dios trae curación. La comitiva fúnebre estaba parada junto a la cueva donde habían enterrado a Lázaro hacía cuatro días. Jesús le dijo a la gente que quitaran la piedra de la cueva. Entonces, en ese sombrío momento, él oró: “Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes”.
“Padre, gracias te doy...” Esa oración expresando gratitud anticipada demostró la suprema confianza en el poder de Dios para dar vida. Lejos de ser una dimensión más del pensamiento humano, expresa la comprensión absoluta de que Dios es el Amor infinito. Y esto le dio poder a Jesús. Cuando llamó: “!Lázaro, ven fuera!”, Lázaro salió de la tumba, vivo. Juan 11:41, 42, 44.
Hace poco volví a leer esta historia y me hizo pensar en la profundidad de mi propia gratitud. Me pregunté: ¿Estoy viviendo verdaderamente una vida de gratitud anticipada? Yo había estado dando gracias a Dios durante años por las bendiciones y curaciones recibidas. Y si bien mis sentimientos siempre habían sido sinceros, me sentí maravillada ante la profunda y confiada gratitud que le permitió a Jesús orar expresando agradecimiento, incluso ante la muerte. ¿Y qué significa esto para nosotros? ¿Cuál es la base de la certeza, expectativa y felicidad de ese tipo de oración?
Recientemente tuve una experiencia que me dio la respuesta. Acababa de colgar el teléfono después de hablar con mi esposo, cuando un profundo y cálido sentimiento de amor hacia él, invadió mi corazón y mi mente. Me deleité dicho sentimiento. Muy pronto mis ojos se posaron en el libro que estaba leyendo, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras. Me sorprendió sentir la misma oleada de amor por ese libro que transforma la vida. !Qué regalo es Ciencia y Salud para un mundo hambriento de amor! En su descubrimiento de la Ciencia Cristiana, la autora del libro, Mary Baker Eddy, reveló a Dios como Principio divino, como Amor y Vida siempre presentes.
Durante ese breve instante, percibí que toda gratitud, aprecio, afecto y ternura genuinos están basados en un Dios que es el Amor mismo. Comprendí más que nunca que damos gracias a Dios porque Él es Amor, ¡y nosotros estamos hechos para amar!
Lo que es más, no somos nosotros los que convocamos la gratitud. Es el Amor divino ele que impulsa la acción de gracias genuina, y todo corazón tiene la capacidad de conocerlo y sentirlo. La gratitud no requiere de una circunstancia, lugar o persona en particular para ponerse en acción. Sin embargo, podemos abrigarla dentro de nosotros.
Mary Baker Eddy escribió que sentimos la presencia de los pensamientos de Dios (ángeles) “por el amor que despiertan en nuestros corazones”. Luego continúa diciendo: “¡Oh, que sintáis este toque! —no se trata del apretón de manos, ni de la presencia de algún ser querido; es más que esto: ¡es una idea espiritual que ilumina vuestro camino!" Escritos Misceláneos 1883–1896, pág. 306. Este toque tiene un poder sanador, y la gratitud va de la mano con su presencia.
Hace muchos años, una buena amiga abruptamente terminó nuestra amistad, y me sentí muy herida. No me dio ninguna explicación y rechazó todo esfuerzo que hice para aclarar las cosas. No obstante, siempre que pensaba en la situación yo oraba. Agradecía a Dios por Su amor y Su ayuda siempre presentes. Tenía confianza en que me liberaría de ese sentimiento. Y así fue. Llegué a tener una profunda compasión por mi amiga, lo cual me liberó e hizo desaparecer todo residuo de dolor. Esa liberación fue el resultado del amor que yo tenía en mi propio corazón, revelando el gran amor que Dios siente por nosotras dos.
El mensaje de Jesús a sus seguidores, entonces y ahora, es: “Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor”. Juan 15:9. El Amor divino está siempre con nosotros. No va y viene. Está perpetuamente vivo en la consciencia de cada uno. Y cuando uno es transformado por ese amor espiritual, un “gracias” es mucho más que atentas palabras. Se transforma en una fuerza sanadora.
Ciencia y Salud reitera la importancia de expresar continuamente gratitud basada en el amor: “Si no sentimos la gratitud por la Vida, la Verdad y el Amor, y no obstante damos gracias a Dios por toda bendición, somos insinceros e incurrimos en la censura severa que nuestro Maestro dirige a los hipócritas”. Ciencia y Salud, pág. 3. Éstas pueden parecer palabras fuertes, pocos de nosotros podríamos soportar la idea de ser hipócritas. Sin embargo, uno encuentra consuelo y guía en las líneas que le siguen: “En tal caso, la única oración aceptable es poner el dedo sobre los labios y recordar nuestras bendiciones”.
En otra ocasión, comprendí esto muy claramente. Durante un período de oración silenciosa, pensé en Jesús y en el sacrificio que hizo, y sentí un amor espontáneo tan grande que me conmoví profundamente. En ese momento me embargó un sentimiento de amor y adoración por Jesús y lo que hizo, que trascendió todo lo que pudiera haber sentido antes. Y todavía permanece conmigo.
Esos momentos tan inconfundibles de amor espiritual me alentaron a cultivar y a abrigar una vida basada en el amor, y llena de gratitud anticipada. Es una forma muy gratificante de continuar en los pasos del Maestro, porque expresar gratitud se transforma en algo más que dar gracias pensando en un Dios distante. Tal como en la oración de Jesús, es agradecer que Dios esté aquí con nosotros. Es gratitud con poder sanador.
