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La curación metafísica

A salvo en el Espíritu

Del número de julio de 2008 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una de las cualidades con que podría describir a Ann Stewart es su espíritu aventurero. Tal es asi que, cuando le conté a uno de sus estudiantes de la Ciencia Cristiana que la iba a entrevistar, me dijo: “Bueno, Ann siempre nos alienta a entrar en la piscina y nadar, en lugar de sentarnos en el borde de ella y hablar”.

Esa cualidad de vivir plenamente —de aferrarse a la vida y absorberlo todo— en lugar de limitarse a pensar o a plantear hipótesis acerca de las preguntas más profundas de la vida, dan una idea de todo lo que hace Ann. Se graduó de la Universidad de DePauw en el estado de Indiana, Estados Unidos, con un título en lengua inglesa e historia. Luego inició un tour de seis semanas por Europa, y terminó quedándose dos años con sus tíos preferidos que vivían en Ginebra, Suiza. Ann cuenta: “Era una tía muy especial para mí. De joven se sanó de un caso grave de asma después de que una amiga le sugirió que probara la Ciencia Cristiana. Cuando yo tenía dos o tres años, me diagnosticaron meningitis espinal. Los médicos no esperaban que viviera, y mi madre le envió un telegrama simple y directo a mi tía Edith que decía: 'Ann se está muriendo, por favor, ¡ayúdame!' Y ella así lo hizo. Me dio un tratamiento en la Ciencia Cristiana y yo sané de la noche a la mañana. Me contaron que el médico se sintió tan feliz al verme sana, que se sentó en una silla y empezó a Ilorar”.

En Suiza Ann descubrió que le gustaba el esquí y hacer excursiones por las montañas, y éstos se transformaron en sus deportes favoritos. Al regresar a los Estados Unidos, trabajó en Nueva York y en el mundo de la moda y la publicidad. Después de casarse y formar una familia, mucha gente comenzó a presionarla para que se postulara para ocupar un cargo público, y fue entonces cuando ella se dio cuenta de que quería dedicarse por completo a la práctica pública de la Ciencia Cristiana. Empezó a anunciarse como practicista en The Christian Science Journal en 1974, y se graduó de maestra de la Ciencia Cristiana en 1979. Viajante tenaz, hace poco regresó de Egipto y de otros lejanos lugares del mundo. Ann vive en Los Altos, California, donde con frecuencia hace excursiones por las montañas o va a esquiar, y a buscar más aventuras.

Recientemente, hablamos sobre su habilidad para poner en práctica las lecciones que ha aprendido al orar y estudiar la Ciencia Cristiana, y sanar a la gente. Como todo aquel que vive con plenitud, ella comprende que nuestra inviolable seguridad del peligro radica en el reino metafísico, no en el físico. A continuación publicamos un extracto de nuestra conversación.

Ann, hablemos de la situación actual en el mundo. La inseguridad personal, las amenazas del terrorismo engendran temores de todo tipo. ¿Cómo se pueden enfrentar estos temores y resolverlos de manera práctica?

La sensación de peligro que esas situaciones producen me hace pensar en el lamento de Jeremías: “Esperamos paz, y no hubo bien, día de curación, y he aquí turbación”. Jeremías 8:15. Aquí en los Estados Unidos, cuando la gente está en problemas Ilama al número 911. Pero a mí me gusta pensar que hay otra opción: el Salmo 91, versículo 1, es decir, 91:1. Dice así: “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente”. Y el segundo versículo continúa diciendo: “Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios en quien confiaré”. De modo que, como el Salmista, yo creo que buscar refugio y confiar en la omnipotencia de Dios es el paso más práctico que podemos dar. Y digo práctico porque he comprobado que la oración científica produce resultados tangibles.

Buscar de todo corazón la ayuda de Dios —“a tiempo” y “fuera de tiempo” Véase 2º Timoteo 4:2. como nos recuerda el Apóstol Pablo— es Ilevar una vida de oración. Sabemos que hemos comenzado a vivir esa vida cuando comienza a desaparecer la diferencia que hay entre la oración y la vida. Vivir esta vida de oración es, sin duda, un lugar muy seguro donde estar.

