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La Ilama eterna de las Olimpiadas

Del número de julio de 2008 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

The Christian Science Monitor


Meses antes de la apertura de los juegos de verano en beijing, el propósito y significado de las olimpiadas ya parecían oscurecerse.

Al encenderse la antorcha Olímpica en Grecia, iniciando su recorrido de cinco meses por el mundo, activistas usaron este acontecimiento para exhortar al público a boicotear los Juegos en protesta por las acciones de China contra el Tibet. Los líderes europeos, aunque negándose a tomar medidas radicales, debatieron si debían impedir que sus equipos participaran en la ceremonia inaugural.

Ésta no es la primera vez que el espíritu olímpico se ve ensombrecido, ya sea por la política, los sobornos o el uso de drogas para mejorar el desempeño. Pero en medio de toda esta última controversia hay un símbolo poderoso que señala el significado más elevado de los Juegos: la “llama eterna”.

Si bien esta antorcha, que permanece encendida durante las Olimpiadas, tiene sus raíces en la mitología griega, tiene también un significado espiritual. Destaca el hecho de que el espíritu Olímpico es una presencia constante e imperecedera en la vida de la gente en todo el mundo.

Para progresar espiritualmente es necesario cuidar de nuestra Ilama interior.

Citius, altius, fortius—más rápido, más alto, más fuerte. Éste es el lema de las Olimpiadas y la esencia del espíritu olímpico. Es algo que cualquier persona puede expresar, ya sea que trabaje en una barcaza en el río Mississippi, limpie las calles de Mumbai, o cabalgue en su caballo por las estepas de Mongolia. Y el hecho de que toda la humanidad tenga el poder y la oportunidad de esforzarse por alcanzar metas mejores cada día, es una verdad espiritual que nos eleva y une. Esto señala hacia el Creador que toda la humanidad comparte, quien se expresa a Sí mismo de maneras infinitas y maravillosas, reflejando Su perfección, grandiosidad, belleza, libertad, alegría, entusiasmo y devoción.

Mary Baker Eddy, quien fundó la Ciencia Cristiana, demostró ese poder. Ella superó una enfermedad crónica que tuvo por décadas y, mediante su obra, Ilegó a sanar a cientos de personas, muchas de enfermedades mortales.

Su artículo “Fidelidad” indica cómo logró hacer esto: "No hay excelencia sin trabajo, y la hora de trabajar es ahora. Sólo mediante la labor persistente, ininterrumpida y sincera; sin desviarse ni a la derecha ni a la izquierda, sin perseguir ninguna otra ocupación o placer que no provenga de Dios, puedes ganar y ceñirte la corona de los fieles". Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 340.

Toda Ilama que no se apaga representa esta fidelidad. Se requiere de diligencia para mantener encendido un fuego, uno no puede dormirse, sino que tiene que estar siempre alerta. Además debe cuidarlo, agregarle nuevo aceite cuando sea necesario. De la misma manera, todo aquel que quiere alcanzar la perfección debe cuidar de su propia Ilama interior, esa pasión por alcanzar crecimiento espiritual y hacer su demostración cristiana.

En la Biblia encontramos abundantemente este combustible. Enciende en nosotros el verdadero sentido de identidad que está libre de limitaciones manifestadas en dilaciones, indolencia, egoísmo, indulgencia y desaliento. En lugar de todo eso, presenta nuestra verdadera naturaleza como seres activos, alertas, generosos, disciplinados, persistentes, intrépidos, libres, que se elevan más alto en el entendimiento del potencial ilimitado que tienen por ser la imagen y semejanza de un Dios amoroso y omnipotente.

Ver que estas cualidades son inherentes a nosotros, nos permite participar del espíritu olímpico, para progresar más rápido y Ilegar a alturas más elevadas, para ser más fuertes. O bien, para ser más amorosos, pacientes, bondadosos y humildes. Para trabajar en equipo con más entusiasmo, para ser un cónyuge o amigo más tierno y flexible, un padre o madre más constante, un hijo o hija que aprecia más lo que hacen sus padres.

Si bien el espíritu olímpico adquiere un significado especial cuando los atletas de todo el mundo se preparan para demostrar su devoción, es algo que uno puede vivir por toda la eternidad. Y cuando ese fuego interior disminuye a causa del desaliento, la Biblia nos ofrece este combustible para avivarlo: “Estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano”. 1º Corintios 15:58.

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