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Desaparecieron los síntomas

Del número de julio de 2007 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Un domingo, vino una amiga con su auto para llevarme a la Escuela Dominical de mi iglesia donde me desempeñaba como maestra. Al caminar hacia el estacionamiento me torcí el pie y me caí. Como no podía apoyar el pie, mi amiga me sugirió regresar, pero me opuse. Durante el viaje comencé a orar.

Una cita de Ciencia y Salud que se refiere al hombre que Dios ha creado me vino al pensamiento. Dice: “El hombre es idea, la imagen, del Amor; no es físico”. Juntas declaramos que el hombre es espiritual y no estáconstituido de elementos materiales. (ibíd., pág. 475)

Cuando llegamos sentía que el dolor se había intensificado, y tenía cierta dificultad para caminar. Luego, al regresar a casa, noté que ya no me entraba ningún zapato. No obstante, continué orando, reconociendo la presencia y el poder de Dios, sabiendo que el dolor y la inflamación no procedían de Él.

Al día siguiente, fui a la escuela donde trabajo y el director me permitió dar mis clases en la planta baja para no tener que caminar al ala del otro edificio.

Mis compañeros de trabajo, viendo mi condición, me sugirieron que me hiciera ver por un profesional que trata los problemas de huesos. Si bien yo los escuchaba con gratitud, continué aferrándome a las verdades espirituales que conocía y que en otras oportunidades habían resultado eficaces.

Entre estas verdades, se encontraban las que contiene el Padre Nuestro. Esto me alivió mucho, además del apoyo que mis amigas de la iglesia me brindaron con su oración. Al enfrentar el temor también me ayudó este pasaje de Isaías, en la Biblia, donde dice de Dios: “Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas” (40:29). Con el paso de los días noté que el dolor iba disminuyendo y que podía apoyar un poco el pie. De modo que seguí con mis actividades cotidianas.

Como me sentía mejor, aunque el pie seguía hinchado y amoratado, decidí asistir a una reunión familiar. Pero muy pronto, cuando amistades y familiares vieron el pie empezaron a decir que fuera al médico porque podría venirme una gangrena.

Al llegar a mi casa pareció sobrevenirme la duda, pero me rebelé y continué orando con más determinación, y decidí no aceptar ninguno de esos comentarios. En mi oración, recordaba el sentido espiritual que el libro Ciencia y Salud da al pasaje del Padre Nuestro: “No nos metas en tentación, mas líbranos del mal.” Allí dice: “Y Dios no nos mete en tentación, sino que nos libra del pecado, la enfermedad y la muerte” (Ciencia y Salud, pág. 17).

Finalmente, esta firme oración produjo la curación de manera totalmente natural y completa.

Hoy, mi vida sigue siendo activa y esta experiencia me ha llevado a comprender que nada puede separarnos de Dios, pues nunca dejamos de ser Su reflejo puro, Sus hijos amados.


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