Nací en un país, me crié en otro, me he mudado de continente en varias oportunidades, y actualmente vivo en un país maravilloso: Rumania.
El 31 de Diciembre del 2006 pasé el fin de año más impactante que haya tenido jamás. Tras las doce campanadas, este país entraba a formar parte de la Unión Europea —un sueño altamente atesorado por la inmensa mayoría de los rumanos— y la ciudad de Bucarest, se volcó a demostrar su alegría con fuegos artificiales. Desde mi dormitorio la vista fue espectacular, y yo pensé en el significado que ese momento tenía para muchas familias marcadas por la separación, ya que innumerables rumanos han tenido que emigrar para forjarse un futuro en otra parte. La entrada en la Comunidad Europea acerca a aquellos que están lejos y les brinda más posibilidades de volver, y muchos de los que pensaban marcharse empiezan a tener esperanzas de progreso y prosperidad sin tener que hacer las maletas.
No obstante, el problema de los inmigrantes no se refiere sólo a Rumania. Quien, por un motivo u otro, se ha visto obligado a dejar su tierra natal, con frecuencia sabe lo que significa sentirse lejos del hogar. Incertidumbre, temor y nostalgia se ciernen en miles de corazones que luchan por abrirse camino fuera de su país. Muchas personas enfrentan el desafío de acomodarse a otro idioma, otras costumbres, otro clima.
No siempre los esperan unos brazos abiertos, o una corriente de simpatía en el lugar al que llegan. No siempre reciben un trato igualitario, justas condiciones de trabajo, ni ven colmadas sus expectativas. A todo esto se suma el desgarro de la separación ya que, generalmente al partir, hay cosas lindas a las que renunciamos, lugares queridos que dejamos atrás, familiares y amigos que no veremos hasta dentro de... no se sabe cuánto.
En el Antiguo Testamento se encuentra la historia de una joven moabita que pasó por una experiencia con la que los que emigran quizás se sientan identificados. La joven, llamada Rut, decide abandonar la tierra de Moab —su casa paterna y el lugar donde se había criado—, para acompañar a su suegra, quien tras perder a su marido y a sus dos hijos se ve obligada a regresar a Judá. La elección de Rut fue voluntaria y sorprendente, y creo que impulsada sólo por un alto sentido de lealtad y misericordia. Rut Cap. 1.
No tuvo miedo, aún sabiendo que en aquella época una mujer sola casi no tenía derecho a existir. No pensó en su propio dolor por haber enviudado, ni en su necesidad de consuelo y paz junto a los suyos para superar la tragedia de haber perdido a su marido. No le importó la incomodidad del viaje de varios días extenuantes de jornada, o su propia seguridad aventurándose a caminar por regiones desconocidas sin ninguna protección.
Pero le fue bien. La Biblia cuenta cómo ella "halla gracia ante los ojos" de un acaudalado hombre de la familia de su suegro —un hombre bueno, respetuoso y sumamente correcto— con el que finalmente se casa y tiene descendencia.
Nosotros también, si entendiéramos mejor cuál es nuestra relación con Dios, comprenderíamos que, estemos donde estemos, tenemos el derecho a la felicidad, a la abundancia y a encontrar un lugar especial y destacado donde desarrollarnos.
Podemos apreciar el calor de Su presencia dondequiera que estemos.
Entender nuestra relación con Dios significa estar conscientes de que Él nos ha creado y nos sostiene a cada paso. Dios es el Principio creador inteligente. Eso significa que nos ha creado como ideas completas, sabias y dispuestas. Dios es la Mente omnisapiente. Eso significa que no hay situaciones que se le escapen de las manos o lugares donde Él no esté presente con nosotros. Dios no se distrae ni se olvida de Sus hijos. No importa lo que parezca estar ocurriendo en nuestra vida, lo cierto es que nuestra realidad espiritual está a salvo, y reconocer esa verdad corrige las circunstancias y nos trae armonía.
