Toda mi vida había anhelado saber qué era la Verdad, quién era Dios, quién era yo. Pasé por muchas sectas, e incluso estudié psicología, pero eso no me sirvió de nada. No encontraba respuesta a mis interrogantes. Es decir, hasta que conocí la Ciencia Cristiana y mi vida dio un vuelco completo y empecé a sanar de todas las dolencias que me habían aquejado por tantos años.
Hace unos años, cuando vivía en Boston, Massachusetts, me encontraba solo en mi casa y comencé a prepararme para asistir a un servicio religioso de la Ciencia Cristiana que se realizaría cerca de donde vivía. Cuando estaba en la ducha se me cayó el jabón al piso, me agaché para recogerlo y ya no pude levantarme.
Sentí un dolor muy fuerte en la espalda, como si las vértebras fueran a salir de su lugar. Aunque hacía poco que conocía la Ciencia Cristiana, empecé a orar a Dios en busca de guía. Después de un largo rato, logré reincorporarme, salí muy lentamente del baño y me senté en una silla que estaba cerca de la puerta. Luego empecé a vestirme con mucho esfuerzo, y fui a la reunión.
Al escuchar el mensaje sanador, comencé a sentirme mejor. Pero no lograba concentrarme. Era una lucha interior entre el dolor que sentía y el mensaje que estaba escuchando. Así me mantuve hasta que terminó y me di cuenta de que me sentía bastante bien.
Regresé a casa a leer Ciencia y Salud. Pero de repente me atacó un temor tan fuerte que me descontrolé. Fue como si hubiera perdido la fortaleza al verme solo en el apartamento. Entonces, fui al hospital, donde un médico me revisó y me dijo que había hecho un movimiento brusco y me dijo unos medicamentos para el dolor.
Cuando volví al apartamento tomé los medicamentos y de pronto me di cuenta de que había pasado años investigando acerca de la Verdad y que los remedios no eran la respuesta para mí. Tomé Ciencia y Salud y comencé a leerlo bien despacio para entender perfectamente todo. Lo leí por la mañana y por la tarde. Esto me permitió comprender a Dios como nunca antes. La lectura me absorbió tanto que ni cuenta me di cuando desapareció el dolor.
Uno de los pasajes que me llamaron la atención fue la declaración científica del ser, que dice en parte: "Todo es Mente infinita y su manifestación infinita porque Dios es Todo-en-todo". (pág. 468) Percibí que Dios es mi vida y está siempre presente, protegiéndome.
El estudio de la Ciencia Cristiana me ha ayudado a comprender que soy un hombre libre y que no puedo estar enfermo porque Dios no produce las enfermedades. Es la mente carnal, como la llama el apóstol Pablo, o sea, los pensamientos mortales los que nos condenan y nos hacen pensar cosas negativas.
Se acabó el temor.
Esta curación cambió mi vida y mi forma de pensar. Me sentí como un hombre nuevo. Comencé a tener una nueva visión de las cosas. Ya no miraba hasta mi nariz, sino que veía hasta más allá del horizonte.
Estoy agradecido a Dios por haberme sanado, por haberme dado fortaleza y una mayor comprensión de Él, y también a Mary Baker Eddy por su maravilloso libro. Hoy, de vuelta en mi país, sé como orar no sólo por mí mismo, sino también por mi comunidad.
San Salvador, El Salvador
