Las noticias de los últimos años me han hecho tomar conciencia del desasosiego y el conflicto que parece imperar en esta parte del continente. He llegado a percibir cómo la población reclama la satisfacción de necesidades que las diferentes soluciones proporcionadas por los gobiernos no logran satisfacer. Parece haber una constante en la reacción de los pueblos: el aplauso y la euforia al inicio del cambio de una administración; el descontento a mitad del período, manifestado en forma notoria y a veces virulenta; y la desesperanza y el descreimiento hacia el final del período. Y luego... se reinicia el ciclo.
Concluyo que lo que aqueja a muchos es la necesidad insatisfcha de los elementos básicos para la subsistencia, como así también la falta de posibilidades de desarrollo del individuo y la familia. Asimismo es posible observar una verdadera inequidad social: lo que unos tienen, a veces en demasía, otros lo ansían y carecen totalmente de ello. Frente a este conflicto, me parece que muchos se resignan a ver que “la historia volverá a repetirse”, que la insatisfacción seguirá existiendo y afectando cada vez más a mayor de personas.
¿Debemos suponer que no hay solución para estos problemas, que los latinoamericanos están condenados a vivir esta situación para siempre? Yo digo que no, que esto no tiene por qué ser así y que simplemente lo que ha ocurrido es que hemos estado buscando las soluciones en el lugar equivocado. Pero ¿existe algún lugar para encontrar la respuesta a problemas tan variados, grandes y pequeños, colectivos e individuales?
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