¿Qué quiere decir Pablo con “a tiempo” y “fuera de tiempo”?

Para mí, “fuera de tiempo” significa orar sin importar lo que esté ocurriendo. Orar es como respirar, uno no tiene que ser impulsado a hacerlo, simplemente lo hace.

Orar es como respirar, uno no tiene que ser impulsado a hacerlo, simplemente lo hace.

La Biblia habla de “orar sin cesar”. 1º Tesalonicenses 5:17. Eso nos ayuda a saber que como Dios está en todas partes y nos encontramos siempre ante Su presencia, estamos a salvo. Sin embargo, vemos en las noticias, que la gente continúa sufriendo violencia o está en peligro donde vive, incluso en sus hogares. ¿Cómo podemos reconciliar esas imágenes o experiencias con la seguridad que brinda estar ante la presencia de Dios?

Yo no creo que uno pueda reconciliarlas. El bien que sé que está presente porque Dios está presente, es una verdad espiritual. Pero los sentidos físicos se oponen constantemente a esta verdad espiritual. No creo que tengamos que reconciliar lo que sabemos que es verdad en la Ciencia divina, con el mal que parece presentarse ante nuestros ojos todo el tiempo. En realidad, no podemos hacerlo porque cuando razonamos desde la perspectiva de Dios y Su creación, Ilegamos a la conclusión de que el mal, de cualquier tipo que sea, no es real. Si empiezo a pensar que es real y trato de arreglarlo, no puedo hacerlo.

Como Científica Cristiana he aprendido a discernir entre lo que me dicen los sentidos que es real y lo que comprendo como la realidad de la creación de Dios, o sea, lo que he aprendido acerca de mi propia identidad y la de los demás como hijos de Dios. Cuando uno se aferra a Dios como la única realidad, el error—la irrealidad—termina por desaparecer.

Pienso que mucha gente ora a Dios para resolver las cosas o protegerse del mal o del peligro. ¿Cómo oraria un Cientifico Cristiano en este caso?

Yo no le pido a Dios que venga a ayudarme. Más bien, oro para saber que Él ya está presente. A pesar de todas las apariencias que indican lo contrario, Dios, el bien, está siempre presente. Esa es mi roca—lo que sé de Dios—no lo que veo con mis ojos. Si lo que veo con mis ojos no puede reconciliarse con mi comprensión de Dios y lo que El ha creado, entonces sé que lo que está frente a mí no es real. No tiene fundamento en la verdad, de modo que tiene que ser un error.

¿Piensas que se podría decir que eso es como vivir en una burbuja?

¡Por supuesto que no! Pero esa palabra burbuja me recuerda una historia. Durante la Segunda Guerra Mundial, un amigo mío tuvo que ir a Texas para recibir entrenamiento militar. Un fin de semana que tenía franco, preguntó si lo podían Ilevar en un bombardero que tenía debajo una torreta cubierta con una de esas burbujas, donde estaba la ametralladora, y allí mismo lo pusieron.

Desde la torreta, miró hacia arriba y vio los remaches que sostenían la burbuja al avión. Pensó: “Espero que la remachadora Durante la Segunda Guerra Mundial, muchas mujeres en los Estados Unidos tuvieron que trabajar en la fabricación de aviones. haya sabido lo que estaba haciendo”. Luego pensó que eso era realmente un albur y que le preocupaba que algo sucediera. De inmediato recordó esta frase de Ciencia y Salud: “Los accidentes son desconocidos para Dios”. Ciencia y Salud, pág. 424.

Se dio cuenta de que en otros aspectos de su vida él había estado aceptando que el azar era posible. Lo que ocurría era que como no había mucho más que hacer en la base, se había dedicado al juego. Entonces se dio cuenta de que no podía aceptar las leyes del azar cuando se estaba divirtiendo, y sentado en esa burbuja apelar a una ley diferente que dice que los accidentes (o el azar) son desconocidos para Dios. También percibió que cuando uno se pone bajo Su cuidado tiene que comprender qué entraña ese cuidado, es decir, que nunca puede ser vulnerable a tener un accidente, nunca está sujeto al azar. Es totalmente seguro.

