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Artículo de portada

Esperanza para América Latina

Del número de septiembre de 2007 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Las noticias de los últimos años me han hecho tomar conciencia del desasosiego y el conflicto que parece imperar en esta parte del continente. He llegado a percibir cómo la población reclama la satisfacción de necesidades que las diferentes soluciones proporcionadas por los gobiernos no logran satisfacer. Parece haber una constante en la reacción de los pueblos: el aplauso y la euforia al inicio del cambio de una administración; el descontento a mitad del período, manifestado en forma notoria y a veces virulenta; y la desesperanza y el descreimiento hacia el final del período. Y luego... se reinicia el ciclo.

Concluyo que lo que aqueja a muchos es la necesidad insatisfcha de los elementos básicos para la subsistencia, como así también la falta de posibilidades de desarrollo del individuo y la familia. Asimismo es posible observar una verdadera inequidad social: lo que unos tienen, a veces en demasía, otros lo ansían y carecen totalmente de ello. Frente a este conflicto, me parece que muchos se resignan a ver que “la historia volverá a repetirse”, que la insatisfacción seguirá existiendo y afectando cada vez más a mayor de personas.

¿Debemos suponer que no hay solución para estos problemas, que los latinoamericanos están condenados a vivir esta situación para siempre? Yo digo que no, que esto no tiene por qué ser así y que simplemente lo que ha ocurrido es que hemos estado buscando las soluciones en el lugar equivocado. Pero ¿existe algún lugar para encontrar la respuesta a problemas tan variados, grandes y pequeños, colectivos e individuales?

Hay una fuente de relatos que presentan una gama de soluciones. Esta fuente es la Biblia. Leemos por ejemplo en el Nuevo Testamento que una multitud de más de 5000 individuos fue alimentada contando solamente con cinco panes y dos peces, incluso con un sobrante de alimento; adversas condiciones meteorológicas fueron aplacadas; y dolencias de todo tipo —ceguera, lepra, parálisis, y hasta la muerte— fueron vencidas y sus efectos totalmente revertidos. Y el denominador común que brindó la solución fue siempre Dios.

Vemos que si estas cosas sucedieron hace dos mil años bien pueden suceder hoy nuevamente, y que el hecho de que sea necesario atender las necesidades de una cantidad notoriamente mayor de personas en la actualidad, no constituye un obstáculo para Dios.

Jesucristo, quien recurría a Dios cuando llevaba a cabo estas obras, dijo que no eran milagros y que cualquiera que entendiera lo que él enseñaba podría hacer lo mismo y obras aún mayores... Juan 14:12. Las enseñanzas de Jesucristo en la Biblia nos abren las puertas a oportunidades infinitas para poner en práctica el poder de Dios, del bien divino, en la solución de problemas que afectan a nuestros países.

Es evidente que en un solo artículo no se pueden plantear soluciones a estos problemas, pero, baste decir que si seguimos las enseñanzas del Maestro, Cristo Jesús, no podemos dejar de ver que la solución es siempre espiritual, es siempre de Dios. Yo lo he probado muchas veces en lo personal y en mi grupo familiar, y siempre ha dado buen resultado. El libro que hizo esto posible se llama Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, y fue escrito por Mary Baker Eddy. Decididamente recomiendo su lectura ya que no hay razón para que no funcione para usted y para el resto de los latinoamericanos también.

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