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LA NUEVA CARA DE MI CIUDAD

Del número de julio de 2007 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¡Como ha cambiado la ciudad en la que vivo! La muchedumbre homogénea de toda la vida se ha convertido en una marea humana de distintas razas y culturas a causa de las grandes oleadas de inmigrantes en busca de trabajo y mejor vida.

Aunque está reconocido que la llegada de mano de obra extranjera beneficia la economía, al suplir el gran vacío causado en el mercado laboral por el envejecimiento de la población, para mucha gente este cambio es difícil de aceptar, o como mínimo, es causa de perplejidad. Desde la convivencia pacífica con vecinos de costumbres distintas hasta las reyertas violentas entre bandas juveniles, hay una amplia gama de situaciones nuevas a las que enfrentarse. A raíz de esta paulatina invasión silenciosa en algunos sectores de la sociedad ha surgido un ambiente xenófobo que va desde la indiferencia hasta el conflicto abierto.

Por un lado existe la tendencia a idealizar el pasado. Se añoran otros tiempos al pensar que épocas anteriores fueron mejores que la actual. No obstante, desde una perspectiva espiritual llegamos a una conclusión diferente. Dios es el bien invariable y está siempre manifestándose, en la misma calidad y en la misma cantidad. La realidad espiritual acerca de Su creación no cambia. Hoy no puede haber menos bien que ayer. Mary Baker Eddy escribe en su obra Ciencia y Salud, refiriéndose a Dios como Mente: "La Mente es la misma Vida, Amor y sabiduría 'ayer, y hoy, y por los siglos'".Ciencia y Salud, pág. 283.

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