O sea que su seguridad no dependía de la remachadora ni de los remaches.

Correcto. La seguridad es una ley divina. La vida no es algo que uno toma o deja, ni está sujeta a accidentes o al azar. Estamos gobernados por Dios, por el Principio y el Amor divinos.

Pero si hacemos lo que dices y negamos la realidad de lo que vemos, como por ejemplo cuando muestran algo horrible en las noticias y decimos: Bueno, eso no es real, yo sé que Dios está alli, asi que esas personas en realidad no murieron en esa explosión. ¿Cómo podemos lograr que se entienda ese concepto y sea práctico? Puede que sepamos que no es real, ¿pero qué puedes decir de las personas que murieron?

Cuando digo que no es real, quiero decir que no puedo reconciliar el mal con un Dios bueno. Y no estoy tratando de hacerlo. La realidad es la identidad espiritual que tenemos en este mismo momento. De modo que cuando digo que los accidentes y el azar no son reales, no quiero decir que no estén ocurriendo en la escena humana. Digo que la verdadera identidad de una persona es eterna y está viva y bien. Yo realmente creo que no hay muerte.

Ahora bien, todos tenemos la capacidad de orar diariamente reconociendo la presencia de Dios y nuestra identidad espiritual, para ser protegidos y no sufrir de situaciones que pongan en peligro nuestra vida.

Percibí que todo mi ser era puro, sano e inocente.

Hablando en términos prácticos, ¿podemos aplicar lo que hemos estado hablando a un problema de salud, tal como un caso grave de gripe?

Ciencia y Salud nos recuerda: “El Alma jamás puede reflejar nada que sea inferior al Espíritu”, ibíd., pág. 477. y Alma es otro término para Dios. De manera que para mantener nuestra salud tenemos que comprender que el pensamiento también incluye el cuerpo y es por esa razón que éste responde a la oración. Si el cuerpo fuera sustancia física objetiva, ¿cómo podría sanarlo un tratamiento mental? No podría hacerlo. El cuerpo es la sustancia del Alma y, por ende, es inocente. Para mí, ésta es una manera muy diferente de ver el cuerpo, pues es verlo inocente y no como un causante potencial de problemas.

Podemos y debemos defendernos a nosotros mismos todos los días, enfrentando el flujo constante de pensamientos e imágenes negativas que se presentan en nuestra consciencia. El cuerpo es inocente y, de acuerdo con nuestro libro de texto, no sólo es inocente, sino que no tiene poder. ¿Por qué es falto de poder? Porque el cuerpo nunca actúa por sí mismo. Véase ibíd., pág. 162. Le tenemos miedo a nuestro cuerpo en lugar de defenderlo. Pensamos: “Oh, cuerpo, ¿qué me vas a hacer ahora?”

En la Ciencia del ser la palabra cuerpo identifica las cualidades espirituales, no los problemas físicos. El cuerpo no es un contenedor ni un medio de transporte. Es simplemente algo conveniente. El cuerpo dice que tú eres. no qué eres. Es una cuestión de identidad, de cómo nos reconocemos los unos a los otros. Ciencia y Salud nos dice: “Tomad posesión de vuestro cuerpo y regid sus sensaciones y funciones”. ibíd., pág. 393. En otras palabras, toma posesión, no invalides la premisa cada vez que la mente mortal te sugiere que puede que tengas el mal que acabas de ver en un comercial. Gobierna las sensaciones y funciones de tu cuerpo. Y, por favor, deja de buscar los síntomas en Internet.

Cuando hablas de no invalidar la premisa, infiero que no debemos aceptar lo que la publicidad o el cuadro físico presenta.

