Es con mucha gratitud que comparto esta experiencia de cuando nació mi hijo. El parto se complicó y la comadrona parecía estar un poco nerviosa y le transmitía en directo al ginecólogo todo lo que estaba sucediendo. Que al bebé le bajaba el ritmo cardíaco. Que las pulsaciones del niño bajaban desmesuradamente, que recuperaba el ritmo cardíaco. Y yo escuchando todo lo que decían.
En un momento determinado comenzaron a decir que había sufrimiento fetal, que el niño tenía que nacer pero yo no había dilatado lo suficiente, y que me iban a tener que hacer una cesárea.
En ese momento todos los pensamientos que me venían a la cabeza eran malos. Había oído decir que cuando hay sufrimiento fetal el niño puede nacer con deficiencia mental. Pero yo decía: “Esto no puede ser, no es real. Dios no me trajo hasta aquí para nada malo, al revés. Esto es para gloria de Dios, y todo tiene que ser bueno”. Entonces recordé una frase: “Para los que se apoyan en el infinito sostenedor, el día de hoy está lleno de bendiciones”. ( Ciencia y Salud, pág. vii)
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