Mary Baker Eddy escribe en Ciencia y Salud: "La Mente divina que creó al hombre, mantiene Su propia imagen y semejanza".Ciencia y Salud, pág. 151. Para tener éxito en nuestra vida y poder disfrutar del caudal de bien que Dios nos otorga a cada instante, es importante comprender y recordar siempre eso. Al tener presente esa verdad nos compenetramos del carácter divino, de una actitud de pensamiento que desecha el fracaso y nos planta en la senda de la alegría. Esto va más allá de "tener una mente positiva". Se trata de entender que somos hijos de Dios y que Él nos ama. Identificarnos de esta manera nos eleva y nos guía a tener la actitud correcta.
Al leer con detenimiento la historia de Rut, encontramos que nosotros también podemos manifestar muchas de esas cualidades de pensamiento que ella expresó. Veamos algunas de ellas:
Motivos elevados
Rut se marchó de su tierra para acompañar a su suegra en un magnífico gesto de amor y altruismo. Tal vez, no todos dejemos nuestro país por un motivo tan loable, pero aun cuando lo que deseemos sea escapar de algo que no nos gusta, o conseguir en otro lado algo que nos dé más satisfacción, podemos elevar esos motivos y añadir otros aspectos a nuestra partida. Querer progresar está de acuerdo con la ley de progreso de Dios, y no hay nada de malo en ello. Pero también podemos pensar en lo que nosotros tenemos para ofrecer a los demás. Todos podemos ser una bendición para quienes se crucen en nuestro camino, podemos dar felicidad y traer cualidades de pensamiento que mejoren las vidas de quienes estén a nuestro alrededor.
Determinación
La decisión de la joven moabita no fue dubitativa. Llegó a un nuevo lugar con la inquebrantable resolución de salir adelante. No se arrepintió ni perdió el tiempo sintiendo lástima por su situación. Hay un himno que dice: "Las quejas son pobreza, riqueza es gratitud".Himnario de la Ciencia Cristiana N°249. En ocasiones la conmiseración propia y el sentir pena por nosotros mismos, nos roban mucho tiempo y esfuerzo, y nos distraen de cumplir con nuestra misión de bendecir a otros y disfrutar del bien siempre presente. La tristeza y la nostalgia nos impiden aprender a disfrutar de cosas nuevas y como aquél que "pone la mano en el arado y mira hacia atrás", Lucas 9:62. difícilmente lograremos que nuestro surco nos salga derecho. En Ciencia y Salud está escrito: "El hogar es el lugar más querido en la tierra, y debiera ser el centro, mas no el límite, de los afectos".Ciencia y Salud, pág. 58. El cariño por lo nuestro no debe ser nunca un impedimento para amar lo nuevo que Dios nos da.
Obediencia
Rut se dejó guiar por Dios y no ofreció resistencia para dar los pasos que la sabiduría le recomendaba tomar. Todos tenemos derecho a ser orientados por la inteligencia, y a escuchar y seguir las indicaciones de la Mente divina que constantemente nos está encaminando hacia lo que es correcto, hacia la paz y la alegría.
Tenacidad
Rut trabajó con ganas y dedicación. De hecho la Biblia dice de ella: "...está desde por la mañana hasta ahora, sin descansar ni aun por un momento". Rut 2:7. Sintió energía para hacer bien su labor incluso cuando al comienzo la ocupación que tenía no era algo muy gratificante. Esta perseverancia se hizo sentir y tuvo una retribución inmediata. Al igual nosotros tenemos, por ser hijos de la Mente siempre activa, un caudal constante de entusiasmo y fortaleza, un vigor asentado en el entendimiento de Dios. Tal vitalidad, basada en una actitud de pensamiento y no en la fuerza física, descarta el desaliento y cambia el cansancio o la desesperanza por un empuje constante lleno de gratitud y expectativas.
Todas estas cualidades acompañaron a Rut en su camino a la realización y a la abundancia, y nosotros también podemos adornar así nuestra senda hacia la satisfacción y el pleno desarrollo de nuestros talentos.
Si nos sentimos amados y protegidos por Dios, si reconocemos que el amor de Dios está en todas partes y puede manifestarse en cualquier persona, sea de la nación que sea, empezaremos a apreciar el calor de Su presencia dondequiera que estemos. Conscientes de nuestra relación con Dios podremos disfrutar de un sentimiento permanente de seguridad y cobijo "bajo las alas del altísimo". Véase Rut 2:12. Sintiéndonos siempre, no importa en qué país, en la conciencia del Amor, y por tanto, en casa.