Así es. Es necesario defender el cuerpo en lugar de aceptar lo que escuchamos. Si pensamos en los defensores de un castillo o una ciudad, ellos no huyen de las amenazas. Se quedan firmes y defienden su fortaleza. Levantan el puente levadizo. Siempre digo que no es que Dios esté primero, luego el cuerpo y después el hombre. Es Dios, el hombre y luego el cuerpo. El cuerpo es en realidad un símbolo de tu identidad espiritual. De modo que cuando oras para defenderte contra cualquier tipo de amenaza, enfermedad o mal, estás defendiendo tu más elevado sentido de identidad aquí en esta tierra. Y esta identidad está bajo el gobierno de Dios.

Esta idea de defender tu cuerpo es también una manera de defender tu seguridad. El hombre que estaba en la burbuja debajo del avión, entendió en cierta medida la ley divina, y al desafiar la posibilidad de que pudiera haber un accidente o algún hecho del azar, estaba defendiendo su seguridad. Ese es un gran ejemplo de cómo tomar estas ideas espirituales y hacerlas útiles en la vida diaria.

Sí, es verdad. Recuerdo una época en que tuve que defender mi cuerpo. Había descubierto que tenía una condición anormal en la piel. Al instante, decidí no aceptarla como parte de mi identidad. Pensé: “Ésta es mi piel y no le pertenece al temor ni a las teorías médicas. Es mía, y yo soy de Dios”.

Percibí que todo mi ser era puro, sano e inocente. Recuerdo que me quedé pensando: “¿Por qué voy a tener miedo de mi propia piel?” Me causó gracia. Después me di cuenta de que estaba siguiendo la instrucción de M. B. Eddy que mencioné antes: “Tomad posesión de vuestro cuerpo y regid sus sensaciones y funciones”. Nunca me voy a olvidar que me miré el brazo y pensé: “Es mi piel y no va a atacarme”.

Algunas personas piensan que el cuerpo es como un perro agresivo. Pero la verdad es que es inocente. Y percibí que debía pensar que mi cuerpo es inocente todo el tiempo. Una vez que establecí en mi mente que era completamente inocente, la condición desapareció en pocos días.

Estas ideas tienen una aplicación práctica muy poderosa. ¿Cómo podemos ayudar a los demás a superar la creencia de que el mal es inevitable, sin parecer que estamos alejados de la realidad?

La mejor respuesta a esa pregunta es demostrar lo que decimos con la curación. Voy a darte otro ejemplo. Hace unos años, pasé la semana de Acción de Gracias en una cabaña en la Sierra, con varios amigos, ninguno de los cuales era Científico Cristiano. Una mañana me desperté repentinamente con síntomas de una condición física muy desagradable. Parecía que el corazón se me estaba saliendo del pecho. No me dolía, pero se movía con fuerza y tenía muchas palpitaciones. Por más que estaba orando, los síntomas físicos no se aliviaban. Entonces, me di cuenta de que en lugar de tranquilizar mi cuerpo —que en ese momento parecía tener mente propia— necesitaba entender que mi cuerpo no puede actuar por sí solo. A medida que reconocí mi verdadera identidad espiritual, supe que la creencia de vida en la materia no podía mantenerme cautiva. Este cuerpo humano respondería a la transformación de mi pensamiento. Este fue un cambio de perspectiva deliberado y muy consciente, en el cual pasé de verme a mí misma como un mortal vulnerable, a saber que sólo estaba gobernada por el Espíritu. Y ni bien cambié mi pensamiento —porque no fue una decisión mental, sino una acción— me sentí totalmente en paz y a salvo. La tormenta física podía gritar, y así lo hizo por un rato, pero yo ya no estaba en ella, y tampoco sentía temor de mi propio cuerpo. Acostada en la oscuridad, tuve una experiencia celestial que nunca olvidaré.

Yo sólo quería sentirme a salvo, y tomé consciencia de que nunca podría sentirme a salvo en la materia. Me di cuenta de que el único lugar donde podía estar segura era en saber que soy completamente espiritual. ¡Fue un alivio tan grande comprender esto!

Le dije: “Usted es perfecto ahora mismo”.

