Una tarde lluviosa y muy fría, hace ya más de veinte años, le estaba dando de comer a mi hijo y me preparé una taza de café bastante caliente, tanto que no me la pude tomar. Cuando de pronto, al retirar la cuchara de la boquita del niño, me tiré encima la taza de café ardiendo. Salí disparada al baño para meterme debajo de la ducha, pues pensaba que el agua iba a aplacar el dolor. Cuando estaba pronta a abrir la llave, me di cuenta de que no tenía por qué recurrir al agua, sino que podía recurrir a Dios. Entonces, tomé el teléfono y le hablé a una dama que era practicista listada de la Ciencia Cristiana.
Entre gritos y dolores le expliqué lo que había pasado, pero ella no se inmutó, y con toda tranquilidad me dijo que leyera la tercera estrofa de un poema que aparece en el Himnario de la Ciencia Cristiana. Allí leí: "De los sentidos el latir lo apague tu frescor, la carne cese de gemir y entre el espanto y el dolor haz Tu palabra oír". (Himno N° 59) Esta idea de que no importaba cuál fuera el dolor Su palabra podía llegar a mí, me dio una sensación de paz.
Luego me cambié de ropa, puse al niño a ver la televisión y me senté a leer ese himno nuevamente y muchos otros. Me sentía muy contenta porque aquel ardor tan fuerte se había calmado por completo. Tanto fue así, que me olvidé de llamar a la practicista para informarle de eso. No obstante, cuando ella me llamó una hora después, sentí como si hiciera muchísimo tiempo que había ocurrido el incidente. Se lo comenté y se rió muy feliz y me dijo que ahora que yo había comprobado en carne propia que la Ciencia Cristiana cura, podía cumplir mi deseo de ser practicista de esta Ciencia y ayudar a otras personas.
Cuando llegó mi esposo le conté lo sucedido y no podía creerlo. Entonces, le mostré el lugar y tan solo quedaban unas pequeñas manchas rojas. Al día siguiente, teníamos que asistir a una reunión de negocios muy importante, y al bañarme comprobé que no quedaba rastro alguno del incidente, ni siquiera tenía ampollas.
Después encontré la ropa que me había quitado el día anterior y vi que en las medias había residuos de piel pegados. Se lo mostré a mi marido y se quedó maravillado de lo completa que fue la curación.
Mi vida cambió radicalmente gracias a la Ciencia Cristiana. Se acabaron los temores que muchas veces son la causa de todo mal. El temor presupone que hay dos creaciones una buena y otra mala. Pero cuando uno comprende que no hay más que una creación que es perfecta y espiritual, el temor desaparece por completo. Así fue aplacada la mentira de que había estado separada de Dios, ¡y pude oír Su palabra, como dice el hermosísimo himno, y percibir mi integridad espiritual! Hoy me apoyo por completo en Dios para la curación.
Tiempo después pude cumplir mi deseo de ser practicista de la Ciencia Cristiana. Esto me permite ayudar a otras personas a comprobar que esta Ciencia no es una teoría más, sino la Verdad divina que podemos demostrar.
Esta idea de Ciencia y Salud, "Para los que se apoyan en el infinito sostenedor, el día de hoy está lleno de bendiciones" la tengo presente todos los días. (Pág. vii) Para mí es como una puerta abierta a la Verdad, a la comprensión de que el día de hoy está lleno de paz y armonía.
Guadalajara, México
