Hace unos años tuve una experiencia de curación que fortaleció enormemente mi confianza en el efecto sanador de la oración. Un día me empezó a doler una rodilla, y al principio no le di importancia porque pensé que era algo pasajero. Pero a medida que pasaba el tiempo el dolor se hizo más intenso y empecé a tener serias dificultades para caminar.
Entonces me di cuenta de que debía enfrentar este problema con la oración estableciendo en mi pensamiento la realidad espiritual acerca de mi ser. Al hacerlo vi que pertenecía a la creación perfecta de Dios y que no había nada en mí que pudiera contradecir ese hecho. De esa manera podía literalmente apoyarme en esa verdad y desechar todo temor.
Hay un pasaje de la Biblia que dice: “...la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos...” (Hebreos 4:12). Esto me reconfortó al recordarme que si recurría a las verdades espirituales que tantas veces en mi vida me habían socorrido, superaría cualquier dolencia física no importa cuán persistente pretendiera ser.
Si bien la curación no vino inmediatamente, sabía que llegaría un punto en el que mi pensamiento estaría tan claro en la verdad que la curación se haría evidente. En aquél entonces tuve la oportunidad de pasar varios días junto a una conferenciante y practicista de la Ciencia Cristiana y en varias oportunidades sus palabras me dieron ideas nuevas para seguir adelante, manteniendo firme la expectativa de la curación y sin dejarme vencer por el miedo o el desaliento.
Entonces me llegó una invitación para asistir a una reunión internacional en Berlín, Alemania, que incluía entre otras cosas, subir a un escenario y hablar durante unos minutos ante un público de más de 2.000 personas. Esto fue una sacudida para mí porque me di cuenta de que había aceptado un montón de limitaciones como algo normal en mi vida, y me había acostumbrado a lidiar con el dolor como parte de mi experiencia diaria. Evitaba estar de pie por más de unos segundos, subía los peldaños de las escaleras de uno en uno, y necesitaba ayuda para sentarme y volverme a parar. Francamente, hacer ese viaje en mi condición parecía imposible.
Pero lo cierto es que no tenemos por qué acostumbrarnos a vivir limitados. Las enfermedades o los desarreglos físicos no son parte de nuestra naturaleza, no son parte de nuestro ser, y comprender eso nos da autoridad para borrar tales restricciones de nuestra vida y actuar con total libertad.
Al estudiar Ciencia y Salud encontré frases contundentes al respecto. “La Ciencia Cristiana revela que la Verdad y el Amor son las fuerzas motrices del hombre” (pág. 490) “La Mente es la fuente de todo movimiento, y no hay inercia que demore o detenga su acción perpetua y armoniosa” (pág. 283). Estas ideas fueron esenciales en mi crecimiento espiritual.
Finalmente, en esos días se produjo la curación completa y permanente. Pude plir con todas mis obligaciones sin problema alguno. Pude subir y bajar del avión, caminar largamente por aeropuertos, e incluso ¡subir a un escenario!
Bucarest, Rumania