¿O sea que era un error de identidad?

Correcto. Al hacerlo sentí como una liberación. Yo soy espiritual. No tengo nada que ver con la materia. ¡Olvídate del sentido material del cuerpo! Yo no tengo miedo a los síntomas físicos de mi cuerpo. Yo soy espiritual, y es por eso que estoy a salvo.

Pensé: ¿Por qué estoy tratando de arreglar un cuerpo material cuando sé que soy una idea espiritual? Me di cuenta de que había sabido esto prácticamente toda mi vida. Me quedé acostada pensando en todas las curaciones que había tenido y las que han sido publicadas en las revistas de la Ciencia Cristiana —miles y miles de ellas— que son apenas la punta del iceberg. Hay millones de curaciones de las que nunca leemos ni nos enteramos. Obviamente, esta curación tiene que ser la verdad del ser, y yo puedo confiar en esta verdad con mi vida. De hecho, es mi vida. Luego pensé que no podía estar más a salvo de lo que estaba porque soy espiritual. De hecho, nunca nos sentiremos verdaderamente a salvo hasta que percibamos que somos espirituales.

Esto resultó ser una maravillosa oportunidad porque la gente que estaba conmigo en la cabaña había visto la luz prendida y querían saber qué me ocurría. En lugar de eludir la pregunta, decidí contarles exactamente lo que había ocurrido, la condición física tan desagradable, la manera en que oré, todo lo ocurrido. Todos ellos saben que soy Científica Cristiana y fueron muy respetuosos y me hicieron muchas preguntas, así que se transformó en una oportunidad para contarles cómo sana la Ciencia Cristiana.

¡Qué hermoso, Ann! ¿Te gustaria agregar algo más sobre el tema?

Sí, para terminar quiero contarte una historia que demuestra una vez más, cómo la curación es la mejor manera de ilustrar lo prácticas que son estas ideas espirituales. Hace varios años descubrí que tenía un bulto en un seno. Oré mucho pero sin resultado alguno. Un día pensé: “¿Qué te pasa? ¿Por qué no sanas?” Entonces me di cuenta de que oraba mucho durante la mañana, y luego pasaba el resto del día comparándome con otras personas. Me decía: “¡Oh, si la gente supiera lo que me está pasando!” “¡Cuánto desearía estar tan sana como ellos!” De pronto pensé que necesitaba comprender que la forma en que experimento la curación espiritual es teniendo una condición humana normal. Que esto no es como un cuento de hadas en un mundo ideal. Necesito pensar que soy un ser humano normal, porque eso es lo que soy. De otro modo, uno está dividido; por un lado tiene un “ser perfecto” allá arriba, y por otro, un “pobre cuerpo” aquí abajo.

Un día fuimos con mi esposo y otra pareja a visitar la universidad de Stanford, y me hice la promesa de pensar que era normal. Y así lo hice. Ilegó la última noche de nuestra estadía allí y nada había cambiado. Sin embargo, cuando desperté a la mañana siguiente, el bulto había desaparecido.

La clave es defender el cuerpo ¿no? Defender tu inocencia y decir: Yo soy sana.

Así es. Hace unos años, estaba instando a un paciente que hace tiempo que es Científico Cristiano, a que dejara de ver su cuerpo como algo que tenía que estar corrigiendo y reclamara su perfección espiritual ya presente. En un momento determinado le dije: “Usted es perfecto ahora mismo”. Hubo un prolongado silencio. Luego el paciente me contestó: “Siempre me resistí a pensar que soy espiritual porque para ser espiritual tengo que estar muerto”. A lo que le contesté: “¡Por favor!, ¿qué teología es esa?” Y agregué: “Nunca nos sentiremos seguros aquí hasta que sepamos que ahora mismo somos espirituales”. Esto es muy importante.

Esa es la clave de todo, ¿no es así? Nunca podremos sentirnos totalmente a salvo en la materia.

No hay verdadera seguridad en la materia, sólo en el Espíritu. Y allí es donde vivimos ahora mismo.

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