Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

LA NUEVA CARA DE MI CIUDAD

Del número de julio de 2007 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¡Como ha cambiado la ciudad en la que vivo! La muchedumbre homogénea de toda la vida se ha convertido en una marea humana de distintas razas y culturas a causa de las grandes oleadas de inmigrantes en busca de trabajo y mejor vida.

Aunque está reconocido que la llegada de mano de obra extranjera beneficia la economía, al suplir el gran vacío causado en el mercado laboral por el envejecimiento de la población, para mucha gente este cambio es difícil de aceptar, o como mínimo, es causa de perplejidad. Desde la convivencia pacífica con vecinos de costumbres distintas hasta las reyertas violentas entre bandas juveniles, hay una amplia gama de situaciones nuevas a las que enfrentarse. A raíz de esta paulatina invasión silenciosa en algunos sectores de la sociedad ha surgido un ambiente xenófobo que va desde la indiferencia hasta el conflicto abierto.

Por un lado existe la tendencia a idealizar el pasado. Se añoran otros tiempos al pensar que épocas anteriores fueron mejores que la actual. No obstante, desde una perspectiva espiritual llegamos a una conclusión diferente. Dios es el bien invariable y está siempre manifestándose, en la misma calidad y en la misma cantidad. La realidad espiritual acerca de Su creación no cambia. Hoy no puede haber menos bien que ayer. Mary Baker Eddy escribe en su obra Ciencia y Salud, refiriéndose a Dios como Mente: "La Mente es la misma Vida, Amor y sabiduría 'ayer, y hoy, y por los siglos'".Ciencia y Salud, pág. 283.

Por otro lado, para muchas personas lo conocido equivale a seguridad, y a menudo esto produce una resistencia al cambio, incluso miedo a lo desconocido, como si lo nuevo constituyese una amenaza. Pero los tiempos cambian y es imprescindible adaptarse. Es bueno tener presente que la Mente divina está siempre en acción armonizando el progreso de la humanidad. En la misma página de esta obra, la Sra. Eddy asegura: "La Mente es la fuente de todo movimiento, y no hay inercia que demore o detenga su acción perpetua y armoniosa". ibíd. Esto incluye los movimientos sociales.

Si bien es verdad que la sociedad debe adoptar medidas adecuadas frente a los nuevos retos, también es cierto que podemos afrontar sin temor los cambios en el mundo que nos rodea. En realidad todos somos hijos de Dios, la Mente única, en quien existimos como ideas y donde no hay lugar para conflictos. Siendo ideas espirituales completas bajo el gobierno de Dios, sería inconcebible que Él permitiera que una idea le quitara algo a otra, o invadiera su territorio. Cada idea tiene su propio curso y ocupa su propio lugar.

Un ejemplo que ilustra esto lo dan los rayos del sol o los radios de la rueda de una bicicleta. Cada uno procede de la misma fuente, o eje, y cada uno tiene un lugar y una función propia, una razón de ser. Todos tenemos la misma fuente espiritual y manifestamos a Dios en infinidad de formas diferentes. La armonía es el estado natural del hombre y de las relaciones humanas.

Aunque nos encontremos en épocas de grandes cambios —¿cuándo no ha habido?— podemos permanecer serenos y mantener una actitud confiada.

Allí mismo donde aparentemente vemos discordia o fricción, hay una realidad espiritual armoniosa que está reflejando, en todo momento y en todo lugar, el bien que emana de Dios y que no puede dejar de manifestarse. Para este bien, cuyo origen es divino, no hay resistencia posible, porque no existe ningún poder superior a Dios.

A menudo oímos hablar de una crisis de identidad colectiva, dando a entender que el concepto de identidad nacional, tal como la conocemos, se está desmoronando. ¿No será más bien una cuestión de identidad individual? En ese caso todos podemos poner nuestro granito de arena para allanar asperezas. En el fondo, todo se reduce a la manera de vernos a nosotros mismos y a nuestro prójimo, venga de donde venga.

La solución siempre empieza por uno mismo. Por eso es fundamental vigilar la calidad de nuestros pensamientos. Estos determinan nuestras acciones, pero además, influyen en el ambiente general que impera en nuestro entorno. Aunque quizás la xenofobia y los conflictos sociales no desaparezcan de la noche a la mañana, todos podemos ser agentes de cambio en pro del bien en la medida de nuestras posibilidades. Mantener una visión más clara de la realidad espiritual, que refleja a la Mente divina, ayuda a pacificar el mundo. El pensamiento espiritualizado, amplificando el bien que Dios prodiga a la humanidad, resulta siempre en el bien común.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / julio de 2007

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.