Estrellas, flores, copos de nieve, de formas infinitas. Es increíble lo que podemos ver cuando giramos un calidoscopio. Cada pieza con su color particular ocupa su lugar para formar una figura bella y perfecta. ¿Ha pensado alguna vez qué aburrido sería si todo fuera del mismo color o tuviera la misma forma? Podríamos decir entonces que nuestro mundo es como un calidoscopio multicolor, donde cada uno de nosotros, no sólo tiene su propio tono de piel, apariencia física y cultura, sino que expresa una combinación de talentos y cualidades espirituales que manifiestan a Dios de manera única y muy especial.
Esto me lleva a pensar en la situación que están viviendo muchos países. La escasez de oportunidades, la guerra y el hambre, entre otras cosas, han impulsado a un número creciente de personas a probar suerte en otras tierras, lo que ha provocado sentimientos encontrados. Por un lado, el país que los recibe se conmueve por el sufrimiento que los impulsó a emigrar. Pero por otro, resiente que gente extraña, con sus tradiciones, altere la rutina a la que están acostumbrados.
Me gusta pensar que la vida es una escuela en la que cada año aprendemos algo nuevo. Entonces, si no tuviéramos desafíos que enfrentar y cosas que aprender para crecer espiritualmente, ¡nunca pasaríamos de año!
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